Sin tacto.
Por Sergio González Levet.
No, no se equivocó nuestro querido y profesional editor y puso la misma columna que apareció hace algunos días. Lo que pasa es que repito el título del texto en el que hablé de lo peligrosos que pueden ser los préstamos que últimamente se ofrecen de manera profusa en Internet, y en los que anuncian que no consultan el buró de crédito y ofrecen todas las facilidades posibles para que el cliente obtenga el dinero que quiera o necesite.
Dije ahí que esas ofertas son tan atractivas como peligrosas, pues pueden provenir de estafadores cibernéticos o de criminales organizados.
Pero ahora me referiré a otros préstamos con los que hay que tener cuidado, y ésos son los que ofrecen las instituciones financieras y los bancos legales.
Pongo un ejemplo del que tuve conocimiento algunos días atrás:
Un señor se apersonó en el banco Santander hace poco menos de año y medio y solicitó un crédito personal de 100 mil pesos. La mensualidad que debía abonar era de poco más de 4 mil pesos y así lo hizo por seis ocasiones, hasta que se amparó en la facilidad que le dio el banco para que dejara de pagar durante cuatro meses, debido a la pandemia.
Pasó el periodo de gracia y logró pagar durante cuatro meses más, hasta que en enero su situación económica ya no le permitió hacer el abono correspondiente.
Lo primero que sucedió fue que desde el mismo día en que cayó en moratoria empezó a recibir llamadas de empleados de Santander que le exigían que pasara a solucionar su adeudo. Llegaron a ser más de 30 llamadas al día, lo que cualquiera puede considerar un acoso telefónico.
Nuestro amigo se apersonó en la sucursal, habló con un ejecutivo y le solicitó que el banco hiciera una reestructura de su crédito, de modo que le bajaran el monto del pago mensual, aunque se tardara más tiempo el liquidar el total.
El ejecutivo le dijo que como estaba casi al corriente no podía hacer nada, porque el banco sólo ofrecía programas de ayuda a quienes debían seis meses o más.
Bien, nuestro deudor, que es una persona honesta, siguió insistiendo hasta que consiguió que le hicieran una propuesta de reestructura, que le llegó justo un día antes de que se cumpliera el segundo mes sin pagar.
Ahí le decía el banco Santander que su adeudo era de ¡106 mil pesos!, considerando intereses, recargos y multas. En el mismo “arreglo” le decían que tenía que pagar 800 pesos de inmediato, después dos pagos de 1,500 pesos y 60 pagos de 2,5’00, ni más ni menos que 153,800 pesos por un crédito de 120 mil pesos, tomando en cuenta que ya había enterado otros 45 mil pesos en las primeras mensualidades que había pagado en tiempo, o sea: 198,800 pesos.
El negocio le va a costar 98,800 pesos de intereses y otras comisiones del banco, si no es que le dicen otra cosa en la Condusef, a donde piensa asistir de inmediato para poner la queja.
Así que: cuidado también con los préstamos “legales”.
sglevet@gmail.com