45 años, doña Charito.

Sin tacto

Por Sergio González Levet

Pido perdón y permiso al señor Director de Notiver, a don Alfonso Salces Fernández, porque esta vez escribiré en directo para una persona y no para el conjunto de los lectores que me hacen el favor y el honor de seguir esta columna sin tacto.
Van estas líneas dirigidas en primera instancia a doña Rosario Ramírez de Salces, la Directora General de Administración, con motivo de los 45 años del diario Notiver, que es decir para la familia Salces Ramírez toda una vida; toda la vida de la pareja y los hijos y los hermanos empeñada en sacrificios, goces y un gran esfuerzo inacabable para que el periódico nunca dejara de salir y de informar y de entretener a los jarochos, que en miles se vuelcan a adquirir su ejemplar todos los días muy temprano en el Puerto.
Mire, señora Rosario, no tengo el gusto de conocerla personalmente, pero me animo a decirle que yo también me he dedicado al periodismo desde hace muchos años, y he palpado igualmente que a quienes nos ha robado el alma este oficio funesto y agraciado, enjuto y prodigioso, nos dicen que tenemos una vocación especial (aderezada con una buena dosis de locura) y un espíritu de sacrificio sin par, porque el diarismo exige disciplina, lealtad y tiempo, así como atención, cuidado y amor.
Y así es.
Pero más sacrificio exige para las esposas de los periodistas; para ésas que han sabido enamorarse también de nuestra carrera peculiar; para las que han caminado pegadas a las penurias y las tensiones, a un lado de los peligros y los riesgos, sufriéndolos y enfrentándolos… venciéndolos.
Uno como editor se va a trabajar a deshoras, y junto a la soledad de la hoja en blanco -que hay que llenar a pasos forzados para que el periódico pueda salir mañana-, muchas veces sufrimos el destierro de la vida normal, nos sentimos huérfanos de nuestra familia, y dejamos de ser auspiciados por el amor del hogar.
Es duro estar así, desamparados, pero más difícil aún resulta para la esposa que se queda sola cuando todas sus amigas gozan -es un decir- la compañía de sus esposos en la santa paz familiar.
El que se va, se va suspirando, pero la que se queda sabe que tiene que arrostrar sola los innumerables peligros que siempre asaltan, imprevistos, a una familia con hijos pequeños (o adolescentes o adultos): desde una enfermedad infantil aparecida vertiginosamente o los desperfectos materiales o inmateriales que nunca faltan en una casa, y hasta amenazas de grueso calibre, que aparecen inevitablemente por la ética profesional del cónyuge.
Todo lo resuelve la señora (sola, valiente, todopoderosa sin remedio) porque el inútil (Paquita dixit) está embebido en informar con veracidad, en defender la justicia, en decir sus verdades para que el mundo sea mejor, aunque sea un poquito nadamás.
Estoy seguro que Sachy y Alejandro, Alfonso chico y Charito saben que su madre es de acero y que gracias a esa cualidad su padre ha podido ser el periodista enorme que es, y ellos los ciudadanos de bien que fueron formados con amor y cuidados sin fin.
Es todo un mensaje de amor y reconocimiento que doña Rosario sea la que se encargue de todos los detalles de la fiesta de fin de año de Notiver; que ella la organice y ella la presida desde el lugar que se ganó a pulso con tanto trabajo y con tantos trabajos.
Hoy quiero felicitarla a usted, señora Rosario, porque yo sé el tesoro que significa una gran mujer al lado de un periodista. Y qué digo al lado, más bien y en muchos casos, ¡por encima!
Y que sigan así muchos años más.

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