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México e India, con crímenes de periodistas con más saña en el mundo

* Registra muerte de 50 periodistas en 2020, en su mayoría asesinados.

11 mayo 2021.- Reporteros sin Fronteras (RSF) ha registrado la muerte de 50 periodistas mientras desempeñaban su trabajo durante 2020 (entre el 1 de enero y el 15 de diciembre) con una alza de saña como en México e India.

Esta cifra, que se mantiene estable con respecto al año pasado (en 2019 se contabilizaron 54 muertes) a pesar de que las coberturas informativas se han reducido por la epidemia de Covid-19, eleva a 937 la cifra de periodistas asesinados en los últimos 10 años.

Barbarie con total impunidad en México
Es una triste constante. En 2020, con 8 víctimas mortales1, México consolida su primer puesto en la categoría de los países más peligrosos para la profesión. Durante los últimos cinco años, el país ha registrado un invariable promedio de entre 8 y 10 periodistas asesinados cada año. La llegada al poder hace dos años del presidente Andrés Manuel López Obrador no ha logrado aliviar las lacras que azotan México. Persisten los vínculos entre los narcotraficantes y la clase política, y los periodistas que se atreven a abordar estos asuntos siguen siendo víctimas de asesinatos, en ocasiones salvajes.

El periodista del diario El Mundo Julio Valdivia Rodríguez fue encontrado decapitado en el estado de Veracruz; su
colega Víctor Fernando Álvarez Chávez, director del medio digital de información local Punto x Punto Noticias, fue cortado en pedazos en Acapulco, ciudad del estado de Guerrero. Estos dos crímenes, como los demás, siguen impunes hasta el día de hoy.

A esta cifra podrían sumársele otras dos muertes que actualmente están en proceso de investigación. RSF trata de certificar que están relacionadas con la actividad periodística de las víctimas.

Otro país de la región está cayendo en una espiral de violencia e impunidad. Con al menos 3 periodistas muertos por disparos en 2020, Honduras, por segundo año consecutivo, es el segundo país más mortífero de América. El asesinato
más reciente es el del periodista independiente Luis Almendares, que denunció la corrupción de los cargos electos locales y la violencia policial. Al igual que sus otros dos compañeros asesinados en 2020, lo abatieron a tiros sin que las autoridades hondureñas reaccionaran y sin que se llevara a cabo una investigación seria. La tasa de impunidad por los asesinatos de periodistas en este país supera el 91%, según el Comisionado Nacional
de los Derechos Humanos (CONADEH).

En Colombia siguen sin aclararse las circunstancias de la muerte de Abelardo Liz, que trabajaba para la radio comunitaria Emisora Nación Nasa. Fue alcanzado por varios impactos de bala cuando cubría una manifestación de comunidades indígenas que protestaban contra la privatización de tierras en su región. El ejército, la policía y las fuerzas antidisturbios dispersaron violentamente la protesta.

A esta cifra podrían sumársele otras dos muertes que actualmente están en proceso de investigación. RSF trata de certificar que están relacionadas con la actividad periodística de las víctimas.

Siete de cada 10 periodistas asesinados estaban en países en paz.

Esta cifra también confirma una tendencia que se inició en 2016 y que se ha ido consolidando en los dos últimos años: el número de periodistas asesinados en zonas de guerra sigue disminuyendo, mientras que los países considerados en paz se perfilan como los más mortíferos para los periodistas. En 2020, casi 7 de cada 10 periodistas asesinados (el 68%) se encontraban en zonas de paz; en 2016, solo 4 de cada 10 periodistas eran asesinados fuera de las zonas de conflicto.

El 84% de los periodistas asesinados fueron atacados de forma deliberada.

No es extraño, pues, que esta inversión de las tendencias se refleje en el número de periodistas asesinados mientras hacían su trabajo y en el de aquellos a quienes se ataca y elimina adrede por su profesión. En 2020, el 84% de las muertes de periodistas han sido asesinatos, frente al 63% de 2019. A algunos los han matado en condiciones particularmente sórdidas, especialmente en México e India, donde se han dado casos de periodistas decapitados, descuartizados o asesinados a machetazos.

Numerosos asesinatos de periodistas de investigación.

Los periodistas que trabajan sobre temas espinosos se han convertido en objetivo preferente de los asesinatos. Este año, 4 periodistas han sido asesinados mientras investigaban las actividades de la mafia. Además, a 10 periodistas los han matado por sus investigaciones de casos de corrupción local o malversación de dinero público, y a 3 los han asesinado cuando trabajaban en temas relacionados cuestiones medioambientales (casos de extracción minera ilegal y acaparamiento de tierras).

