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La balanza .

**La Corte

/ Azul Etcheverry /

e llevó a cabo el pasado 5 de octubre la tercera edición del Diálogo de Alto Nivel sobre Seguridad entre México y Estados Unidos. Este mecanismo bilateral surge para sustituir a la Iniciativa Mérida creada en 2008 por la demanda del expresidente Felipe Calderón por una responsabilidad compartida en la seguridad regional y el tráfico de drogas.

El mecanismo se ha mantenido desde hace ya más de 10 años por el interés conjunto, el surgimiento de nuevos retos y los recursos destinados del gobierno estadunidense, tres mil millones de dólares aproximadamente por año.

A pesar de que su objetivo principal es idear estrategias bilaterales para controlar y reducir la violencia e inseguridad en ambos lados del río Bravo, vemos que la espiral de violencia está lejos de ser apaciguada.

¿De qué ha servido entonces este mecanismo bilateral? ¿Ha servido? Sí y no.

Los objetivos principales antiviolencia han sido difíciles de atajar, pues, la realidad transfronteriza sobre drogas y seguridad ha logrado adaptarse a escenarios complejos como la pandemia, mientras que las iniciativas han sido sólo reacciones, es decir, no se han podido anticipar aún por la cambiante realidad internacional, sin embargo, este grupo binacional cumple también con objetivos políticos, además de los de políticas públicas binacionales.

Para ambos países, uno de los objetivos compartidos del Diálogo es generar confianza mutua. Esto, en la cartera individual de negociación de cada uno, se traduce en no dejar que la balanza se incline del lado propio y mantenerla en equilibrio, por ejemplo, para México, el grupo es un foro para mostrar las cosas que México sí ha hecho y así calmar las inquietudes de Washington respecto al compromiso de México en la materia.

Incluso nuestro país también está en posibilidad de exigir las acciones que considere necesarias a su vecino para acercarse a la solución de problemas, por ejemplo, mencionando el tráfico de armas de Estados Unidos hacia nuestro país.

En esta última edición los resultados sugieren una actitud más activa que pasiva de México, pues entre los compromisos destacan la consideración de medidas mutuas para alcanzar una movilidad segura, ordenada y regular, consideración a las millones de personas mexicanas indocumentadas en el vecino país y cooperación mutua para aumentar la capacidad económica binacional.

No sólo México ha logrado imponer en la mesa sus propios intereses, sino también ser propositivo para revitalizar la agenda del grupo hablando incluso de la esfera económica como eje transversal para mitigar violencia e inseguridad.

Ahora, frente a la alta tensión política que resulta de las elecciones en aquel país y cómo este suceso reaviva los discursos de odio e ideas radicales como la construcción de un muro, el grupo puede ser una herramienta para comenzar de nuevo en política exterior, mostrar una postura firme, que defienda la autonomía nacional y también a nuestros connacionales en Estados Unidos.

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