ALMA GRANDE
Por Ángel Álvaro Peña
Todos aquellos que sirvieron de cómplices a las corruptelas de quienes ahora son señalados como culpables de actos de corrupción en la administración pasada, ahora le dan la espalda y la dejan sola. Incluso, no faltará quien la señale con pruebas o sospechas.
La limpieza de la actual administración en cuanto a transparencia de sus acciones depende directamente del castigo, de preferencia ejemplar, de los anteriores funcionarios públicos. Si los actuales burócratas no perciben legalidad y, sobre todo, el fin de una época de corruptelas, podrían, algunos de ellos, tratar de preservar esa tradición en la administración pública.
En el caso de Rosario Robles, sus más cercanos colaboradores ni siquiera aparecen en público y sólo se sabe que se amparan para aplazar que caiga sobre ellos el peso de la ley. En el silencio de los medios y la oscuridad de la complicidad lo único que se sabe de ellos es la búsqueda de impunidad a través de un amparo.
A pesar de la necesidad de limpiar la administración pública no existe una disciplina honesta en el manejo de los recursos en algunos niveles de gobierno. Hay gobernadores que no pueden evitar caer en la tentación, lo mismo sucede con algunos presidentes municipales que todavía no tienen conciencia de que los mismos que ahora los alientan para que roben, después serán los primeros en señalarlos para inculparlos, todo a cambio de su propia impunidad.
El nivel de Rosario Robles representa el eje no sólo de un delito orquestado por varios funcionarios públicos sino que es el punto central que puede dividir al grupo del gobierno anterior, ya de por sí desmembrado desde el momento de la derrota electoral.
Desde el expresidente de la República, hasta un subdirector, hay culpabilidades basadas en sospechas que no les permiten a algunos dormir tranquilos, mientras exista una amenaza sobre sus personas. Ellos saben que una vez señalados como sospechosos su destino es la soledad. Una soledad inevitable, casi una sentencia, como si la culpabilidad fuera contagiosa le huyen a los culpables como si ellos fueran inocentes.
La enfermedad y la culpabilidad son sinónimos a la hora de buscar desesperadamente la impunidad, cuando, en realidad, todos son culpables. Unos en diferente medida que otros, pero todos implicados. Saben que de padecer esa enfermedad llamada sospecha, los amigos se alejarán y los cómplices se esconderán.
Las investigaciones deberían tener también como punto de referencia los lugares donde los amparos se regalan como si fueran volantes, ahí es donde cada uno de los implicados pareciera sentirse avestruz, escondiendo la cabeza mientras el resto del cuerpo está al descubierto.
Ninguno saca la cara por nadie, al contrario, consideran que si señalan a alguien y lo califican de corrupto, la acción de la justicia no pone atención en su persona por implicada que esté. La traición es el cheque en blanco que compra la impunidad, ya sea como una especie de testigo protegido o como un soplón al que le deben disminuir su pena a cambio de información.
La aplicación de la justicia no es cuestión de suerte. No se trata del casino del delito, donde mientras más se denuncie a los cómplices más se gana en la ruleta del crimen. La limpieza debe ser total y el castigo ejemplar no sólo para cumplir con una de las más importantes promesas de campaña sino para que nadie vuelva a atreverse a desviar recursos que pertenecen a toda la población.
Hasta ahora hay muchos funcionarios millonarios por haber robado dinero del erario. Es decir, si no hubiera sido por los actos de corrupción ellos vivirían modestamente. Sus corruptelas dejaron dividendos desde hace muchos años para la gran mayoría de funcionarios públicos del pasado. A ellos también habrá que investigarlos, porque en esas pesquisas seguramente encontrarán mucho de lo robado en años recientes.
Lo cierto es que más de un mexicano apoya las medidas de encarcelamiento de los funcionarios corruptos. Ahora, lo interesante será que regresen lo que se han robado, es por ello que debe investigarse no sólo en la anterior administración sino en otras muchas de tiempo atrás, que seguramente será más fácil encontrar culpables, ya que la corrupción era una especie de uso y costumbre de la administración pública en México.
La Cuarta Transformación también debe transformar la aplicación de justicia, que debe actuar de inmediato y de manera severa. Por otra parte, no hacen falta nuevas leyes sólo que se cumplan las que existen. PEGA Y CORRE.- En la lenta conformación de la Guardia Nacional ahora surge un nuevo problema, sólo 5 por ciento de los miembros aprobó el examen de confianza. ¿Y ahora?…