“Las mujeres que luchan se encuentran”: una guía sobre feminismo latinoamericano

El libro de Catalina Ruiz-Navarro “Las mujeres que luchan se encuentran” (Grijalbo) es un verdadero manual de feminismo pop latinoamericano, una herramienta para los activismos de América Latina y el Caribe y para todas aquellas que se vieron interpeladas por esta revolución social en los últimos años o quienes tienen intuiciones que quieren profundizar.

La periodista barranquillera y editora de Volcánica recorre ejes temáticos como el cuerpo, el poder, la violencia, el sexo, la lucha y el amor. Y lo hace con una invocación a once heroínas, entre las que se encuentran María Cano, Flora Tristán, Hermila Galindo y Violeta Parra, retratadas por Luisa Castellanos. Fue publicado inicialmente en Colombia pero también llegó a México, Perú y Ecuador, entre otros países de la región. También tiene su versión online. En LATFEM publicamos la introducción, una invitación para abrir la conversación. Como dice Catalina Ruiz-Navarro: ¡Hablemos de feminismos!

CATALINA RUIZ-NAVARRO

La idea de este libro sale de un TEDx Talk que di en Bogotá, Colombia, en noviembre de 2016 sobre feminismos. Llevo varios años trabajando en el tema: cómo hacer que esas grandes ideas del feminismo, tan liberadoras y tan sensatas, sean vistas por encima de una densa capa de prejuicios que se ha construido a su alrededor a través de los años, para que puedan ser apropiadas por más mujeres y personas.

Para hacerlo presento una serie de ideas y argumentos que espero sean una carta de navegación sobre algunos de los debates contemporáneos que me parecen claves sobre los feminismos, pensados desde una perspectiva latinoamericana. La pretensión es que sean un punto de partida para que cada uno profundice en lo que más le interesa, pero también que sea una sistematización de mi camino personal en el feminismo, las preguntas que me he hecho y las respuestas que he encontrado. Cabe anotar también que “feminismo” es un término sombrilla que cubre muchas praxis y teorías con un punto común; cuando uso el singular es para hacer énfasis en esa convergencia, y cuando uso el plural es para hacer énfasis en su inmensa y cambiante diversidad.

Decir que lo personal es político significa decir que nuestras experiencias personales y nuestra vida privada no son vivencias aisladas sino parte de un sistema político. Esta guía de feminismo es un ir y venir entre mi experiencia (sesgada, subjetiva, limitada, vivida desde un cuerpo particular) y las teorías feministas que he estudiado durante mi carrera profesional, y que también tienen limitaciones, especialmente para llegar a las personas ajenas a la academia o el activismo. También se nutre de diez años escribiendo en caliente sobre feminismo para los medios de comunicación. Por eso, muchos de los capítulos de este libro se inspiran en columnas que, aunque ya fueron publicadas, han venido creciendo, cambiando, y ahora echan raíces en estas páginas para dar cuenta de la conversación entre la Catalina de ayer y la de hoy. Es decir, en este libro hay muchos debates internos que considero inacabados. Este libro también trata de aterrizar algunos de los conceptos teóricos que durante años mujeres brillantes han construido desde el feminismo, y todas esas conversaciones que hemos tenido con tantas amigas en los últimos años, en la vida práctica y cotidiana de las mujeres jóvenes urbanas latinoamericanas.

Las mujeres que luchan se encuentran, es una apuesta política a favor de los derechos humanos, de la diversidad de género y de la diversidad sexual, a favor del derecho de todas las personas a elegir sobre sus cuerpos, a favor del reconocimiento del aborto como un derecho, del reconocimiento del trabajo sexual como un trabajo. Es consciente de que el racismo es un legado colonial que está vivo y que nos impide ver nuestra realidad regional, y tiene la intención deliberada de pensarnos latinoamericanas. Ser feminista no es sencillo, implica muchas batallas y contradicciones internas y externas, pero yo estoy convencida de que es la mejor carta de navegación en un mundo desigual e injusto, pues plantea unas preguntas que nos ayudan a todos y todas a ser mejores personas. Ser feminista es muy difícil, porque implica darnos cuenta de que el patriarcado se expresa en todo, pero también es fácil: es entender y defender que todas, todos y todes somos iguales.

¡Hablemos de feminismos!
Si ustedes me buscan en internet, me van a encontrar como @Catalinapordios. El nombre viene de un regaño repetido por años y años desde que era una niña. ¿Qué era eso tan raro, o tan rebelde, o tan disruptivo que yo hacía para que me regañaran?

En realidad, nada.

Fui criada por tres mujeres autónomas e independientes; cada una de ellas empujó un poquito su techo de cristal. Yo las creía capaces de hacer todo y nunca me imaginé que hubiese algo que yo no pudiera hacer. Me dejaban hablar y opinar, valoraban mis comentarios. Pero todo cambiaba cuando yo salía de la casa. Cuando opinaba, si interrumpía, si corría, si me subía a los árboles o me ensuciaba la ropa, me ganaba un “¡Catalina, por Dios!”. Y me demoré mucho en entender que esto tenía que ver con el género, porque el “Catalinapordios” aparecía cuando yo hacía cosas que no eran “de una señorita” o de una niña “dócil” o “buena”. Y es una cuestión de género porque si hubiese sido un niño me habrían dicho “¡Catalino, qué asertivo!”, “¡Catalino, qué líder!”, “¡Catalino, qué atractiva rebeldía!”. Ese “Por Dios” que solía acompañar mi nombre me dejó claros los límites de lo que podía hacer y decir y lo que no. A punta de repetición y palmaditas en la mano (cuando no son golpes) aprendemos a ser mujeres.

