/Eduardo Sadot/
Cuando Porfirio Díaz asumió que tenía el rechazo de su pueblo, que exigía democracia, renunció al cargo de presidente el 25 de mayo de 1911, entre las líneas de su renuncia mencionamos que escribió “…lo hago con tanta más razón, cuanto que para retenerlo sería necesario seguir derramando sangre mexicana, abatiendo el crédito de la Nación, derrochando sus riquezas, segando sus fuentes y exponiendo su política a conflictos internacionales.”
No obstante, lo satanizado del personaje, tuvo el valor de intentar evitar ensangrentar a la patria, sin embargo el caudillismo que le sucedió provocó tal derramamiento de sangre que tal vez si se hubiese empeñado en pacificar al país y transferir el poder en calma México se habría ahorrado muchas vidas de mexicanos.
Después de esa lucha armada en fechas más recientes se dio la Revolución Democrática donde el derramamiento de sangre fue menor, dos muertes significativas en el proceso: el de Román Gil, un técnico de informática atento y servicial de complexión delgada y Xavier Ovando jurista y exprocurador del Estado de Michoacán. Por cierto entonces Bartlet prometió investigar y dar con los culpables, que resultaron judiciales de Michoacán. A pesar de todo, la última revolución se vio privilegiada finalmente por la sensibilidad de quienes ostentaban el poder, el PRI, lo que permitió la creación, primero de la ley LOPPE durante el gobierno de López Portillo, después la autonomía del árbitro electoral al elevar a categoría de Organismo Autónomo al Instituto Nacional Electoral, luego la creación otros organismos autónomos se pavimentó el camino del México democrático.
Hoy ante las aspiraciones totalitarias del periodo de gobierno de 2018-2024 México sufrió un retroceso con la demolición de las instituciones en aras de un gobierno dictatorial.
Después de la revolución democrática arribamos “al gobierno de los jueces” que definió Tocqueville, cuando los jueces se asumen custodios y vigilantes del respeto al derecho y a las instituciones.
Hoy precisamente México está en peligro de caer en un retroceso institucional que pondría en riesgo el futuro de las generaciones de los próximos cincuenta años y precisamente hoy se inicia la revolución del derecho, del Estado de Derecho, de los juristas y de los jueces, es la segunda revolución moderna en México que esperamos no se vuelva una revolución sangrienta, el poder judicial es la única institución que puede detener a la oclocracia – el gobierno de las cloacas o de las muchedumbres de la que habló Polibio – las mismas que asesinaron a miles en Francia en la época del terror con Robespierre, las que se desataron con la independencia y destruyeron Guanajuato, las que se desbocaron en 1917 y que tardaron en regresar la paz donde no se tiene la seguridad que se haya terminado si en 1920 o 1924, y que el gobierno 18-20 volvió a destapar la caja de Pandora.
Hoy, solo los ministros de la Suprema Corte pueden detener el asesinato de la república. En principio, la histórica resolución proyectada por el ministro González Alcántara es el clavo caliente al que puede asirse todavía México. Hoy las manifestaciones en todo el país son el grito desesperado de México, para frenar a la oclocracia.
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