Violencia extrema durante las protestas
Se trata de un hecho novedoso en 2020: 7 periodistas fueron asesinados mientras cubrían protestas en Irak (4 muertos), Nigeria (2) y Colombia (1).

Oriente Medio y Asia Central
Regresión y castigo arcaico
En Afganistán, el mes de diciembre también se ha visto marcado por otra forma de ejecución: la de la periodista Malala Maiwand, que trabajaba para Enekaas TV y también era representante del Centro para la Protección de Mujeres Periodistas Afganas (CPAWJ). Unos individuos armados no identificados dispararon numerosas balas contra ella y su chófer cerca de su casa. Un mes antes, el periodista de la sección en pastún de Radio Azadi (Radio Free Europe, RFE), Mohammad Aliyas Dayee, también murió en el acto cuando explotó una bomba colocada en su automóvil. La violencia contra los periodistas y los medios de comunicación ha aumentado especialmente en los últimos meses en el país, a pesar de que las negociaciones de paz entre los talibanes y el gobierno afgano habían suscitado esperanzas de una tregua.

El final de 2020 se ha visto marcado por la ejecución en la horca, en Irán, de Rouhollah Zam, administrador del canal Amadnews de Telegram. Se había refugiado en Francia, pero agentes de la Guardia Revolucionaria iraní lo secuestraron cuando estaba de viaje en Irak y lo llevaron a la fuerza a Irán. Al cabo de un juicio sin garantías, lo condenaron a muerte por «corrupción en la tierra», uno de los cargos más graves que utilizan los tribunales revolucionarios. Hacía 30 años que no se ejecutaba a un periodista sentenciado a una pena tan bárbara y arcaica.

Con esta nueva ejecución, Irán confirma su récord: el de haber matado a más periodistas de forma oficial en los
últimos 50 años. muerto en atentados con coches bomba o explosiones. Estos asesinatos no han sido reivindicados. Miembros de la sociedad civil afgana denuncian una campaña de terror contra las voces que se alzan contra el oscurantismo religioso.

Irak también ha vuelto a sumergirse en sus horas más sombrías: 6 periodistas han sido asesinados a lo largo del año. El método de actuación suele ser el mismo: hombres armados no identificados disparan contra reporteros mientras estos cubren las protestas populares que se suceden en el país desde 2019. Otros colaboradores, como el
especialista en terrorismo Husam Al-Hashimi o el director general de la cadena AlRasheed, Nizar Thanoun, también fueron asesinados a tiros en la calle, a veces cerca de sus casas. Ninguno de estos asesinatos se ha investigado nunca a fondo, y los culpables jamás han sido localizados ni llevados ante la justicia.

Asia y el Pacífico.

La crueldad como ‘modus operandi’
El año 2020 también ha terminado de una forma particularmente violenta para los periodistas de la India. En tres de cada cuatro casos, las mafias locales son responsables de los asesinatos de periodistas. Dos de estos crímenes han sido especialmente salvajes: al periodista del diario Rashtriya Swaroop Rakesh Singh “Nirbhik” lo quemaron vivo,
tras rociarlo con gel hidroalcohólico altamente inflamable, los secuaces de un potentado local cuyas prácticas corruptas había denunciado. El periodista Isravel Moses, corresponsal de un canal de televisión del estado de Tamil Nadu, fue asesinado a machetazos en el sureste de la India después de que sus vecinos revelaran al hampa local que era periodista.

En Pakistán, el cuerpo del reportero Zulfiqar Mandrani fue encontrado el pasado mes de mayo en el sureste del país con dos balas alojadas en la cabeza y signos de tortura en la espalda. Aunque la policía quería hacer creer que se trataba de un crimen de honor, el móvil estaría vinculado a una investigación que el periodista hizo sobre el tráfico de drogas, cuyo capo local está relacionado con un oficial de policía. Es uno de los 4 periodistas asesinados en el país en 2020.

Nada cambia en Filipinas, donde el gobierno de Rodrigo Duterte, elegido en 2016, se ha jactado a bombo y platillo de haber creado un grupo de trabajo sobre la seguridad de los medios. Pero se han perpetrado 3 asesinatos de periodistas al año, tanto en 2018, como en 2019 y 2020.

