Nueva Crisis por la Falta de Cultura del Mantenimiento Entre los Políticos

*Pichicateando la Seguridad de los Usuarios del Transporte

*Imposible Trasladar a Millones Como han Declarado Autoridades

*La Neófita que Dirige el Sistema Debe Asumir su Responsabilidad

Por Nidia Marín

Esa cultura no existe y el hecho de que no se invirtieran seis mil millones de pesos para dar mantenimiento al sistema eléctrico del Sistema de Transporte Colectivo (Metro) de la Ciudad de México lo pagarán (como siempre) los usuarios… y los trabajadores, a quienes se les pichicatea su seguridad en el trabajo y en el traslado.

Resultará imposible trasladar a los millones de ciudadanos que utilizan las líneas uno, dos y tres (1.4 millones de viajes diarios) para acudir a sus centros de trabajo, tras el voraz incendio en el principal centro de control que, en una primera mirada, fue por la falta de mantenimiento al sistema eléctrico. ¿De dónde sacarán los miles de autobuses que se requieren?

Los ahorros mal entendidos por parte de las autoridades federales, el desconocimiento de la dirigente del STC y su proclividad a doblar mansamente las manos y a no exigir los recursos para el principal transporte de la ciudad, afecta a millones de mexicanos no sólo habitantes de la Ciudad de México, sino de la conurbación.

Sí, porque en la Zona Metropolitana del Valle de México se construyeron entre 1994 y 2005 un total de 371,422 viviendas en 115 conjuntos urbanos de interés social y social progresivo. Estos conjuntos cubrieron una superficie de 6,383 hectáreas, señala la investigación “Los Costos de la Expansión Urbana: Aproximación a Partir de un Modelo de Precios Hedónicos en la Zona Metropolitana del Valle de México”, llevada a cabo por José Alberto Lara Pulido, Gabriela Estrada Díaz, Juan Carlos Zentella Gómez y Alejandro Guevara Sanjinés, de la Universidad Iberoamericana.

El desarrollo de conjuntos habitacionales masivos y periféricos, dicen, a diferencia del crecimiento compacto o al menos continuo, impone costos a la sociedad que se resienten en lo ambiental (cambio de usos de suelo, pérdida de suelo fértil, incremento de la contaminación atmosférica), lo económico (costos de provisión de equipamiento e infraestructura, créditos impagados) y lo social (disminución de la calidad de vida para sus habitantes). Para ellos, aseguran, el costo directo del transporte se incrementa sensiblemente respecto a una situación anterior de localización intraurbana, pero sobre todo se incrementa el tiempo que deben invertir en transportarse de la periferia hacia los centros de trabajo.

¿Esto lo sabrían las autoridades de la Ciudad de México y del Metro? ¿Lo tomarían en cuenta para negar los recursos al mantenimiento? De ser así es una política criminal que condena a los trabajadores a un posible accidente en las instalaciones y a los usuarios a vivir un calvario para trasladarse.

De todos es conocido las constantes fallas en los equipos de mando y control, así como en los de generación de energía eléctrica. ¿Entonces?

Más vale que hagamos caso al señalamiento de Ralph Gakenheim “Los Problemas de la Movilidad en el Mundo en Desarrollo” (publicado por Scielo), el cual advierte las similitudes de las megaciudades en sus condiciones generales y en sus problemas y oportunidades de movilidad.

Resalta las exigencias impuestas por el rápido crecimiento que “son impresionantes”, lo que se traduce en carencias de servicios públicos, además de que dichas ciudades atraen poblaciones marginales cuyas necesidades no logran ser satisfechas en muchos aspectos, incluyendo el de la movilidad.

Sin embargo, hay un lado positivo, dice: “Las megaciudades comparadas al menos con ciudades de carácter secundario en sus respectivos países, normalmente cuentan con mejores servicios públicos. Generalmente reciben la mayor tajada en la inversión pública y en la atención de las políticas, dado que albergan la población más afluente y con las expectativas más altas”.

Y no estaría mal revisar aquellos de que: “El control de los gastos a la luz de probables ingresos y del presupuesto disponible. Los proyectos de transporte en todo el mundo tradicionalmente subestiman los costos y sobreestiman los ingresos, lo que se traduce en problemas financieros graves”.

Y sobre todo… “…es esencial aprovecharse de la fuerza de las políticas públicas, y reforzarlas resueltamente cuando sea necesario, con el objetivo de tomar las medidas de alto rendimiento que se requieren”.