Sin tacto.
Por Sergio González Levet
El buen colega y gran amigo (de sus amigos) Ciro Gómez Leyva termina siempre la emisión de su exitoso noticiero nocturno pidiendo a su vasto auditorio que no se deje acongojar por las miserias de la vida malsana en que se nos convirtió la existencia a causa del coronavirus, de sus consecuencias y de nuestra incapacidad como especie de enfrentarlas con éxito.
¡Ánimo!, exhorta todas las noches el maestro Ciro después de haber repasado una vez más la serie de violencias, injusticias y horrores en que tenemos que sobrevivir a diario los mexicanos.
Muchos de sus millones de seguidores cotidianos hacen un esfuerzo cotidiano por hacerle caso al comunicador, pero la mayoría está presa en el desánimo, porque la situación nadamás no se resuelve, porque hagamos lo que hagamos seguimos en la incertidumbre, que cómo es cruel (Gonzalo Curiel).
Vivimos con inseguridad galopante, con problemas económicos crecientes, con peligros inéditos para la salud y con un gobierno que alienta la división, el encono entre las clases, la ira permanente como forma de vida.
Veo a los lados y hacia adentro y no encuentro más que sangre, sudor, esfuerzo y lágrimas (sir Winston Churchill) sin que se advierta una luz, un pequeño destello, al final del túnel.
La existencia se ha convertido en una larga subida que nos lleva, paradójicamente al abismo, no a la cumbre.
Cuántos compatriotas y cuántas compatriotas están a punto de dejar la lucha, por inútil.
Cuánta congoja hemos invertido para recibir solamente más pena con pena y pena (Miguel Hernández).
Veo a muchos que quieren arrojar la toalla, tirar la estafeta; se antoja hacerlo ante la inutilidad del esfuerzo.
Pero no.
Nuestra naturaleza es de siempre luchar, de levantarnos del suelo y del hoyo, empecinados contra la derrota.
Lo nuestro es buscar lo sublime en lo cotidiano (Joan Manuel Serrat) aunque la vida diaria sea tan desgarradora.
Luchemos, sigamos luchando hasta que esto pase, si pasará alguna vez.
Luchemos aunque nunca pase, pues para eso hemos venido a este valle de lágrimas.
Quizás, tal vez algún día volveremos a sonreír y a pensar que somos felices o que lo hemos sido.
El pecho al frente y la mirada altiva. La fe y la esperanza como estandartes al frente del camino, que se hace al andar (Antonio Machado).
Y hagamos caso al gran Ciro y a su inevitable grito de guerra:
¡Ánimo!
Y sí: ¡ánimo, chingao!, que digo yo.
sglevet@gmail.com