*Un país que se desangra con cada vida que se pierde.
EN MÉXICO: MÁS DE 86 MIL 370 HOMICIDIOS DOLOSOS; 2 MIL 471 FEMINICIDIOS; 21MIL 462 PERSONAS DESAPARECIDAS; Y UN SINNÚMERO DE MASACRES. (ESPECIAL)
Por Verónica Malo Guzmán
junio 30, 2021 a las 03:48 CDT
“Recuerda que el fracaso es un evento no una persona.”
ZIG ZIGLAR
Mi corazón, un día, tuvo un ansia suprema,
que aún hoy lo embriaga cual lo embriagara ayer;
Quería aprisionar un alma en un poema,
y que viviera siempre… Pero no pudo ser.
Mi corazón, un día, silenció su latido,
y en plena lozanía se sintió envejecer;
Quiso amar un recuerdo más fuerte que el olvido
y morir recordando… Pero no pudo ser.
JOSÉ ÁNGEL BUESA
Algunos consideramos desafortunada la frase de Andrés Manuel López Obrador: “el país está en calma, hay gobernabilidad, hay tranquilidad”. Desafortunada, sí, pues significa no reconocer siquiera la realidad que nos embarga. Más de 86 mil 370 homicidios dolosos; 2 mil 471 feminicidios; 21 mil 462 personas desaparecidas; y un sinnúmero de masacres —esas que ocurren, pero tampoco se aceptan— en los casi tres años de lo que va de la cuarta transformación.
El promedio es desolador
Hasta el 31 de mayo, los homicidios alcanzaban los 94 al día, si bien sobresalió la semana del 21 al 28 de junio, en la cual hubo 57 personas ultimadas exclusivamente a manos del crimen organizado. Y faltaba sumarle la masacre de ayer martes: nueve cuerpos mutilados hallados en Tamaulipas.
La saña desplegada, el número de defunciones, son las huellas de una violencia rampante que no cesa y se palpa en “las masacres de todos los días” en un país que se desangra con cada vida que se pierde.
Pero esta no es una cuestión de semántica. Más allá de cuándo se originó la espiral que nos arrastra y de si para el expresidente Felipe Calderón fue una guerra contra el crimen o si para AMLO se trata de “abrazos, no balazos”, lo cierto es que estamos perdiendo a México. Y nos encontramos antes la última llamada para hacer algo ante la situación que guarda la seguridad pública.
Si bien muchos actores mucho o poco tienen que explicar, estamos más allá del momento de señalar culpables. Nada se soluciona con apuntar el dedo a gobiernos estatales, municipales o federal. No tenemos tiempo para que el gobernador electo de Nuevo León culpe de la inseguridad en su entidad al gobierno de Tamaulipas. No, ya no.
Se requiere que el Estado Mexicano en su conjunto dé un golpe de timón y busque unir esfuerzos para enfrentar la inseguridad que nos arrastra.
Imposible negarlo. El Estado ha fallado en su primera obligación que es otorgar a la ciudadanía una seguridad para poder desarrollar las actividades diarias en condiciones de relativa paz y tranquilidad. La violencia desbordada ha limitado la economía, la educación y el libre tránsito de las personas en demasiados puntos de la geografía nacional.
El Estado fallido se palpa en las entidades federativas donde los grupos armados no solo desafían a la autoridad, han decidido tomar “la seguridad” y el control territorial en sus manos.
La indignación, el grito anónimo y urgente que solicita el apoyo del gobierno pasa desapercibido, como si la autoridad fuese sorda en el mejor de los casos. En el peor, dicha voz se toma como reproche, se critica y se aplaca. El torturado se convierte dos veces en víctima: una producto de la delincuencia y otra cortesía del gobierno que prefiere acallarlo, ningunearlo y hasta culparlo por la desgracia que atraviesa.
Para el gobierno, el enemigo es la crítica, no el criminal
Desde aquella vez que los huachicoleros se convirtieron en víctimas y los malditos fueron quienes les criticaban. Cuando se dejó plantado a los padres de hijos asesinados (familia LeBarón y Javier Sicilia) bajo el argumento de no mancillar la investidura presidencial. A partir de que se dijo que los criminales “se portaron bien” en las elecciones, cuando se sabe que hubo más de 80 candidatos muertos durante el pasado proceso electoral.
¿Para qué el papel preponderante de las Fuerzas Armadas en todos los aspectos del Estado menos en su papel principal que es ofrecer seguridad a los ciudadanos? Cómo olvidar que la 4T mandaría al Ejército a los cuarteles, para luego escuchar que se busca cambiar la Constitución para que la Guardia Nacional quede supeditada a la SEDENA; la seguridad de la ciudadanía en manos de los militares y no de la Secretaría de Seguridad Pública, pero con la instrucción de no ejercer tampoco esa responsabilidad. ¿Para qué tenerlos, entonces?
No hay más tiempo que perder
Se requieren soluciones. ¿Quién tiene propuestas?¿Quién está dispuesto a trabajarlas en conjunto más allá de ideologías e intereses políticos? Ya se puede concluir que los esquemas planteados, hoy y antes, no han sido exitosos. Este país lo está perdiendo no solo la delincuencia. También abonan las autoridades que prefieren fingir demencia, que no admiten lo que es evidente, el fracaso, y que se resisten en encontrar nuevas vías para garantizar la aplicación del estado de derecho.
Por los muertos que claman en silencio, por las familias aterradas de vivir en la colonia equivocada, por los inocentes asesinados por una bala perdida, por los secuestrados y los desaparecidos; porque el país se pierde, es momento de actuar como la autoridad que son. Mientras esto no se logre, cuando menos admitir que se ha fallado.