Murió Edith Aron, la mujer que inspiró a la Maga de Julio Cortázar

/Redacción/ La Nacion.Ar/Celina Chatruc

¿Qué mujer en los años 60 no quiso ser La Maga? Esa musa de Julio Cortázar que enamoró al protagonista de Rayuela en las calles de París y que estuvo inspirada en una joven real: Edith Aron, fallecida dos meses atrás en Londres por causas que podrían haber estado relacionadas con el coronavirus.

La escritora, de 96 años, pasó los últimos cuatro en reposo en su hogar, como consecuencia de una lesión en la rodilla. “Oficialmente murió de neumonía y de una falla del riñón, aunque en realidad no se sabe muy bien -dijo a LA NACION su hija, Joanna Bergin-. Pudo haber sido provocada por el coronavirus pero no la testearon y falleció apenas dos horas y media después de haber sido internada. Había hecho un esfuerzo muy grande para mantenerla alejada del hospital durante este tiempo, pero ese día no tuve otra opción que llamar a la ambulancia. Et voilà”.

Aron y su hija Joanna, retratadas por José LasherasAron y su hija Joanna, retratadas por José Lasheras Crédito: Gentileza Joanna Bergin

Para entonces, Gran Bretaña ya se había convertido en el segundo país del mundo con más muertes provocadas por el Covid-19. Lo curioso es que, si esa fue la verdadera causa, habría compartido un destino similar a los de Cortázar y su última esposa, Carol Dunlop: según la escritora uruguaya Cristina Peri Rossi, su amigo no murió de leucemia como se cree sino de sida, enfermedad sobre la cual no había mucha información a principios de la década de 1980.

Las casualidades, ¿existen?
“Un encuentro casual era lo menos casual en nuestras vidas”, dice Horacio Oliveira, el protagonista de Rayuela, al referirse a la Maga. Y algo de eso hubo en el comienzo de la relación entre Cortázar y Aron. La primera vez que hablaron, se reconocieron en una librería de París tras haberse visto de lejos en un viaje de tres semanas en barco desde Buenos Aires a Europa, en 1950. Ella había nacido 27 años antes en una familia judía en el Sarre, una región de Alemania ubicada en el límite con Francia y Luxemburgo, y emigró a la Argentina poco antes de la Segunda Guerra Mundial.

“Nos volvimos a cruzar en el cine, viendo Juana de Arco. Luego, en los Jardines de Luxemburgo. El estaba muy influido por los surrealistas, que creían que las coincidencias eran algo importante, así que me invitó a tomar algo, me leyó un poemita y hablamos de amigos comunes en Buenos Aires”, dijo Aron al revelar la verdadera historia por primera vez a LA NACION revista, en 2004.

Edith Aron, retratada por su hija días antes de cumplir 95 años
Edith Aron, retratada por su hija días antes de cumplir 95 años Crédito: Gentileza Joanna Bergin

Pronto supo dónde encontrarla. “Cortázar trabajaba en una exportadora de libros en la esquina de mi casa en París, y venía a verme para almorzar”, recordó Aron sobre esa época en la cual el escritor ya había iniciado una relación con su futura esposa Aurora Bernárdez, que aún estaba en Buenos Aires. “¿Qué me vio? No sé, ¡yo era simplemente una chica buena y agradable!”, agregó al recibir a Juana Libedinsky en su pequeño departamento del barrio St. John’s Wood.

“¿Usted estaba enamorada?”, quiso saber la periodista. “No lo sabía -respondió Aron-. Cierta noche Cortázar me dijo que Aurora vendría a pasar fin de año a París, y me preguntó qué era más importante para mí, Navidad o Año Nuevo. No sé por qué le dije que Año Nuevo, que Navidad la iba a pasar con mi papá. Cuando nos volvimos a ver, él había pasado Navidad con Aurora y se había decidido por ella. Fue sólo al perderlo que me di cuenta de que lo quería”.

La Maga, sin embargo, los uniría para siempre. Cuando se publicó Rayuela, en 1963, “todas las muchachas de la Facultad querían ser la Maga -le dijo a Libedinsky Julio Ortega, editor de la edición crítica francesa de Rayuela y profesor de literatura de la Universidad de Brown-; y todos los hombres querían buscar su Maga, la fantasía masculina de la mujer enigmática que se relaciona con las fuerzas más intuitivas con una sabiduría inocente”.

De todos modos, la vida continuó. Tras trece años de vivir en París Aron se mudó a Berlín, donde tradujo obras de literatura latinoamericana. Durante una visita a Londres conoció a John Bergin, un artista inglés con el que viviría unos años en Buenos Aires. Allí nació Joanna y poco después regresaron a Londres, donde se separaron.

“Mi madre fue una mujer fuerte e inteligente. Necesitó ser muy fuerte para criarme sola aquí en Londres, su cuarto país, y en inglés, su cuarta lengua”, dice Joanna, que hoy es cantante y fotógrafa. Como a Cortázar, nada le parece casual: murió el 25 de mayo, un día después de que LA NACION publicara en el suplemento especial LN Te Acompaña un fragmento de aquella entrevista de 2004. “Fue su propia revolución -opina-, que le permitió la independencia”.