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/Por Cecilia Romero/
El ritmo de la campaña presidencial que inició formalmente el 1 de marzo se ha ido modificando en la medida en que candidatos a diputados federales y senadores han iniciado sus propias campañas, y más aún en los estados en que se llevarán a cabo elecciones para renovar gubernaturas.
A partir del 15 de abril, en 31 entidades federativas – salvo Coahuila- arrancaron las campañas para renovar los Congresos Locales, y en 30 – salvo Durango y Veracruz – para renovar ayuntamientos.
Ya estarán en la calle cerca de 20,000 candidatos – de cada partido o coalición – pidiendo el voto de los ciudadanos. Se multiplicarán los eventos, los ‘spots’ superarán a las noticias en los medios de comunicación, las calles y avenidas llenarán de propaganda de unos y otros.
Avalanchas de ‘utilitarios’: pulseritas, bolsas para el mercado, plumas, delantales, playeras y gorras. Jornadas de volanteo, recorridos, cruceros. Acciones organizadas por los partidos, los candidatos o sus simpatizantes, para atraer el favor de cerca de cien millones de mexicanos que tenemos derecho a ejercer el voto.
Esta parafernalia campañera es importante, yo diría que necesaria, para atraer la atención del votante. Las campañas tienen que ‘verse’, en las calles, en las bardas, en los espectaculares.
También deben ’oírse’, en los ‘spots’, en los estribillos, en los perifoneos. Pero eso no lo es todo, solo es el llamado. Debemos escuchar, reflexionar, decidir en conciencia.
Será muy importante, en el mes y medio que resta, presenciar los debates que se darán entre las candidaturas que están en juego. Las actitudes de los participantes, su empatía con los espectadores, su lenguaje no verbal, su agilidad para contrastar y proponer. También vale la pena escuchar los post-debates, y leer los análisis serios que se hagan sobre el desempeño de los candidatos.
Esta elección no será una más, por más que así lo parezca en la propaganda y en las campañas. Lo que de ella resulte definirá los próximos años de México, y los proyectos que se nos presentan están planteando dos caminos divergentes:
Seguir en un país donde ‘todo va muy bien’, en el que papá -gobierno nos dará lo necesario para vivir, donde no tenemos que esforzarnos, con militares llevando a cabo las funciones de los civiles, criminales cobrando derecho de piso, instituciones secuestradas para que no cumplan su función. Donde no se puede opinar, ni disentir, ni prosperar.
O atrevernos a pelear por que no se termine de derrumbar lo que hemos construido durante años, y perfeccionarlo a base de esfuerzo compartido entre gobierno y sociedad, con autoridades que escuchen, que apoyen a los jóvenes para superar carencias. Donde podamos vivir sin miedo, donde la ley sea la ley, donde haya posibilidad de dialogar para convencer y para avanzar juntos.
Tenemos la mitad de la campaña, para decidir, ¡y convencer!