*El Agora.
/ Octavio Campos /
En 2010, varias naciones del Medio Oriente fueron sacudidas por masivas manifestaciones callejeras, convocadas a través de redes sociales, que llevaron el hartazgo ciudadano a protestas pacíficas o violentas contra regímenes dictatoriales y totalitarios, las cuales exigían lo mismo reivindicaciones religiosas que respeto a los derechos humanos y sociales, más libertades, trabajo, freno a la carestía, alto a la represión y el arribo de regímenes democráticos surgidos de elecciones sin fraude. Algunas de estas revueltas eminentemente populares terminaron con el asesinato de los sátrapas, en otras con el derrocamiento y exilio de sus eternos líderes, en ciertas naciones se consolidó la apertura democrática y la tolerancia religiosa. Esos países no fueron lo mismo después de la Primavera Árabe.
Entre 2010 y 2012 se rebelaron Túnez, Egipto, Siria, Libia, Yemen, Argelia, Omán, Bahréin, Sudán y Jordania. Más de 60 mil vidas ofrendadas para mejorar las condiciones de vida del mundo árabe, el cual todavía mantiene guerras civiles y conflictos internos en Siria y otros Estados fueron intervenidos: Irak o Kuwait. Millones siguen abandonados a su suerte con regímenes terroristas o fundamentalistas como los talibanes en Afganistán, cuyos ciudadanos fueron antes sometidos por rusos y estadounidenses.
Pero la Primavera Árabe abrió las puertas a la democracia y la tolerancia. Cabe recordar otras expresiones de protestas sociales que terminaron en estallidos o revoluciones civiles que transformaron al mundo occidental como fue la Primavera Francesa en mayo de1968, protestas estudiantiles en París en contra del capitalismo, la sociedad de consumo, el gobierno, la propia educación universitaria, los partidos políticos, la exigencia de derechos civiles, el anti belicismo y la revolución sexual, revueltas a las que luego se sumaron los trabajadores que reclamaron reivindicaciones laborales. Después se extendieron las manifestaciones sociales a toda Francia, parte de Europa, Estados Unidos y, por su puesto México y el movimiento estudiantil reprimido en Tlatelolco y con “halconazo” en 1971. Nuestro país tampoco fue el mismo y se dio paso a la apertura democrática y a la vigencia de muchos derechos civiles.
Otras expresiones de descontento social fueron el movimiento Solidaridad en 1980, la caída del Muro de Berlín en 1989, el fin de la Guerra Fría, la desaparición de la URSS y el nuevo mapa geopolítico.
Este periplo viene a colación por las varias manifestaciones sociales que se han presentado en nuestro país y a las que los gobiernos parecen ignorar sin medir las consecuencias de desoír esos reclamos, esas protestas, esas manifestaciones de hastío ciudadano que pueden provocar un estallido social, a pesar de la apatía de la población mexicana. En el 2004 se llevó a cabo en la CDMX la manifestación pacífica más numerosa que se haya registrado en el México contemporáneo cuando, según cifras periodísticas, un millón de mexicanos, vestidos de blanco, exigieron un alto a la inseguridad. En 2011 Javier Sicilia encabezó la marcha por la paz con justicia y dignidad. En 2019, miles de mujeres desfilaron para gritar “Basta Ya” por la violencia contra ellas y desde entonces lo hacen año con año ante el incumplimiento gubernamental de darles más protección y reconocimiento a sus derechos.
Todas esas expresiones han tenido un común denominador: la inseguridad o la petición de justicia. Ante la falta de respuesta de las autoridades, surgen en algunas entidades las mal llamadas autodefensas para combatir a la delincuencia.
Pero recientemente el rechazo social se ha visto contaminado por la injerencia del crimen organizado en las protestas sociales y ello pone en peligro la gobernabilidad. Tal es el caso de Guerrero, donde se perdió la gobernanza y cinco mil guerrerenses desafiaron a las fuerzas armadas e invadieron las sedes de los poderes. No queda claro si el motivo de la protesta es justo o no, pero ignorar a los grupos sociales y permitir su desafío es síntoma de un estallido social. No den motivo a los criminales de canalizar los reclamos de la comunidad.