Adiós, Colón

Guadalupe Loaeza.

La estatua de Cristóbal Colón no se encontrará más en el lugar más importante del Paseo de la Reforma. Antes de que termine el año 2021, en su lugar estará una escultura en honor a las mujeres indígenas: “Tlali”. Su nombre en náhuatl quiere decir: “tierra”. Medirá 6.5 metros de alto y tendrá un basamento en tezontle. Lo que me queda claro es que si no hubiera sido por Colón, yo no estaría en estos momentos escribiendo mi texto, ni tampoco ustedes estarían leyéndolo.

¿Qué tanto sabemos de Cristóbal Colón? Según Christian Duverger, “no sabemos nada o casi nada” de este aventurero. Colón siempre ocultó cuidadosamente sus orígenes, su nombre, su vida privada, su vida pública. No sabemos si era o no judío. Aunque el historiador francés, autor de la novela sobre Colón El ancla de arena, tiene buenas pruebas para afirmar que sí era judío. Sí sabemos, sin embargo, que tuvo dos hijos, pero que ellos mismos ignoraban el pasado de su padre: todo un misterio. De lo que no hay duda es que el almirante se enamoró de la reina Isabel, quien lo hiciera virrey. Allí están las cartas en donde le escribe: “Las llaves de mi voluntad yo se las di en Barcelona”. Aunque nadie sabe si llegaron a manos de su destinataria, sí estamos seguros de que en estas palabras hay una intención amorosa. De que era correspondido, sí que lo era. “Colón se entera de que la reina ha enviado cuatro carabelas en refuerzo con provisiones, vacas y cerdos, semillas y labriegos, cien gallinas y cinco gallos. Pero lo más extraño es el envío de un regalo personal de Isabel para Cristóbal. (…) Una recámara. Completa. Con una cama matrimonial con dosel, seis colchones, tres pares de sábanas de tela de Holanda, cuatro almohadas, cobijas con bordados, cubrepiés de franjas (…) un cofre y un baúl con fundas bordadas con las armas del Almirante”.

Cuando Colón regresa de su primer viaje a América (hizo cuatro de ellos) y se encuentra con los Reyes Católicos el 20 de abril de 1493, en Barcelona, lleva a los soberanos unos collares, objetos esculpidos en hueso de manatí, varios papagayos y una hamaca blanca. La reina Isabel no puede ocultar su euforia. Es evidente que en el fondo está enamorada del almirante, de allí que le otorgue todos sus caprichos, haciéndose de la vista gorda de las quejas por todos sus abusos. Eran tantas las protestas de los españoles que los reyes tuvieron que mandar un administrador para encargarse de la situación, Francisco Bobadilla, quien lo detuvo por unos días y lo envió a España para ser juzgado. Curiosamente el descubridor de América, como todo un mártir, pidió que durante el viaje no le quitaran los grilletes.

A lo largo de este viaje, Colón no pensaba en él mismo ni en su suerte. Lo que más ocupaba sus pensamientos era la tranquilidad de la reina por todos los apuros que pasaba a causa de la situación en las nuevas tierras. Nos preguntamos ¿cómo era la reina Isabel? Lo primero que hay que decir es que ella no era la típica reina frívola, por el contrario, era una mujer de una gran visión política. Su propio matrimonio con el rey Fernando de Aragón era toda una acción política destinada a unir sus dos reinos, de donde surgiría la España moderna. Además, al expulsar a los judíos y al reconquistar Andalucía de manos de los musulmanes, ambos reyes se ganaron el reconocimiento del Papa Alejandro VI, quien los llamó “Católicos” por su interés en fortalecer la cristiandad.

Fue entonces que Colón llegó a España en 1500 a enfrentar un juicio por sus responsabilidades en América. Aunque sabía con seguridad que sería exonerado, tal vez le preocupaba tener que decirle a su amada reina que no había encontrado las riquezas que le había prometido en un misterioso encuentro que tuvieron en 1493, en Barcelona. Dicen que lo primero que hizo al llegar a España fue buscar a Juana de la Torre, el ama de llaves de la reina, quien era el medio para comunicarse con Isabel. Habían pasado ocho años de ansiedad, de tristeza, pero sobre todo de incertidumbre. Quién sabe si podría volver a encontrarse con ella en secreto. No cabe duda de que este episodio despierta la imaginación: nada menos que el descubrimiento de América estuvo motivado por la pasión de un navegante y una reina. Lo malo es que nunca podremos saber la conclusión de este amor, pues nada hay más misterioso que las intimidades de una monarca y los secretos de un navegante genovés, a quien podremos visitar en el Parque América en la alcaldía Miguel Hidalgo.