Permiso para distorsionar

Denise Dresser.

Andrés Manuel López Obrador se siente con permiso de agredir a los ciudadanos que gobierna. Todas las mañaneras lo hace: pontifica, juzga, moraliza, estigmatiza, desinforma, y entre sus villanos preferidos suelen estar periodistas y organizaciones de la sociedad civil. La andanada más reciente le tocó a Artículo 19, que defiende la libertad de expresión amenazada en el mundo, y en México. Aquí, donde en 2020 se registraron 692 agresiones contra la prensa, una cifra inédita y que representa un incremento del 13.6% con respecto al año anterior. El Presidente lo permite, lo promueve, lo propaga. El uso del púlpito del poder para desacreditar a quien lo vigila. Una estrategia de descalificación a la investigación, hábilmente disfrazada de “transparentar intereses mediáticos privados”, mañosamente envuelta en oposición a la “intervención extranjera”, tramposamente justificada para promover “más medios de izquierda”.

AMLO se siente muy atacado, se siente muy solo, no entiende por qué los periodistas auscultan en vez de aplaudir. El oficialismo piensa que la cobertura crítica se debe a los intereses “neoliberales” de los medios, a los vetos impuestos a periodistas de izquierda, a la ausencia de espacios para personajes afines a su proyecto. Pero esta es una visión simplista y autocomplaciente. Lo que el Presidente y su séquito no comprenden es que un periodismo de izquierda vigoroso y autónomo no podría hacer otra cosa más que criticar a la 4T. Porque muchas de las acciones instrumentadas en los últimos años traicionan la agenda progresista. Basta con mirar la militarización, el desprecio a la causa feminista, la construcción de un nuevo capitalismo de cuates con sus cuates, el énfasis en la petrolización económica por encima de la transición energética, las alianzas electorales conservadoras, el surgimiento de una nueva casta de privilegiados y protegidos. La izquierda se engaña al pensar que AMLO representa sus causas o enarbola sus banderas.

Las voces que justifican este conservadurismo disfrazado de progresismo no suenan tan alto como el Presidente quisiera porque han perdido la independencia intelectual o económica que permite distinguir intenciones de resultados, datos inexistentes de datos duros, propaganda de realidad. Y el periodismo autónomo que sí existe en México consigna las contradicciones, exhibe las traiciones, decanta las distorsiones del presente, tal y como lo hacía en el pasado. Un gobierno de “izquierda” que denuesta a la oligarquía empresarial pero le da contratos para Dos Bocas, el Tren Maya, y las Tarjetas del Bienestar. Un gobierno de “izquierda” que demanda que OSC’s transparenten sus fuentes de financiamiento mientras reserva información sobre Santa Lucía, Cienfuegos, vacunas, Odebrecht, Tlahuelilpan, el operativo Ovidio, los enfrentamientos entre civiles y militares, Pemex/Etileno XXI, el Tren Maya, Ayotzinapa y mucho más. Un gobierno de “izquierda” que se pelea con antiguos aliados en el periodismo, en el feminismo, en el movimiento de derechos humanos. Un gobierno de “izquierda” que -en plena pandemia- abandona a su suerte a los vulnerables, con el argumento neoliberal de evitar mayor endeudamiento estatal.

Sin duda hay intereses mediáticos y plumas pagadas y emporios empresariales que se oponen a la 4T. Pero también hay cuestionamientos legítimos de quienes se sienten traicionados por un gobierno que abandonó sus promesas de campaña. La cobertura favorable no se logrará abriendo espacios a nuevos chayoteros, ni utilizando la publicidad oficial para pagar prensa palera, ni presionando vía el manejo discrecional de concesiones, ni reproduciendo el trato opaco y personalista con los dueños de las televisoras como antes. A la 4T le iría mejor si gobernara mejor. Si dejara de aportar evidencia sobre la profundización de una crisis detallada por Artículo 19 y otras OSC’s. Si abandonara la militarización de la seguridad pública y el control de la Fiscalía General. Si se abocara a construir un Estado democrático de derecho y encarara la crisis de violencia, feminicidios y derechos humanos. Si en vez de buscar aprobación se dedicara a acelerar la vacunación. Un gobierno que cotidianamente falsea la realidad produce la enemistad. Y ante un Presidente que se ha dado permiso para distorsionar, la obligación de todo ciudadano de izquierda es señalarlo.