Evolución necesaria.

Por: Zaira Rosas.

El cambio es una constante en nuestro entorno, pero es de lo que más nos cuesta aceptar como seres humanos. Sin embargo, el 2020 nos ha obligado a entender que la resiliencia, la tolerancia, la paciencia y la adaptabilidad, son cualidades que todos deberíamos comenzar a desarrollar. Durante este año todo se transformó y pese a los esfuerzos de sociedad y gobierno por volver a la normalidad, nada es o será como antes.

Quizás porque nada debería ser igual y es lo que aún no hemos entendido. La llegada de una pandemia nos hizo visualizar fallas y errores en todos los rubros. Incluso las economías más sólidas son las de mayores estragos.

Comenzamos por descubrir que los imprevistos pueden hacer que colapsen hasta las principales potencias, descubrimos que los avances tecnológicos no van a la par del conocimiento en general. Que el trabajo en casa puede ser más agotador si no se cuenta con una planeación adecuada, que la salud no tiene precio y que lo desconocido puede aterrar a cualquiera.

Algunos países considerados la cúspide de avances y desarrollo, que antaño eran vistos como los salvadores del mundo, no han sabido como controlar la evolución de un virus. En cambio, aquellos que estaban a la espera de la bondad de otros, de alguna forma están haciendo un mejor frente, las crisis no los toman por sorpresa, están acostumbrado a tener que adaptarse a las adversidades. Hay números que hablan por sí solos: países como la India y Vietnam registraron menos contagios que Estados Unidos, ¿cómo lo lograron?, aplicando medidas oportunas, porque sabían que sus capacidades no eran las mismas que las de algunas potencias.

De acuerdo a especialistas en economía, los países en vías de desarrollo tienen que fortalecer en estos momentos su autogestión financiera, pues es muy probable que los donativos que recibían de otras naciones comiencen a disminuir. Mientras que grandes empresas a nivel mundial han sufrido pérdidas millonarias, hay negocios locales fortaleciéndose, también se incrementó el uso de plataformas digitales y sin duda la venta de pantallas y monitores.

Con un ente desconocido amenazando el exterior gran parte de personas decidió trasladar su vida a lo virtual, no obstante, hubo quienes no han logrado adaptarse, porque el uso de nuevas herramientas requiere de nuevos conocimientos, incluso de medios económicos que no siempre están al alcance del total de la población. El virus cambia, sigue en evolución aterrando sin distinción a las naciones y su gente, pero la base de nuestros hábitos sigue siendo la misma. La pandemia ha evidenciado cada día la desigualdad, no todos podían buscar el mismo refugio y enfrentar las consecuencias del encierro. No todos pueden cuidar de la misma forma su salud. Pero todos somos vulnerables.

Uno de los mayores problemas que enfrentamos al cierre de año es el anhelo de la normalidad, en cuanto las condiciones permitieron la apertura de negocios y el contacto social, los números de contagios se dispararon de nueva cuenta. Abrir era necesario, los encuentros sociales eran indispensables, pero también lo era tomar nuevas medidas y precauciones, adaptarnos a una nueva circunstancia del entorno y aún no lo hemos logrado.

Antes de finalizar el 2020 hemos de meditar a profundidad cómo cuidarnos, pero también qué necesitamos cambiar, qué nos falta por aprender, cómo podemos crecer en lo individual y colectivo. Los virus tienen la característica de mutar y cambiar, lo mismo hemos de hacer como sociedad. Cambiar perspectivas, aprender de los ejemplos de otros, sumar esfuerzos y tener las esperanzas puestas en un futuro mejor, no en la expansión de nuestros errores del pasado