**ALMA GRANDE.
/ Por Ángel Álvaro Peña /
La congregación alrededor de la figura del presidente de la república arrojó una serie de interpretaciones que muestran la antipatía o las simpatías sobre su persona, más que por su proyecto de nación. El crecimiento de la personalidad de López Obrador es responsabilidad de una oposición que no supo cómo detener este fenómeno social.
Los partidos contrarios al gobierno atribuyen que el gobierno federal no hace nada, pero ellos tampoco. Muestra de ello es que en tres años no han podido diseñar un líder que los encabece, mientras la popularidad del jefe del Ejecutivo aumenta y su aceptación en el país oscila entre el 58 y el 71 por ciento. Lo cual es muy bueno para cualquier presidente de México a la mitad de su sexenio, que es la época más desgastante de su gestión.
En el ámbito internacional la figura del presidente de México es aceptable, más que cualquiera de sus antecesores y se han incluso copiado esquemas de gobierno como la idea de Sembrando Vida, en más de un país. El problema del Presidente, y serio, por ciento, está adentro, con una dirigencia del partido escogida por el INE y no por las bases, con una serie de impugnaciones que demeritan a la organización que encabezó hasta el momento en que se convirtió en candidato a la Presidencia de la República.
Está en casa el enemigo, y eso pareciera no advertirlo el jefe del Ejecutivo ni darse cuenta nadie de quienes consideran que el partido es hegemónico, invencible. Puede serlo en las urnas, que es una especie de hilo que hilvana su unidad, pero sin elecciones a la vista Morena puede desmoronarse de un momento a otro, sobre todo cuando López Obrador ya no esté al frente del gobierno.
Los errores de la cúpula de Morena son muchos, y repercuten incluso en la imagen del presidente de la república. Sus propios correligionarios se convierten en enemigos involuntarios y en saboteadores inconscientes de las obras que ellos mismos defienden. Pero la falta de experiencia en el poder los hace ver todavía como expertos disidentes y ni siquiera llegan a ser novatos en el ejercicio del poder.
Para nadie es un secreto que los integrantes de Morena actúan como si no tuvieran guía, ni su partido tuviera estatutos ni su líder marcara límites y estableciera modelo a seguir. En todas partes del país no falta un morenista que actúe no sólo fuera de los reglamentos implícitos y explícitos de Morena, sino contra la ley, que es todavía más grave.
Tal es el caso de las selecciones de candidatos para las elecciones de 2021, donde Mario Delgado había asegurado que se trataba de una encuesta y cuando se le pidieron las facturas para que mostrara las empresas que habían realizado dichos estudios simplemente se descubrió que no había habido encuestas, todo fue como siempre, de a dedazo.
Pero hay cosas más graves dentro de Morena que no dejan de desgastar al gobierno federal y que tienen que ver con la repetición de conductas de los viejos regímenes, sobre todo en oficinas de gobierno, y no se diga en el Poder Judicial, el cual siempre ha tratado de estar lejos de la 4T, pero muy cercana a la corrupción.
También dentro de este ámbito algunos morenistas han sabido combinar autoritarismo político y represión judicial, sin que haya poder humano que se los impida y que aceptan de manera considerable el ejercicio de su proyecto político, como el caso de la aplicación de la ley llamada ultrajes a la autoridad, que de inmediato fue denominada la Ley Franco, por ser aplicada por primera vez en esta época al exsecretario de gobierno de Miguel Ángel Yunes Linares, Rogelio Franco Castán, a tres días de regresarle la vigencia a dicha normatividad. En realidad, este castigo se utiliza cuando no hay delito que perseguir, pero quieren deshacerse de la persona porque políticamente les estorba o simplemente por venganza.
En actitudes como ésta es cuando la 4T sufre descalabros de los que difícilmente puede escapar, y menos aún justificarse. Tal vez por ello surgió del pasado una voz discordante subrayando los errores, que en realidad son asignaturas pendientes, pero no faltan críticos que consideren que en tres años el presidente debió cumplir con todas y cada una de las promesas de campaña, y si no las cumple en tres años es que ya no las cumplió, según criterios como el de Cuauhtémoc Cárdenas, quien en algún momento se dijo de izquierda, luego se fue a la derecha y ahora se dedica a diagnosticar quién pertenece a cada lado, tratando de quedar en el centro, cómplice de las decisiones sin postura y definición.
Cuauhtémoc, con poco sentido del humor como siempre, no permite ni sarcasmos ni estrategias complejas en la política y ve la realidad política desde una perspectiva plana, sin matices, maniquea. Cuando son tiempos de leer entre líneas, ver detrás de los gestos, interpretar discursos y adivinar posturas.
Lo cierto es que pareciera que la carga de la 4T la lleva solo el Presidente, tal vez por ello tiene tanta simpatía. La población sabe que trabaja, por lo menos labora más horas que los anteriores presidentes de quienes nunca se sabía qué hacían, a pesar de que nosotros les pagábamos el salario.
Las especulaciones seguirán alrededor del presidente y la 4T que, a pesar de todos, son los que crean la agenda informativa. PEGA Y CORRE. – Aunque es tiempo de nacimientos, el Tribunal Electoral quiere resucitar al partido Fuerza por México, organización que tiene la oportunidad de volver para darle variedad al panorama electoral de México…
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