ALHAJERO
Marta Anaya .
Nunca en la diplomacia se había visto que la SRE difundiera un mensaje confidencial dirigido a una Embajada para minarla.
Si algo importa en la diplomacia son las formas.
Y si algo se lleva con especial cuidado y secrecía, son los mensajes confidenciales que se cruzan entre las instituciones a cargo de la política exterior de cada Estado (léase Secretaría de Relaciones Exteriores, Departamento de Estado y equivalentes) y sus diplomáticos destacados en los distintos países.
¿Qué acabamos de atestiguar entre la Secretaría de Relaciones Exteriores y la Embajada de México en Washington.
Vemos a un director de área (director general para América del Norte), dando instrucciones ¡a un embajador! Y por si fuera poco, al más importante en nuestras relaciones: el de México en Estados Unidos.
Esas instrucciones que envía al representante diplomático (Martha Bárcena, en este caso), no sólo las guarda con la restricta confidencialidad que amerita, sino que las hace públicas. La exhibición del mensaje en cuestión –que ordena a la embajadora no establecer la comunicación que Joe Biden solicitó con el presidente López Obrador e indicándole que el contacto se dará cuando el proceso llegue a su fin y los resultados se hagan oficiales-, es algo muy grave en el medio diplomático.
Nunca en la historia de la diplomacia mexicana se había visto que la propia SRE difundiera un mensaje confidencial dirigido a una Embajada para tratar de minarla.
Peor aún, cuando justo el presidente López Obrador –y supuestamente el canciller btambién- le confían a la embajadora la tarea de limar asperezas con Biden, en un momento tan delicado para el futuro de las relaciones de México con Estados Unidos.
Estamos, pues, ante una falta de respeto de la cancillería, una grosería de Roberto Velasco y una humillación inmerecida a una embajadora de carrera por demás profesional y brillante.
Falta saber si se trata de una provocación de Marcelo Ebrard para conseguir –finalmente- la cabeza de la embajadora Bárcena y poner en su lugar a uno de sus incondicionales, como fue su deseo desde un principio; o si será sacrificada posteriormente, a manera del “control de daños” que ella no produjo.
Porque digan lo que digan, la decisión de AMLO de no felicitar a Biden bajo el supuesto de la doctrina Estrada, se cae por su propio peso. Basta revisar las decisiones que ha tomado este Gobierno en materia de política exterior para dejar claro que tal principio se acomoda a conveniencia.
Por lo pronto, el conflicto electoral Biden-Trump vino a catapultar el pleito y la animadversión existente entre Ebrard y Bárcena. Y hoy tenemos la vajilla destrozada, por decirlo coloquialmente.
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GEMAS: “La Alianza Federalista ha enviado una felicitación a Joe Biden y a Kamala Harris, presidente y vicepresidenta electos de los Estados Unidos, a través de una carta que ha sido entregada de manera directa en su casa de transición”.