Para mí, el feminismo, los feminismos, han sido un lente que me ha dado muchas respuestas y me ha ayudado a desprogramar muchos comportamientos que además de ser nocivos para mí, fomentan una desigualdad que nos afecta a todos, pero especialmente a todas. El feminismo puede ser algo tan sencillo (o profundo) como una lucha social para que todas las personas tengamos derechos humanos. Es importante recordar eso: no todas las personas tienen garantizados todos los derechos, a veces por su género, o por su raza, o por su orientación sexual o por todas juntas. Por eso también hay muchos feminismos: no todas las mujeres tienen las mismas las necesidades, decir “derechos para todas” siempre implica una multiplicidad de realidades y puntos de vista ‒que no siempre ni necesariamente congenian entre sí‒.

Pero, muchas veces, los privilegios que tenemos nos hacen pensar que esa desigualdad no existe. Es que el mundo alrededor está hecho para que no nos demos cuenta de unas injusticias y normalicemos otras. Por eso (a las mujeres mestizas de apariencia blanca y clase media) nos parece “normal” que cualquiera comente nuestro cuerpo o nos diga qué hacer con nuestras vidas, o llegamos a pensar que los derechos que tenemos, como el derecho a la propiedad, al voto, a la autonomía reproductiva, son obvios, normales, de toda la vida. Y no.

Mi mayor influencia en la vida ha sido mi bisabuela, que nació en 1900 en una pequeña finca cafetera. Ella se dio cuenta de que su lugar en el mundo era parir trabajadores para la finca y luego hacerles de comer. Nunca iba a heredar, ni le iban a enseñar a leer y escribir. Así que se escapó a Medellín, en donde trabajó como obrera en una fábrica de telas y participó en una de las primeras huelgas de mujeres. En 1919, lo que exigían eran que las dejaran ir a trabajar calzadas. Mi abuela también militó con las sufragistas y, así liberal, con sus ideas políticas encendidas, se tuvo que atragantar el voto hasta los 57 años, porque solo hasta 1957 las mujeres en Colombia pudimos votar. Han pasado apenas 61 años. Esto me lo recordaba cuando me llevaba con ella a acompañarla a votar. Entre las audacias de mi bisabuela estuvo aprender a leer y escribir de manera autodidacta con el periódico local de Medellín: El Espectador. Y tres generaciones después yo tengo una columna en ese mismo periódico con el que ella aprendió a leer.

Si hoy las mujeres ‒y no todas‒ podemos ejercer una ciudadanía completa, es gracias al esfuerzo y las luchas de muchas mujeres antes que nosotras. Para mí es un orgullo llamarme feminista, porque es un reconocimiento al trabajo de todas estas mujeres. Cada derecho que se da por sentado hoy es una prueba de la eficacia del feminismo.

El feminismo muchas veces es un tema difícil porque denuncia cosas como la explotación y la violencia, y porque aún nos queda mucho camino por delante. Pero a pesar de eso, a mí el feminismo me llena de esperanza, porque hemos logrado tanto en tan poco tiempo. El feminismo es la revolución social más eficiente y eficaz de todo el siglo xx, y a comienzos del siglo xxi vive un poderoso renacimiento (a la vez que una igualmente poderosa reacción contraria).

Y, si el feminismo nos ha dado tanto, ¿por qué nos produce tanta resistencia? Una razón es que la desigualdad está tan naturalizada que no la vemos. Naturalizado quiere decir que una idea es tan popular que nos parece “natural”. Para ahorrar tiempo, nuestro cerebro se vale de asociaciones, ideas, imágenes y conceptos. Así que hagamos un ejercicio sobre cómo funcionan nuestras ideas, nuestras asociaciones y nuestros prejuicios.

Les voy a dar una palabra y ustedes observen cuál es la imagen que primero les viene a la mente. No tienen que quedar bien, sean honestos con ustedes mismos.

La palabra es: HUMANO

¿Qué se imaginaron? Voy a hacer un truco de prestidigitadora y voy a adivinar que la mayoría de ustedes se imaginó un cuerpo de un hombre, de piel blanca, de pelo relativamente corto. ¿No?

Catalina Ruiz-Navarro es una feminista barranquillera, columnista del diario El Espectador y la revista Cromos en Colombia. Además es editora de Volcánica. También ha sido columnista del portal Sin Embargo y Vice en México, de Univisión en Estados Unidos y del periódico El Heraldo y la revista Razón Pública en Colombia. Su trabajo como periodista también ha sido publicado en The Guardian y The Washington Post. Especialista en periodismo con perspectiva de género y de derechos humanos y periodismo cultural. Cofundadora del proyecto de YouTube Estereotipas (2015-2017), que recibió el premio Chiuku de MTV Agentes de Cambio, en la categoría de Equidad de género; el premio #LeadHers de Marie Claire América Latina en la categoría de Políticamente incorrectas.