- El Ágora
/ Octavio Campos Ortiz /
Arrancan las campañas del proceso electoral 2024 y las dos candidatas presidenciales difundirán profusamente sus primeros spots con el tema de la seguridad. La exjefa de Gobierno hará hincapié en su aparente disminución de la incidencia delictiva en la CDMX, calca de la narrativa presidencial -ese es el guion que debe seguir-, hablará del combate a las causas del crimen y del concepto de cero impunidad, algo difícil de lograr y de creer cuando solo se resuelven cuatro de cada cien delitos denunciados. Mientras tanto, la abanderada opositora promete abandonar la fallida política de “abrazos y no balazos” y enfrentar con el uso legítimo de la fuerza a la delincuencia organizada y eficientar a las policías para lograr la paz pública.
Ambas propuestas o promesas de campaña son encomiables, pero ninguna de las dos ataca el problema de manera integral y de raíz. La solución al fenómeno de la inseguridad no radica exclusivamente en combatir la pobreza, dar empleo o más educación a los mexicanos, porque el delito es una conducta consustancial al ser humano. Siempre habrá un Caín y un Abel, un enfermo mental proclive a los ataques sexual, el golpeador familiar; en la condición humana está presente, como en la fábula del escorpión y la rana, la envidia, el deseo de poseer los bienes de otros, la ambición de poder, no solo política. Nunca acabarán las conductas antisociales, a pesar del pacto social, el cual solo previó el acabar con la justicia de propia mano para dar paso a la venganza institucionalizada. No hay readaptación social. Cabe señalar que hasta en los países nórdicos persiste el delito.
La gente que delinque no lo hace necesariamente por hambre o falta de empleo, sino porque está en su naturaleza, por lo que la tarea del cualquier gobierno es disminuir razonablemente la criminalidad y mantener estándares aceptables de convivencia social. Decía el exprocurador Ignacio Morales Lechuga -como verdad de Perogrullo-, que la ciudad más limpia no es la que tiene más camiones recolectores y más barrenderos, sino la que tira menos basura y la ciudad más segura no es la que tiene más policías y patrullas, sino la que comete menos delitos.
Para reducir la criminalidad y lograr un mayor margen de seguridad se debe hacer énfasis en la prevención del delito, eso es lo que deben ofrecer y garantizar los candidatos a cargos de elección popular, antes de pensar en reducir la impunidad o hacer más rigurosas las condenas. Ninguna de las dos aspirantes ha dicho una palabra sobre prevención del delito. En países como Singapur o Corea, la policía preventiva juega un papel fundamental para garantizar la seguridad pública y no requieren de armamento sofisticado para disuadir la comisión de los delitos. El esquema se basa en eficientar los sistemas de inteligencia preventiva a través de la información y la videovigilancia.
En México, el INEGI levanta la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana y la Encuesta Nacional de Victimización y Percepción sobre Seguridad Pública, instrumentos que pueden ser utilizados para definir una verdadera política pública sobre el tema. Las secretarías de Seguridad Ciudadana federal, estatales y municipales cuentan con las cámaras de videovigilancia en los C-5 y los C-2, pero no tienen una estrategia articulada para su utilización.
Del levantamiento estadístico que hace el INEGI se pueden tomar los datos que permitan crear un plan nacional de Seguridad y replicarlo en entidades y ciudades.
¿Cuáles son los puntos donde se siente menos seguro el mexicano, especialmente las mujeres? El trasporte público, seguido de los cajeros automáticos en la vía pública, la calle, el banco, los parques, el mercado, el automóvil, el trabajo, la escuela y la casa en último lugar. Con esa información se puede desplegar un programa de prevención de los ilícitos.
¿Cuáles son las conductas antisociales que percibe el ciudadano como generadoras de delitos y que abona a su percepción de inseguridad? El consumo de alcohol y droga en las calles, la venta de drogas, presenciar robos o asaltos, el pandillerismo, riñas entre vecinos y el conocimiento de algún homicidio a través de los medios. Ese comportamiento humano es el que debe atender la policía preventiva.
Finalmente, los candidatos están obligados a cambiar la percepción de confianza en las autoridades, ya que las policías de tránsito, municipales y estatales son los servidores públicos con los cuales el ciudadano no quiere tener contacto.
Recobrar la paz social y la tranquilidad pública no se logra con “abrazos y no balazos” ni únicamente con el uso legítimo de la fuerza, sino con plan de seguridad pública basado en la prevención del delito.