De memoria
Así la calificaba Carlos ¡Monsivais, trepado en su trono de piel, rodado por sus gatos y siempre contando con el aplauso unánime de sus adoradores que eran también, por cierto, sus lectores.
Había programas inteligentes, el nuestro muy destacadamente, y algunos que conducía Paco Malgesto, un cronista taurino que migró a los programas de interés general.
Les imprimió un espíritu populachero que los acercaba al grueso del público. Hombre de vasta cultura, tomaba con dos dedos el lóbulo de una oreja, sonreía y con voz muy clara pedía a su interlocutor la ampliación de su comentario.
Así introducía conocimientos ciertos entre el público que lo idolatraba. Con Héctor Anaya y Agustín Granados participábamos en un desayuno con políticos de alto nivel. Paco moderaba, Héctor aportaba comentarios y juicios informados; Agustín era el ingenio, la desacralización de determinados hechos y yo, el ácido el comentario agrio que irritaba al invitado.
Por esa época logré colarme a Excélsior cuando ¡Miguel López Azuara, otro de mis ángeles guardianes, me llevó con Julio Scherer.
A la vez mantenía vínculos afectivos con la agencia española EFE en la que había colaborado brevemente hasta que un infeliz, Carlos Viseras, que fue fundador de la oficina mexicana, “denunció” ante el subdirector García Gallegos, en Madrid, que yo ademas de agente cubano era enemigo personal del presidente de Mexico.
De nada sirvieron los avales de José Antonio Rodríguez Couceiro, del delegado Francisco Rubiales y de otro par de delegados. A GG le temblaron las corvas y pidió mi retiro.
Platicando con Malgesto después de un programa, le comenté que era gran amigo de Francisco Rubiales. Respondió que sí, que éramos buenos amigos.
Comenté que era amigo de Malgesto y colaborador de Rubiales y le pedí que me permitiera presentarle a Paco Rubiales. Le expliqué y esa noche en uno de los programas de variedades más exitoso del país Paco Malgesto presentó a Francisco Rubiales y luego se presentó a sí mismo: Francisco Rubiales.
Fue un juego de inteligencias, bromas, anécdotas y la infructuosa búsqueda de lazos de sangre.
Tiempo después, ya fallecido Malgesto y a cargo de la sección internacional de Unomásuno, publiqué una extraordinaria crónica firmada por Paco Rubiales en China.
Esa información marcó la pauta para otros corresponsales que no se atrevían a contar lo que presenciaban. No lo aseguro, pero creo que después de eso, los Rubiales, uno de los hijos nacido en México, fueron trasladados a Roma, donde vivían en un palacete con frescos medievales y balcones a la Piazza Navona.
La información publicada en primera plana del diario con la firma del corresponsal me costó broncas, amenazas, una demanda y el anuncio de una madriza.
Creo que la mujer se llama Marcela y es hija de Malgesto. La señora, histérica, pedía que se aclarara en la primera plana del medio, que Francisco Rubiales sólo hay uno “y es mi papá, Paco Malgesto”.
Varios días la atendí le di toda suerte de explicaciones, le comenté como se genera la nota, en fin lo suficiente para que entrara en su cabecita oxigenada, por fuera, la imposibilidad de su pretensión.
Dejé de responderle el teléfonos cuando se vio impotente y pasó a amenazas y advertencias.
En la década de los 40 entonábamos un sonsonete que anunciaba: la televisión/ pronto llegará/yo te cantaré/y Tú me verás.
Ni idea, un detective de historieta gringa hablaba por teléfono con su reloj de pulsera y allí recibía imágenes de sus interlocutores.
Vaya inventiva de los autores, sólo superados por una película cuyo nombre nunca he podido recordar, en la que en la pared estaba colgada como foto familiar una televisión.
La señora de casa mientras miraba la pantalla, tomaba un paquete, lo metía por un agujero se supone que a un horno y al instante salía por el otro lado la comida lista para consumir.
Nos asombraba la imaginación de quienes nos mostraban chunches imposibles. Bueno, hoy tengo mi pantallota y el microondas. Y yo nunca canté pero sí me vieron…