PUNTO Y COMA
Por Yair Ademar Domínguez
Ha sido bien recibida en nuestra sociedad la iniciativa ciudadana para enjuiciar a los expresidentes del país, quienes impulsaron un neoliberalismo atroz y rapaz, que dejó en la pobreza a millones de mexicanos. En los pueblos, en las calles, en las plazas públicas, la gente demuestra su hartazgo por la estrategia de saqueo de estos gobiernos que inició desde Carlos Salinas de Gortari y se mantuvo hasta Peña Nieto.
Ese neoliberalismo rapaz, que privatizó importantes dependencias estatales, para regalarlas a particulares, inició con quien fue llamado, con justa razón, “el villano favorito de México”. Hace algunos días en la prensa se recordaba el boom millonario del empresario Alonso Ancira Elizondo, quien conoció en la cocina de Los Pinos a Salinas y con su respaldo, construyó un emporio empresarial en la ola privatizadora.
En Veracruz, este saqueo sin medida arrancó con el exgobernador Miguel Alemán Velasco, hoy metido en conflictos legales por el despilfarro y mala administración empresarial de su hijo Miguel Alemán Magnani. ¿Quién no recuerda el glamour y los viajes internacionales de ese sexenio? ¿Quién ha olvidado el adeudo de 12 mil millones de pesos heredados al siguiente gobernador? ¿Quién no recuerda el lujo y las excentricidades de la Casa Veracruz, que mandó a adecuar para sentirse como en la Casa Blanca?
Los excesos del alemanismo son incontables. El glamour, los viajes, las cenas en Casa Veracruz, las fiestas, los encuentros con estrellas de Hollywood y las cajas de huevo repletas de dinero que salieron de palacio en el último día, luego de que la Secretaría de Finanzas liberó el último préstamo que autorizó el Congreso, son legendarias. ¿Y los veracruzanos? Con hospitales abandonados, con malos servicios, con las calles destrozadas.
Llegó Fidel Herrera Beltrán y nunca actuó en consecuencia. El nuevo mandatario se dedicó aplicó la misma estrategia, llevándole pan y circo al pueblo, mientras hacía negocios al amparo del poder. La deuda pública de Veracruz se triplicó. Las anécdotas de los negocios de Alemán se contaban como “juego de niños”, frente a la voracidad de un mandatario que además dio cancha libre a los grupos delincuenciales.
Y con todo, con un estado sostenido por alfileres, dejó en la silla gubernamental a Javier Duarte de Ochoa, un mandatario voraz que administró la entidad veracruzana como su patrimonio personal, comprando propiedades por aquí, por allá y acullá, como si de un “sale day” se tratara. Cuentan, que Duarte de Ochoa y su esposa, Karime Macías de Duarte, de pronto perdieron la noción de la realidad y de todas las propiedades acumuladas lo mismo en Veracruz, que en la Ciudad de México, en varios estados de la República, en Estados Unidos y Europa. Muchas de esas propiedades quedaron en manos de prestanombres, quienes seguramente apuestan a una larga vida carcelaria al exmandatario, para lucrar con las mismas.
Los lujos y los excesos del duartismo son incontables, lo mismo que del sucesor, el panista Miguel Ángel Yunes Linares, un gobernante que jugó al “justiciero” a beneficio propio, negociando con los delincuentes del sexenio anterior. Con una estrategia mediática y de simulación, el político del Estero vendió la idea de que la justicia había llegado a la entidad veracruzana. Su estrategia fue sólo una cortina de humo para llenarse las alforjas con negocios al amparo del poder.
La consulta pública de juicio a los expresidentes de México debería hacernos reflexionar sobre la necesidad de un juicio a estos ex mandatarios veracruzanos que saquearon a nuestro estado, que dejaron vacías las arcas, con una deuda millonaria que ha representado un dique para el desarrollo. Ellos y solo ellos son los responsables del pésimo estado de las carreteras, de la falta de hospitales dignos, de la ausencia de recursos para impulsar las inversiones regionales.
Con esta herencia ha tenido que lidiar el mandato de Cuitláhuac García Jiménez y a pesar de todo va caminando con paso firme, pero a Veracruz se le debe hacer justicia. Mientras tanto, el llamado es no dejar pasar por desapercibida la consulta popular del 1 de agosto y evocar nuestra participación ciudadana por el Sí.
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