*Palabra de Malinche.
Escrito por Cirenia Celestino Ortega.
En esta última semana de octubre en México, el ambiente social se tiñe de aromas y colores que nos evocan la muerte, nos unimos en comunidad para colocar nuestras ofrendas por el de Día de Muertos, en ellas incluimos sabores de los guisos más deliciosos que preparaban las ancestras y así recibimos a nuestras y nuestros difuntos.
En todo el país, hacemos ofrendas de flores, que incluyen múltiples sabores y aromas que son colocadas con el corazón lleno de cariños, porque queremos que quienes se han ido, con nuestra celebración, vuelvan a susurrarnos un consejo.
El Día de Muertos en México es una fiesta de vida y muerte. De recuerdos que nos humedecen los ojos y lágrimas que nos rememoran aquello que nos une más allá del tiempo.
La memoria no se detiene. Sin importar si han transcurrido días, semanas, meses o años tras la pérdida de nuestra persona amada.
No obstante, nuestras ofrendas hoy se han politizado y se han convertido también en una expresión de justicia para quienes la violencia ejercida por un agresor les quitó la vida.
Esta tradición se ha vuelto una expresión de la justicia porque nos negamos a olvidar lo que otros quieren silenciar. Nos negamos a la impunidad y traemos, cada día, la exigencia de justicia.
Hay que recordar que de acuerdo con la Ley General de las Mujeres a una Vida Libre de Violencia, la violencia feminicida es la forma extrema de violencia de género contra las mujeres, las adolescentes y las niñas, producto de la violación de sus derechos humanos y del ejercicio abusivo del poder, tanto en los ámbitos público y privado, que puede conllevar impunidad social y del Estado.
Se manifiesta a través de conductas de odio y discriminación que ponen en riesgo sus vidas o culminan en muertes violentas como el feminicidio, el suicidio y el homicidio, u otras formas de muertes evitables y en conductas que afectan gravemente la integridad, la seguridad, la libertad personal y el libre desarrollo de las mujeres, las adolescentes y las niñas.
Se trata de todas aquellas muertes que no debieron suceder pero que son posibles gracias a la desigualdad, la discriminación, el machismo, la misoginia y la impunidad que permite su repetición.
Paulina Díaz Pérez, señala que la memoria se eleva como la posibilidad de nombrar, mantener viva y resignificar.
“La memoria es esa garantía de justicia y, a su vez, la justicia es esa posibilidad de que la violencia pueda encontrar un límite, de generar y demostrar que la resistencia se vive y se materializa. De esta manera es evidente su innegable trascendencia como herramienta de cambio social, pues los procesos de reconocimiento y comprensión permiten apostar al futuro y sentar las bases de estrategias que permitan edificar una verdadera justicia.” Zona Docs
Por eso, la sentencia de Campo Algodonero, entre las medidas dictadas por la Corte Interamericana de Derechos Humanos (CoIDH), para el acceso a la justicia de las víctimas de feminicidio exigió que el Estado adopte medidas destinadas a la dignificación de la memoria de las víctimas, el establecimiento de un monumento en memoria de las mismas, la instauración del 6 de noviembre como “Día nacional en memoria de las víctimas del feminicidio”.
Por ello, en estos días de memoria y ofrenda, nombramos a nuestras hermanas cuyas muertes pudieron evitarse:
Justicia para las 11 mujeres asesinadas cada día en México
Justicia para las 16 buscadoras asesinadas en búsqueda de sus desaparecidas y desaparecidos
Justicia para las más de 5 mil 99 mujeres que han fallecido por causas prevenibles relacionadas con el embarazo, parto y puerperio (2016-2021). (GIRE, 2021)´
En el marco del 2 de noviembre es Día internacional para poner fin a la impunidad de crímenes contra periodistas, justicia para las 22 periodistas asesinadas.
Ofrenda, memoria y justicia para todas.
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