Infancia fantasma

Palabra de Mujer

Billie Parker*

Devastadora imagen la de abril en México. Dos pequeños sobrevivientes de un ataque armado, quedan huérfanos, heridos, desamparados. El demoledor cuadro en Tabasco punzó a los pocos que todavía poseen capacidad de asombro en las redes. Dos niños desvalidos exhiben la realidad que vive la infancia mexicana.

La imagen es más que demostrativa. El de 8 años, sentado en la banqueta, herido en la pierna por una de las balas que mató a su madre y su hermana de 15 años; las mira, inertes, sin vida, sin nadie que le explique, lo abrace y lo acompañe en ese trágico momento. Sobre el asfalto su hermanito, un bebé de 10 meses, yace solo llorando, con una herida en la cabeza. La gente con morbo toma el video, lo sube a redes, necesitan likes, lo viralizan.

Nadie los protege, no hay protocolo para rescatar del trauma que viven los niños sobrevivientes. El mayor está en shock, ve la muerte sin llorar, petrificado, laxo de miedo, en total soledad pese a los curiosos. El bebé ensangrentado grita más fuerte en la brutal escena. En sus oídos resuena el artero ataque armado de unos cobardes que les arrebataron la vida a quienes los protegían. Ni una trabajadora social, ni un paramédico que auxilie, para que ese momento no se haga eterno.

Los morbosos cuchichean: ´Tuvieron “la suerte” de no quedar como Santiaguito de un año´, doblemente ejecutado una semana antes por criminales en Minatitlán. O o el niño de tres años en Acayucan, una semana después -también en Veracruz-, alcanzado por las balas que arrasan a la indefensa población civil, pese a la activación de la Guardia Nacional u operativos que parecen no existir. Que los agilizan como escenografía presidencial pero una vez que se va el jefe, se esfuman.

A los muertos, a las niñas y niños, los pone el pueblo bueno. REDIM detalla que desde la “guerra” contra el crimen organizado (2006 a 2019) fueron asesinados más de 16 mil niñas, niños y adolescentes a nivel nacional. Diariamente tres infantes habrían perdido la vida, siendo Guanajuato la entidad más violenta, en donde nueve de cada 10 asesinatos afectaron a menores de 15 años.

Entre 2015 y 2019, 284 de las víctimas eran niños y niñas y en término de desaparición de personas, hasta abril 2018, de los 37 mil 487 desaparecidos, 6 mil 614 eran menores de edad, de los cuales ocho de cada 10 tenían entre 13 y 17 años. Se trata del 4% del total de homicidios cometidos en el país, cifra que reportó un aumento del 42% sostiene la Red por la infancia. Pero el presidente López Obrador niega esos datos.

A ellos y ellas, los más indefensos, nadie los protege, salva o resguarda de los delitos que los hace mercancía: trata, venta de órganos o explotación sexual, leva de carteles y asesinatos. Y los niños lo saben, marcándoles de por vida. No hay protocolos para rescatarlos del infierno en que, esas balas o comercios ilícitos, los dejan. Ni en el momento, ni después.

Expertos revelan que dichas cifras pueden identificar a una “sociedad sanguinaria” incapaz de proteger la vida de los niños y niñas que habitan en el país. No hay Estado para ellos porque no tienen voz y con ellos los condenan, sin darse cuenta o -con total consciencia- al olvido y abandono, que al final del camino los lleva a ingresar a las generaciones fantasmas.

Cuando la gente se pregunta sobre la escalada en la saña de los criminales es porque ha invisibilizado a estos niños y niñas del país. Infancia fantasma que se alimentan en el estrés tóxico y que reaparecen en el escenario para incrementar la saña en la violencia de la terrible guerra contra y del narcotráfico, que inició en el 2006, porque a ellos así los trataron, sostienen especialistas.

En casi dos décadas las víctimas infantiles del crimen organizado y una sociedad que los relega suman casi 17 mil, según cifras del REDIM, pero no contabilizan a los huérfanos, a quienes reviven el momento que vivieron todos los días de su vida, sin que nadie les eche una mano para reingresarlos socialmente a un escenario de leyes, porque para ellos no las hay. En la mayoría de los casos los crímenes de sus familiares quedan impunes o ello/as son mercancía del crimen.

Víctimas colaterales les llaman para justificar su inacción, sus omisiones, su deshumanización pero, sobre todo, la poca inteligencia de ver el futuro de esos niños afectados por una sociedad que los borra. Las secuelas de quienes pasan por la experiencia de una ejecución, sobrevivir y ver a su familia muerta. Secuelas que casi son las mismas en los niños y niñas que los ven en las pantallas de sus dispositivos móviles o en los noticiarios. Todos ellos, viven hechos que los contaminan, agreden, insensibilizan.

Aprenden que la vida no vale. Así funciona el poder y la autoridad decía el periodista Javier Valdés, ultimado por el Crimen organizado. “La sensación de impotencia y la certeza de que contra la mafia no se puede hacer nada”. La actitud de la autoridad siempre es la misma; se les deja solos olvidados, carcomiéndose con un sentimiento de odio que tarde o temprano sacarán. Porque enfrentan la sensación de que nunca estarás a salvo porque los dejaron solos, solas. Los agredidos serán agresores con el tiempo.

¿Qué tipo de sociedad mata a sus niños? Razónelo cuando vea como desde la aplanadora de un partido en legislativo pasa por encima de los niños y niñas enfermas de cáncer para evitar que sus padres tengan la oportunidad de cuidarlos, de mantener su mano mientras se les extingue la vida, o ¿será para que no se den cuenta que no les proporcionan los medicamentos?

Para los agresores no hay sanción, la ley general de derechos de niños y niñas y adolescentes no es aplicada. El sistema nacional de protección integral a la infancia es letra muerta y este gobierno los hace fantasmas para erradicar programar que velan por sus derechos, para negar la realidad o para lo que se necesite.

Y lo vemos en el caso de las estancias infantiles, en la violación de derechos de los niños con cáncer en la cámara de diputados, como negarles su derecho a la educación básica porque simplemente no es redituable la inversión rumbo a las urnas. La no búsqueda de los niños desaparecidos. Las niñas y niños migrantes explotados, víctimas de la trata y la misma policía. Encerrados y nadie hace escándalo.

Son la infancia fantasma, que en muchos casos, están condenados a empuñar un arma en un futuro.

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