*LINOTIPIA .
/ Peniley Ramírez/
El juez Brian Cogan lucía más delgado este miércoles que la última vez que lo vi. Durante semanas en 2023, pasé horas frente a él, mientras presidía su juzgado en una corte federal en Brooklyn. En aquellos días, Cogan escuchaba los testimonios de muchos que han protagonizado el narcotráfico en México. Esos hombres relataban sus crímenes sin tapujos; explicaban cómo el criminal acusado en el caso los ayudó a cometerlos.
Conozco bien al criminal en el caso. Lo he investigado durante años. Es un hombre de cabello corto, mirada esquiva, labios apretados. Cuando está muy molesto, entrelaza los dedos y se queda quieto, mientras enrojece, como si se ahogara.
Esta semana, Cogan anunció en una audiencia cuántos años el criminal estará preso. El criminal se veía nervioso, enfundado en un traje azul en el que apenas cabía. Cuando le anunciaron que podía hablar, Genaro García Luna, el criminal, se puso de pie, bebió agua y comenzó a leer, con las palabras atropellándose. En el público, entrecerrábamos los ojos y aguzábamos el oído, tratando de entenderlo.
“Es la primera vez que hablo públicamente sobre mi caso. Y quisiera refrendar a mi familia y a mi país que no he cometido ningún delito”, dijo. Desde una banca, la hija del criminal asentía, emocionada. “No soy la persona que dicen los tribunales. Mi profundo deseo es regresar con mi familia”.
Cuando terminó de hablar, el criminal esperó la sentencia. Su abogado pedía 20 años, el mínimo para los delitos de narcotráfico por los que fue declarado culpable. La Fiscalía pedía cadena perpetua.
Yo esperaba una intervención breve del juez: cuántos años de cárcel. Quizá por eso me sorprendí cuando Cogan comenzó su discurso, dirigiéndose al criminal. “La conducta acá es tan seria, las ofensas son tan abrumadoras, que realmente debe enviarse un mensaje a muchos servidores públicos y facilitadores”, dijo.
Y entonces describió al criminal, como nunca vi que alguien lo hiciera. “He visto a personas como usted, que trabajan para el gobierno y viven una doble vida, lucen elegantes y buenas personas, mientras facilitan el negocio a los traficantes. Vi la lista de premios que envió la defensa. Todos esos premios son una cobertura que le permitía mantener su imagen. Usted es culpable de estos delitos, señor”.
Mientras Cogan hablaba, el criminal mantenía las manos quietas, casi sin pestañear. En la corte pendía un ambiente denso. En algún momento, pensé que me desmayaría.
“Usted tuvo una doble vida. Si le hago una prueba de polígrafo y le pregunto si respeta la ley, estoy seguro de que pasaría la prueba. Usted se engaña a sí mismo. Su conducta refleja que usted es como ‘El Chapo'”, continuó Cogan.
Luego, el juez dijo que la estancia del criminal en una cárcel en Brooklyn, en los últimos cinco años, refleja su doble vida. En ese tiempo, el criminal se ganó el respeto de guardias y compañeros, y también intentó sobornar a otros presos para que testificaran a su favor. A pesar de esto, Cogan dijo que no lo sentenciaría a cadena perpetua, para “darle una luz al final del túnel”, porque “usted tiene una familia y usted no es solamente las cosas horribles que hizo”.
Le impuso 38 años de cárcel, de los que cumplirá al menos 25, considerando el tiempo que ha pasado en prisión y las reducciones que puede obtener por buena conducta. Además, el criminal debe pagar dos millones de dólares de multa.
Cuando Cogan terminó de hablar, el criminal se quedó quieto, hasta que le anunciaron que debía irse. Su vida de sentenciado comenzaba ahí mismo. Afuera de la corte, una pléyade gritaba que la condena era injusta. Esperaban la cadena perpetua. En la prensa leí algunas posiciones similares.
Como periodista que he cubierto el caso tantos años, esta sentencia no me decepciona. Es una confirmación de nuestro trabajo, a veces hecho bajo muchísimo riesgo. Esta sentencia es un legado al periodismo.
Brindo por ello, como brindo por escuchar, de boca de un juez, que Genaro García Luna, el hombre en quien Felipe Calderón confió la seguridad de México, es un criminal, que tenía una doble vida, que ayudó al Cártel de Sinaloa a construir su poder, que no es mejor que “El Chapo”.