Dos de ellos, Virgilio “Vir” Maganes, de Radyo Pilipino (DWPR), y el exdirector del portal de noticias local Bicol Today, Jobert Bercasio, fueron abatidos a sangre fría con seis y cinco balas en el cuerpo, respectivamente.

África
Terrorismo y violencia policial
En Somalia, y a pesar de que están expulsados de Mogadiscio desde 2011, los insurgentes de Al Shabab siguen controlando ciertas partes del territorio y llevan a cabo ataques terroristas o asesinatos selectivos,
algunos de los cuales apuntan directamente contra periodistas. Quienes informan de sus agresiones y de sus derrotas militares suelen ser sus víctimas, como les ha ocurrido este año a dos reporteros de televisión: Abdulwali “Online” Ali Hassan, de Universal TV, asesinado en febrero, y Said Yusuf Ali, de Kalsan TV, al que mataron a puñaladas en mayo.

También murieron dos periodistas en Nigeria, que ahora se ha convertido en el país más peligroso de África Occidental para los medios. Los periodistas no escapan del clima de violencia en el que en el que se desarrollan las grandes manifestaciones que denuncian la brutalidad de una unidad policial encargada de la lucha contra la delincuencia. El caso más reciente afecta a un joven periodista en prácticas, Onifade Pelumi, que fue hallado muerto en una morgue en Lagos, la capital económica del país, casi dos semanas después de que lo detuvieran en una manifestación que estaba cubriendo.

Los periodistas, como el resto de la población mundial, no se han librado de la epidemia de Covid-19. Cientos de informadores han sido víctimas del coronavirus en todo el mundo, en algunos países más afectados que en otros, pero no es posible determinar si contrajeron la enfermedad mientras ejercían su profesión. Sin embargo, al menos tres periodistas murieron por falta de tratamiento tras contagiarse mientras estaban presos.

En Rusia, Aleksandr Tolmatchev, director de dos publicaciones de la región de Rostov del Don -Pro Rostov y Oupolnomotchen Zaïavit’- y célebre por revelar casos de corrupción. Lo habían condenado a nueve años de prisión en una colonia penitenciaria y estaba recluido en condiciones extremadamente duras. Murió el 9 de noviembre cuando
le quedaba poco más de un mes para cumplir su condena. Su viuda dijo que tosía mucho y que sospechaba que su esposo, de 65 años y con una salud muy precaria a causa de los malos tratos sufridos durante su detención, había contraído el virus. Acusa a las autoridades de dejarle morir en la cárcel sin tratamiento.

En Egipto y Arabia Saudí, todo parece indicar que otros dos periodistas murieron tras contraer el coronavirus en prisión. El egipcio Mohamed Monir, detenido después de participar en una emisión en la cadena Al Jazeera, y el saudí Saleh Al-Shehi, que trabajaba para el diario reformista Al Watan. Ambos fueron excarcelados de forma
precipitada e inesperada cuando aún cumplían sus condenas. Mohamed Monir había dado positivo por coronavirus en prisión unos días antes de su puesta en libertad. En cuanto a Saleh Al-Shehi, murió de una enfermedad inexplicable después de una estancia en cuidados intensivos tras un repentino deterioro de su salud al salir de prisión. Varios
medios locales creen que se trata de un caso de Covid-19, sin que sea posible confirmarlo por la opacidad que mantienen las autoridades.

El cómputo total del balance 2020 de Reporteros sin Fronteras (RSF) incluye a periodistas profesionales y no profesionales, así como a colaboradores de medios. En el detalle del balance se distingue entre estas diferentes categorías con el fin de permitir comparaciones entre un año y el siguiente.

Publicado cada año desde 1995 por RSF, el balance anual de agresiones a periodistas se basa en datos que se recopilan durante todo el año. RSF recaba cuidadosamente información para poder afirmar con certeza, o al menos con una convicción muy sólida, que la muerte de un periodista es consecuencia directa del ejercicio de su profesión.

Las cifras que aparecen en esta edición se detienen el 15 de diciembre de 2020 y no toman en cuenta las nuevas liberaciones o detenciones que se produzcan después de esta fecha.

RSF diferencia los casos de periodistas asesinados de forma deliberada por su profesión de aquellos que mueren sobre el terreno, durante una cobertura, sin ser un blanco específico. En este balance tampoco se contabilizan los casos sobre los que la organización aún no ha reunido suficientes elementos para determinar la relación entre la
actividad periodística y la agresión, ya que siguen siendo investigados.

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