/ Emilio Lezama /
AMLO no está solo’ leen varios espectaculares y pancartas repartidos por el país de cara a la revocación de mandato. La frase no es casualidad. El secreto de la popularidad del Presidente pasa por la forma en la que ha construido su narrativa. A diferencia de otros ex-presidentes, López Obrador no habla para informar, habla para contar. El Presidente no se posiciona ni rinde cuentas, sino que teje un relato en el cual involucra a una buena parte de la población, una parte de la población que había sido marginada de las narrativas de país por varios sexenios.
AMLO nunca habla desde el Yo, sino del ‘Nosotros’ y para demarcar claramente los márgenes y fronteras de un ‘nosotros’ que es vago, iluso y caprichoso, ha hecho un gran trabajo en construir el territorio del “ellos”. El ‘nosotros’ no está definido por una identidad intrínseca y clara, sino por no ser ‘ellos’, un grupo al que puede entrar cualquier antagonista al presidente. Por eso, el ‘No estás solo’ funciona bien dentro de sus bases, porque hace un llamado al ‘nosotros’ a manifestarse, a dar una constatación física de su existencia.
La genialidad del relato de AMLO es que está construido como una epopeya: un héroe que simboliza las virtudes del pueblo y por lo tanto se funde en él, se enfrenta a la adversidad. Se trata de una épica que está todo el tiempo en construcción, porque los enemigos abundan y acosan constantemente al héroe. No hay tregua, ni tiempo para analizar la última batalla, en el horizonte ya están los nuevos enemigos. El éxito del relato es que es inclusivo; él es el héroe, pero las batallas las da en nombre y con la ayuda del pueblo. Es la batalla de todos contra unos cuantos.
A mucha de la élite económica e intelectual del país no les hace sentido. Piensan equivocadamente que el relato de AMLO es un relato de exclusión y polarización. Lo que en realidad sucede es que ellos han sido excluidos del relato, y a través de su exclusión, el presidente ha logrado incluir a todos los demás. Hay mucha incomodidad en estos grupos sociales porque por primera vez en muchas décadas están fuera del quehacer político y sus métodos son ineficaces para restaurar su influencia perdida. Por un lado la realidad los ignora, y por el otro, el relato los utiliza. Es cierto que como toda epopeya, la de AMLO abunda en lo sobrenatural, en la exageración, en la manipulación. Pero también como toda epopeya, la de AMLO se mide por la fuerza del relato no por su apego a la verdad.
La épica de AMLO funciona con dos tipos de incentivos; la lucha diaria y los símbolos palpables de la victoria. La lucha diaria la relata desde su conferencia matutina, ahí nombra al enemigo en turno y al hacerlo, reúne a su tropa, el ‘nosotros’ contra un nuevo enemigo. AMLO no gobierna, lucha. Por otro lado, la victoria la simbolizan sus obras insignias y por eso se obsesiona tanto con lograrlas a pesar de lo absurdas que puedan ser. Las obras y políticas son las victorias palpables del bien sobre el mal, son la única manera de constatar las hazañas del héroe frente a la adversidad. Todo sigue una lógica de David contra Goliat. La lucha diaria nunca acaba así que se necesitan referencias de que el héroe sigue venciendo. El aeropuerto, el tren maya y la refinería obedecen a la misma lógica. Como políticas públicas pueden carecer de sentido, pero como arcos de la victoria permanecerán en la geografía y en la mente. Ahora, la revocación de mandato es la oportunidad de volver a unir al ‘nosotros’ en torno a una causa, volver a darle gasolina al relato: un obstáculo más que el héroe, y por lo tanto, el pueblo debe surcar.
La epopeya de AMLO ha permitido triunfar a los que siempre habían perdido. Es un triunfo narrativo, no empírico, pero es más que lo que jamás han tenido. Todos los días AMLO les habla a ellos y los convoca a su lucha. Cada mes reciben un subsidio económico que antes no tenían. Cada vez que el presidente inaugura un aeropuerto que ellos nunca van a usar, o una refinería que a ellos les va a afectar, se voltea y les dice, este es SU triunfo. Nadie nunca los había incluido, nadie nunca les había dicho que podían ganar. Qué importa que su triunfo no se manifieste en su calidad de vida o prospectiva de desarrollo, por primera vez están incluidos en la narrativa de los vencedores.
Del otro lado, la oposición política e intelectual sigue hablándose a sí misma. Sus términos del debate siguen siendo los mismos, los métodos también, solo que ahora son inefectivos. Sobre todo, carecen de capacidad narrativa. No tienen cuento que contar o no han sabido contarlo. No se han dado cuenta que está es una lucha de relatos, de cuentos, y ellos no tienen uno convincente. AMLO lleva décadas tejiendo uno, uno que incluye a mucha gente. Mientras tanto la oposición no narra, sólo se opone. Con ello, asumen el rol que AMLO les ha otorgado en la historia: oponerse al paso del héroe. Legitiman el cuento. La historia que teje AMLO es la de David vs Goliat, la de la oposición es la de ellos contra AMLO. ¿Cuál es más poderosa? Hay dos maneras de derrotar a una buena historia, una de ellas es logrando que la historia sea ignorada, la otra, es contando una mejor.
Analista político