López-Gatell, el gran indolente

EPICENTRO

/León Krauze /

La tragedia no ha alcanzado para conmover al subsecretario

Hace casi doce años estuve en Hermosillo, Sonora para cubrir la tragedia de la Guardería ABC, en la que murieron 49 niños en medio de un infierno. En aquel tiempo trabajaba para W Radio. Entrevisté a varios de los padres de los niños. Algunos ni siquiera comenzaban a emerger del duelo. Otros empezaban a traducir su enorme dolor en indignación. Así conversé con Abraham Fraijo y Julio César Márquez, que desde el principio alzaron la voz contra la injustica perpetua que les había quitado a Emilia y Yeyé.

En Hermosillo viví la elección para gobernador. Hasta el incendio en la guardería, el priista Alfonso Elías Serrano llevaba una delantera que parecía insuperable. Después, el dolor lo cambió todo. Guillermo Padrés, el candidato del PAN, alcanzó a Díaz Serrano y lo venció en una votación memorable (Padrés luego fue un desastre, pero esa es otra historia).

Al día siguiente de la elección asistí a una conferencia de prensa del gobernador saliente, el priista Eduardo Bours. La tragedia había expuesto un lado insolente de Bours, un hombre claramente incapaz de lidiar con una crisis humana de ese calibre.

La conferencia de prensa lo confirmó. Así lo consigné en una crónica para Letras Libres. Bours achacó la derrota de su candidato al “manejo que se le dio al caso de la guardería del 5 de junio, que sin duda hizo que alguna gente no saliera a votar”.

El “manejo”, sugirió Bours, deprimió la participación de la gente en las urnas. Estaba claro que el cálculo político era la prioridad del gobernador. Recuerdo cuánto me impresionó esa indolencia. Para Bours, los niños muertos en la guardería habían sido un tremendo inconveniente.

El alma no le daba para condolerse de verdad, para aceptar su fracaso o reconocer el merecido castigo de los votantes. En otras palabras: la horrenda muerte de los niños se había entrometido en los planes del PRI. Unos días más tarde, Bours dijo dormir “como un bebé”. La tragedia no había alcanzado para conmoverlo.

Cuando escuché a Hugo López-Gatell en la conferencia del jueves pasado recordé a Eduardo Bours. Como el gobernador de Sonora frente a la muerte del medio centenar de niños, López-Gatell parece incapaz de la empatía más elemental.

No solo eso. Como Bours en aquellas declaraciones, López-Gatell prefiere quejarse de la supuesta “afición” (vaya palabra) de la prensa con dar cuenta de los muertos por el virus que en condolerse por la desdicha inmensa que ha sido la pandemia en el país. En términos boursianos, parece importarle más “el manejo” de la tragedia que la tragedia misma. Es el gran indolente de la pandemia.

Antes que hablarle de frente a los deudos o referirse con humanidad a los cientos de miles que México ha perdido, López-Gatell prefiere lamentar la fijación nuestra con “el lado más triste de la epidemia”. En esto también me recuerda a Bours.

En aquel tiempo, recuerdo pensar que Bours, a diferencia de la gran mayoría de la gente y los periodistas, había tenido acceso a todas las imágenes de la guardería. Bours sabía los detalles de lo ocurrido. Conocía el calibre verdadero del horror.

Aun así, prefería despotricar contra los medios y rumiar la derrota en las urnas. Lo mismo le ocurre a López-Gatell, quien sabe perfectamente de qué tamaño es lo que ha sucedido en México. Conoce el costo verdadero. A él nadie le miente. Sabe el número real de personas fallecidas. Él lo sabe, pero prefiere demostrar la misma indolencia cruel de Bours.

Como pasó con Bours en Sonora doce años atrás, la tragedia tampoco ha alcanzado para conmover a Hugo López-Gatell.

El jueves, al terminar la conferencia de prensa del subsecretario de Salud, le pregunté a Andrea González, mi compañera en la conducción del noticiero de Univisión en Los Ángeles, su opinión de lo que habíamos escuchado. Como los padres de la guardería ABC, Andrea conoce en carne propia el terrible dolor de la tragedia.

Perdió a sus dos padres con 36 horas de diferencia. “Es de una egolatría y una insensibilidad muy grandes”, me dijo Andrea. “Me duele mucho porque estoy de los dos lados. Trabajo en un medio de comunicación y además perdí a mis padres. El creer que exponemos las cifras de muertos para buscar algún beneficio, me parece indolente y carente de sensibilidad”.

Tiene razón. Los padres de la guardería ABC no eran víctimas de ningún “manejo” mediático. Tampoco el electorado sonorense. Entonces, como ahora, hay solo indignación ante la tragedia. Hay indignación, dolor y duelo. Todo indica que López-Gatell no lo entenderá jamás. Hasta que la historia, como con Bours, diga lo que tiene que decir.