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¿Y si dejamos de llamarnos guerreras?

*Gina Tarditi .

Esta propuesta puede parecer políticamente incorrecta. Entiendo que muchas mujeres se identifican con la etiqueta de guerrera y la hacen suya, pero también reconozco a aquellas otras, a quienes se les ha impuesto contra su voluntad y la cargan como un lastre.

Aquí comparto mis razones para disentir sobre su uso:

1. El origen mismo de la palabra (del germánico werra). Cómo aceptarla si la guerra significa para mí el fracaso más grande, absurdo y cruel de la especie humana.

2. El poder que se le otorga para resolver cualquier circunstancia difícil. Si atraviesas alguna crisis te dirán que no te preocupes porque eres una guerrera y eso es suficiente para resolverla. Si te diagnostican con alguna enfermedad, te llamarán guerrera y te instarán a luchar para vencerla. Así de simple, pelea y ganarás. Inevitablemente, viene a mi mente la posibilidad de que algún día me diagnostiquen con una enfermedad seria y me insinúen siquiera que debo librar una guerra. No, gracias. La vida sin retos no existe y eso incluye a las enfermedades. Aparecen tarde o temprano y alguna será la que nos lleve a la muerte, a menos que sea una causa no natural la que se interponga, algo que nadie en su juicio desea. Así que no pienso ver a la enfermedad final, la que me toque, como enemiga porque inevitablemente llegará el día en que tendrá la última palabra. Deseo, en cambio, tener la sabiduría para vivir la última etapa de la vida a mi aire, con dignidad, tomando mis decisiones y sin etiquetas que me quieran convencer que estoy librando una guerra que además debo ganar porque de lo contrario, me convertiré en perdedora y se dirá algo así como “murió después de librar una larga y dura batalla”. ¡Qué nadie se atreva!

3. Su utilización en relación a la causa feminista. Aquí me topo con la misma disyuntiva. No quiero desgastarme la vida entera librando batallas. Las feministas de ayer y de hoy somos tan decididas y perseverantes como, únicas y diversas. La causa común está impulsada por valores, significados y también por experiencias que han dejado gran sufrimiento a su paso. Han sido muchas las mujeres que han librado verdaderas peleas que no eligieron. Lo hicieron con decisión y entrega y al hacerlo, regalaron un mejor futuro a sus hijas y a las generaciones que hoy nos vemos beneficiadas. A nosotras nos corresponde seguir andando por ese camino que aún es largo y arduo porque, lo cierto es que el techo de cristal no se ha roto para la mayoría de las mujeres.

4. Implica una valoración. Etiquetar a las personas por sus características o circunstancias es siempre un juicio. Respeto a quienes se identifican como guerreras, pero cuestiono que se les imponga a todas. Etiquetar implica evaluar y dictaminar. Qué sucede entonces con las mujeres que no pueden cumplir las expectativas de quienes, desde su entorno, les repiten una y otra vez que todo lo pueden resistir o vencer porque son guerreras. La intención, aunque sea noble, daña y la generalización acaba por trivializar hechos profundamente humanos. La escritora Ursula K. LeGuin escribió alguna vez que “la guerra como metáfora moral es limitada, limitante y peligrosa.”

En este octubre rosa me pregunto si esta palabra, casi mantra, encuentra su origen en aquel discurso de Richard Nixon, de 1971, cuando le declaró la guerra al cáncer. Me gustaría invitar a la reflexión y replantearnos el uso del término y las consecuencias negativas que puede tener sobre quienes cargan con ella como una etiqueta que señala y estigmatiza. La extraordinaria capacidad de la mujer para responder a los retos de la vida no necesita de ninguna etiqueta.

X: @Gtarditi

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