Prosa aprisa.
Arturo Reyes Isidoro.
Cierra el año en el inicio del torbellino electoral que tendrá su punto culminante en la elección de junio próximo. Morena, el partido en el poder, se juega no solo su sobrevivencia sino su afianzamiento para enfrentar con éxito la elección presidencial y del próximo gobernador de Veracruz.
Será una elección clave también para la sobrevivencia del gobernador Cuitláhuac García Jiménez. Un descalabro en las urnas puede llevar al Presidente a removerlo para reconstruir de inmediato la estructura electoral de su partido de cara a la renovación en 2024.
Una derrota en las urnas puede ser también un anticipo de la revocación de su mandato en 2022. El destino político del gobernador depende, desde ya, del trabajo de convencimiento entre el electorado, a través de los programas sociales, de Bienestar, del delegado federal Manuel Huerta.
Por el lado de la oposición, aunque hasta ahora todo parece marchar sobre ruedas en la conformación de una gran alianza tripartidista, todavía hay muchos detalles que harán mantener la duda hasta que no se concrete, si finalmente se llega a concretar.
En este año que termina, el gobernador tuvo el mayor fracaso de su sexenio en la caída de su Reforma Electoral, el ordenamiento que sustentaba el proyecto político de todo su gobierno. El rechazo de la Suprema Corte de Justicia de la Nación exhibió el pobre equipo legal que tiene, lo que a su vez proyecta el mediocre equipo de su administración, con una que otra excepción.
Quedará para siempre en la historia de Veracruz la imagen de un gobierno que mostró su verdadero nivel: el de chapeadores, que cree que tomar un manchete y desbrozar hierba es gobernar, y que no tiene alcances para percibir la verdadera magnitud de los problemas y por lo mismo no tiene solución para ellos.
Se va el año con una gran mancha, históricamente también, de haber vulnerado la autonomía del Poder Judicial y haber convertido el Tribunal Superior de Justicia en un motivo de escándalo y vergüenza, que rebajó a la institución a un objeto de manipuleo para satisfacer intereses y caprichos del Palacio de Gobierno, del Poder Ejecutivo.
Por otro lado, el morenismo está acabando de tomar el control de todos los organismos autónomos, con lo que ya no quedará un cabo suelto que tenga a su disposición. Solo restaban la Comisión Estatal de Derechos Humanos (CEDH), la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas (CEAPP) y el Organismo Público Local Electoral de Veracruz (OPLEV).
La titular de la CEDH, doctora Namiko Matzumoto, ya prácticamente concluyó su periodo. Pondrán a una persona afín al Palacio para suplirla. En la CEAPP, a propuesta del gobernador, nombraron ayer comisionados a compañeros afines, y el OPLEV, por más que se hable de autonomía, está al servicio también de los que mandan, como comenté en este espacio.
En el Congreso local no hay un verdadero contrapeso, pues a la diputación de Morena se suman no solo los diputados de sus partidos aliados, sino incluso del supuesto adversario, el PAN.
Morena se afianza en el poder. La elección de junio próximo será, eso creo, la última oportunidad, en lo inmediato, para tratar de sacar del Palacio al populismo o por lo menos de equilibrar más las fuerzas políticas.
2021, ya casi en puerta, será un año crucial para el futuro de Veracruz. Si la oposición no avanza, ya nada frenará el ascenso mayor de Morena hecho gobierno y continuará y se afianzará el estilo de gobernar que ahora ya conocemos bastante bien. Estará asegurando, también, la retención de la gubernatura para 2024.
Nuevos integrantes de la CEAPP
A propuesta del gobernador Cuitláhuac García Jiménez, el pleno de la Legislatura designó ayer a los nuevos integrantes de la Comisión Estatal para la Atención y Protección de los Periodistas. Son los siguientes compañeros:
Silverio Quevedo Elox (el único que repite), María Alejandra Herrera Gómez, Viridiana Reyes Cruz, Claudia Patricia González Vargas, Tulio Moreno Alvarado, David de Guadalupe Guzmán Absalón, Iván Gidi Blanchet, Fluvio César Martínez, Eric Abad Espíndola, y como Secretario Ejecutivo, Israel Hernández Sosa.
Desde este espacio les deseo todo el éxito en su nueva tarea. El gobernador estuvo acertado.
Me voy de vacaciones
Lector, esta columna la redacto casi en automático. Es posible que sea la última que publique en los trece días que restan del año, a menos que ocurra algo verdaderamente extraordinario.
En la Universidad Veracruzana laboramos hasta hoy (en mi caso, en la Editorial). Salgo de vacaciones, que es un decir porque la pandemia de coronavirus no aconseja mayor movilización.
Afortunadamente soy un adulto mayor que hasta ahora la libró de ser víctima del Covid. Ante los más de cien mil muertos en el país por coronavirus no puedo dejar de sentirme bendecido y poder proclamar que en 2020 me fue bien porque sigo vivo.
Lo primero que haré al tomar un descanso será cumplir mi rito anual, de creencia y de mucha fe, de visitar El Santuario en Otatitlán para cumplir una manda que me autoimpuse hace ya una veintena de años para dar gracias al Cristo Negro por tantos milagros recibidos. Creo en los milagros.
Visitar la cuenca del Papaloapan me gusta. Ver sus platanares, sus cañaverales. Contagiarme de la alegría de los lugareños, disfrutar su hospitalidad, el río Papaloapan, el río de Las Mariposas como le llamaba Agustín Lara, sus pangas que lo cruzan. Disfrutar una mojarra muy fresca, cocinada casi apenas sacada del río, en La Chinampa, el mejor restaurante del pueblo.
Necesito desintoxicarme de mis temas habituales para retomar luego el teclado con la mayor frescura que se pueda.
Trataré de hacer algo que, lo confieso, me da envidia: ir a un café, disfrutar la bebida en la compañía de un libro, como veo que a diario hacen muchas personas sin ninguna presión de tiempo, porque no tienen el apuro de un trabajo diario como el mío en la UV y en la redacción de Prosa aprisa.
Me propongo terminar de leer El Reino, del escritor francés Emmanuel Carrere, en el que como novelista e historiador se enfoca en el Evangelio de Lucas y en los Hechos de los Apóstoles, luego de haberse convertido él mismo en creyente, que a su vez me ha llevado a Relatos de un peregrino ruso, que tiene como subtítulo El mejor libro para aprender a orar.
Y tengo conmigo también la quinta edición de la Biblia de Jerusalén, en la que voy a releer los Evangelios, y para descansar, cómo no, voy a reeler Un espía perfecto, del recientemente fallecido maestro de la novela de espías, John le Carré, que además trabajó en los servicios secretos británicos.