La nueva hepatitis

LINOTIPIA

/ Peniley Ramírez /

A finales de abril, un niño de tres años en Hidalgo comenzó a sentir malestar y fiebre. Su familia lo llevó con un médico privado. Le diagnosticó una infección común y lo mandó a casa. Unos días más tarde, no mejoraba. Lo internaron en un hospital público de Tulancingo. El malestar y la fiebre empeoraban y le dolía el abdomen. El 1 de mayo, lo diagnosticaron con hepatitis (inflamación en el hígado). Cinco días después, lo trasladaron a Pachuca. Su piel y sus ojos comenzaron a tomar un color amarillento, típico en los pacientes que tienen una inflamación que aumenta rápidamente, y los médicos clasifican como hepatitis aguda.

Usualmente las personas se enferman porque adquieren uno de los virus de hepatitis: A, B, C, D, E; o consumen en exceso alguna sustancia particularmente tóxica al hígado, como paracetamol o alcohol. Los virus B y C son más frecuentes en adultos, evolucionan lentamente y pueden llevar a una enfermedad conocida como cirrosis, que obliga a que se necesite un nuevo hígado. El virus más común en niños es el tipo A. Por lo general, se trata con medicamentos y tiene una evolución rápida. Pero un pequeño número de infantes se agrava con una “hepatitis fulminante”, que también necesita un trasplante de hígado.

El cuadro médico de este niño era diferente a los usuales, con una evolución muy acelerada. Los médicos lo trasladaron al hospital La Raza, en Ciudad de México. Allí no encontraron ningún rastro de todos los tipos de hepatitis conocidas. Tampoco padecía Covid-19, ni había noticia de que se contagiara anteriormente. Nadie en su familia estaba diagnosticado con hepatitis ni Covid y, a sus tres años, no estaba vacunado para coronavirus. Sólo hallaron restos de rinovirus y enterovirus, microorganismos que no están relacionados con la hepatitis.

Su cuerpo seguía deteriorándose. Murió el miércoles en la madrugada, con insuficiencia hepática. Su hígado no era capaz de procesar toxinas en su cuerpo ni de impedir que llegaran, por ejemplo, al cerebro. No logré contactar a la familia para saber si les ofrecieron un trasplante de hígado. No hubo tiempo siquiera de evaluar si era compatible para un trasplante, me dijo Efraín Benítez, secretario de Salud de Hidalgo, quien me relató los pormenores del caso. Benítez me aseguró que el Instituto de Diagnóstico y Referencia Epidemiológicos, el más importante del país para detectar enfermedades, confirmó que no tenía ninguno de los tipos de hepatitis conocidas.