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/ Sabina Berman /
Escribía hace 3 semanas en este espacio de cómo los comentaristas de los medios comerciales operaron durante los últimos 6 años.
Héctor Aguilar Camín, con su don para la palabra y la invención de tramas, verbalizaba la nueva narrativa a la mesa de los lunes de La Hora de Opinar, de Televisa; otros 5 comentaristas la repetían los próximos días en las sucesivas mesas del mismo programa, extendiéndola; a la semana la narrativa ya se propagaba por la cincuentena de mesas de los medios comerciales y las mesas del Canal Once, canal del Estado, así como en las páginas de los diarios y por las redes.
Y al par de semanas, los presidentes del PRI y el PAN asumían la narrativa y la ejecutaban.
Así esos 6 opinólogos iniciales se adueñaron de la generación de relato de Televisa —y también del relato de los partidos de la Oposición.
Fue Aguilar Camín quien primero apalabró el relato de que Morena pretende volvernos una Dictadura. El relato central que operó como el hilo donde las perlas de los otros relatos se acumularían.
Fue el primero que junto con Enrique Krauze le pidió al PRI y al PAN que se aliaran para formar una Oposición más poderosa.
Fue quien primero declaró a Xóchitl la candidata ideal de la Derecha. “Es un fenómeno”, dijo, y los otros opinadores pasaron a cantar las virtudes incomparables de Xóchitl.
Fue también quien secundó el llamado a una guerra electoral sucia, sucia, sucia. Go-dirty, lo había explicado primero Jorge Castañeda en inglés, para los mexicanos que creen con más confianza en lo que se dice en el idioma de los güeros.
Fue quién primero tejió el galimatías de la sobre-representación de la Izquierda en el Congreso, para evitar que el resultado de las elecciones se tradujera en reformas políticas.
Y fue quién hace poco llamó a los otros doctores en opinión a no distraerse con reflexiones sobre el fracaso electoral de la Oposición y volver a la carga con el relato-hilo: auxilio, vamos directo a una Dictadura.
Al final, el juego les salió mal a todos los jugadores. A los 6 opinadores iniciales, a Televisa y a los partidos de Oposición. Eso según expresan las cifras que capturan la realidad.
En las elecciones pasadas el PRIAN ganó el 28% de los votos. Si lo dividimos entre dos partidos, es la cifra más baja de votos que el PRI o el PAN ha tenido en este siglo.
A Televisa le fue también pésimo. Hace una semana se amaneció con la encuesta de Reuters que cifra el desplome de su credibilidad: en el año 2018, el 60% de la gente le otorgaba credibilidad; en el año 2024, solo el 30%. Es decir, de cada dos televidentes que solían ver Televisa, la televisora perdió la fe de uno.
Y los 6 opinadores devenidos en líderes de la Oposición, han sido recién despedidos de las pantallas de Televisa. O en el vernáculo más amable: han sido mandados de paseo.
Oh, triste final.
No hay nada que celebrar, tampoco nada de qué admirarse. La Democracia es un juego que hace contender al menos a dos relatos, y vence el relato que captura más electores.
El relato de la Izquierda convenció a dos tercios de los electores mexicanos, mientras los opinólogos anti-Izquierda solo a un tercio.
Un tercio son muchísimas personas, millones, para atender los pensamientos de solo unos cuantos, y de seguro durante el sexenio los opinólogos disfrutaron del poder de dictarles a tantos el pensamiento; son sin embargo muy pocos como para ser la audiencia de una televisora con la potencia de difusión de Televisa y su historia de medio hegemónico; y son una pizca como para ganar una elección en la que se jugaba la presidencia de la República.