AUTONOMÌA RELATIVA.
/Juan Ignacio Zavala /
La gran farsa. Es lo que vemos todos los días en escena. El Presidente organiza los numeritos. El ejercicio de gobierno del lopezobradorismo tiene la duración de un tuit. A eso se reduce su obra de gobierno: una foto, un minivideo, una declaración, un insulto, una foto, una amenaza. Lo demás es el vacío, la inercia de la decadencia.
En los 70, 80, se hacían chistes de las locuras de Echeverría y López Portillo. Abundaban chascarrillos sobre su desmesura, sus desequilibrios y su megalomanía. Pero no solamente eran chistes.
El gobierno funcionaba para mantener en la mente del mandatario esa realidad alterna que tenía en su cabeza. Así, inauguraron obras que no existieron, parques que nunca hubo, carreteras que no fueron y hasta rutas de ferrocarril. Como ése es el México que añora López Obrador, estamos inmersos en esa época delirante.
Las ocurrencias son peores cada día. Lo de la inauguración del aeropuerto es una tragedia con disfraz de vacilada. Todos sabemos que el Presidente aterrizó en una base militar remozada. No en un aeropuerto comercial. La pantomima tiene ya rasgos de delirio.
En el gobierno piden favores para mantener las fantasías presidenciales. No otra cosa fue que aviones comerciales sin pasajeros aterrizaran en la base militar. Las líneas aéreas pasan por uno de sus peores momentos. En nuestro país tienen adeudos por todos lados con el gobierno. Por supuesto que si les piden mover un avión sin pasajeros para que el Presidente crea que inauguró un aeropuerto, lo hacen con gusto.
Las escenografías gubernamentales exigen público. En las mañaneras ya hemos visto a los patiños del Presidente que le ponen sus temas favoritos y son quienes lo acompañan en ese viaje por la degradación que son esos eventos matutinos. Pero inaugurar un aeropuerto es algo especial.
Más si solamente ocurre en la afiebrada mente del Presidente –y eso que ya no está enfermo–, porque entonces se requiere de armar toda una parafernalia para cumplir el desvarío del señor.
Así pues, que se necesitaba de gente para llenar el avión y “viajar” con el Presidente. Se citó a todo el gabinete (que en caso de accidente hubiera sido un problema reconocerlos, pues nadie sabe quiénes son) y a otros invitados al tour de la fantasía. Acudieron gustosos.
Un vuelo de 11 minutos. Se tardaron más en abordar el avión que en lo que duró el trayecto. Todos muy contentos con la nueva ocurrencia presidencial. Seguro en el regreso por carretera se fueron eructando la birria jalisciense que les dieron de desayuno, al tiempo que se carcajeaban de las jaladas en las que tienen que participar.
De lleno en su fantasía, el Presidente dice que se trata de “la construcción más importante y grande del mundo”, que tiene la tecnología más avanzada y cosas por el estilo. Sus colaboradores aplaudían la genialidad presidencial de construir un aeropuerto en tiempo récord.
Por cierto, que seguramente otro récord que se puede inscribir, pero en el catálogo de la ignominia, es que hace un par de días el gobierno de la República logró vacunar contra Covid a ¡220 personas!(sí, doscientas veinte). La cosa está para llorar. La gente se muere, el Presidente delira y su gente le aplaude