Ni viendo aprenden.

Héctor Calderón Hallal.

Las campañas de los partidos opositores a López Obrador y a la 4-T no prenden. No despiertan interés en la población de ningún rincón de la geografía nacional.

La oposición a la 4-T debe construir un discurso fresco, diferente al que presentaron por décadas.

Hoy el discurso del PRI y del PAN, en su defensa de instituciones como el INE suena hipócrita, toda vez que en su tiempo de esplendor, como partidos en el poder, manejaron al instituto bajo premisas de dominio y criterios político-electorales, que convirtieron al árbitro electoral en un mero oficial  de partes, donde todo se dirimía a través de acuerdos ‘planchados’ en el Consejo, pero por la directriz presidencial de Los Pinos.

Aunque igualmente hipócrita resulta el discurso de la 4-T en su andanada actual contra el INE, hoy que no se ve favorecido por las decisiones jurisdiccionales de esta instancia arbitral; lo que equivale a negar la lucha de muchas décadas, desplegada por auténticas organizaciones de izquierda clandestina en este país, de grupos marginales, que demandaron siempre imparcialidad del estado mexicano al momento de sancionar un proceso electoral, hasta muy entrado el último cuarto del siglo 20, cuando se vislumbró un esperanzador avance de justicia electoral, con la llegada de la Ley General de Organizaciones, Partidos y Procedimientos Electorales (LOPPE), entrada en vigor en 1978, por la iniciativa del inolvidable  secretario de Gobernación, Jesús Reyes Heroles.

Porque ni el PRI, ni el PAN, ni el PRD… y mucho menos Morena, se pueden erigir como garantes de la legalidad al interior del INE; lo que nos obliga a los ciudadanos a ese órgano arbitral electoral; y este tan solo es uno de los grandes temas, que nos da la idea, del porque como sociedad debemos arrebatarle la agenda temática de campaña a los partidos.

Aquí se empieza a explicar el porqué ‘no prenden’ las campañas en el ánimo de la población mexicana: porque sus mensajes no son auténticos, no son sinceros… no vienen del sentir de la población, sino de las formalidades de la clase política, dictadas desde un escritorio burocrático.

 

Los ciudadanos debemos dictar el guión de lo que se dice y se planea… y verificar en su momento, su cumplimiento.

Basta de denuncias por candidaturas ‘vendidas al mejor postor’; basta de candidatos impresentables; basta de violencia política de género; basta de asesinatos. Agresiones y amenazas a candidatos y organizadores; basta de los ‘candidatos de siempre’; basta de ‘ofendidos’ y humillados por las cúpulas de los partidos; basta de pretender convertir a esta elección en un referéndum, tanto de un lado como de otro.

Se necesita un nuevo y más creativo mensaje; no sólo que sea genuino de la población, sino que hable de otras cosas:

La gente quiere saber cómo vamos a asumir la nueva “normalidad” post-Covid y cuándo llegará; la gente está genuinamente interesada en saber qué es lo que proponen y cómo le van a hacer para devolvernos al crecimiento económico; en cómo nos van a restaurar el camino a la esperanza perdida, tras tanto muerto y tanta desolación.

De cualquier forma, el hecho de que la 4 T continúe o no en el poder, será un asunto de los electores y de los liderazgos emergentes… pero no de los que se fueron, que resultaron materialmente ‘echados’ por la vía del voto popular en 2018, gracias a sus rapacerías y sinvergüenzadas.

Por eso la importancia que revistió desde antes de iniciado este proceso electoral, la participación de nuevos actores políticos, de nuevos rostros, con historiales más o menos intachables, de bajo o nulo perfil de corrupción,  que motivaran a la ciudadanía a albergar una esperanza.

Porque la generación que perdió ante la 4 T, fue incapaz de construir un país socialmente justo, por el contrario, auspició la corrupción y la injusticia social, por lo que debería dar paso a una nueva generación de burócratas y servidores públicos que traten de redimir de algún modo a la historia política reciente.

Así entonces, ¿porqué habríamos de votar contra Morena, frenándola en sus pretensiones, por ejemplo, si no nos han dicho qué van a hacer, que sea bueno y mejor que lo que hicieron en el pasado reciente tanto el PRI, como el PAN y el PRD?

¿Cómo y cuál será el contrapeso en el que se resguardarán los que se consideran ‘huérfanos’ ideológicos en este momento con la 4 T?

¿Por qué tendríamos que olvidar tan pronto el estilo priísta de distribuirse el botín del gasto público, sobre la base de una plataforma autoritarista y corrupta?

¿O porqué podrían ser mejores que los gobiernos panistas, que no supieron desmantelar –como tanto lo anunciaron- el régimen priísta y por el contrario, terminaron militarizando el país en una guerra por demás sangrienta e interminable?

Y es que ni viendo aprenden…

Ni tintos ni multicolores; ni pintos ni colorados, han aprendido del político que hoy combaten y que han venido subestimando, en el plano político y en el de la comunicación social: el presidente López Obrador.

Bajita la mano ayer lunes, durante la conferencia ‘mañanera’, les dio una nueva cátedra sobre el lenguaje de la comunicación eficaz.

Les proyectó al frente del Salón Tesorería, una gráfica del periódico Reforma sobre la intención del voto del 49% a su partido Morena y, tácitamente, a su nivel de aceptación como presidente… que es materialmente mayoritaria. Y lo hizo sin describir el contenido de la gráfica proyectada.

Así es la comunicación política eficaz.

Los grandes estrategas políticos, son expertos en balística, no en estética, ni en retórica. Las palabras y las frases se miden desde antes de pronuciarlas, así como sus trayectorias y sus efectos.

Ni viendo aprenden los opositores aliancistas al “nuevo régimeng”, (con “g” al final), para decirlo como el presidente AMLO… y como ‘Robeltico’ Robaina o Miguel Díaz Canedo, tan de moda en las últimas horas.

Ni viendo aprenden los del PRI, PAN y PRD, que la narrativa debe ser a partir de un renacimiento; vamos… de un orden que se sobreponga a un caos.

Lo diremos a la manera de aquel laico irreverente portugués, de nombre José Saramago, en sus “Intermitencias de la Muerte”: “Sin muerte no hay resurrección… y sin resurrección no hay iglesia”.

La política edifica sobre lo que está vivo, no sobre la que ya feneció; sobre lo nuevo , no sobre lo viejo.

Ni las mismas caras, ni los mismas narrativas, fue lo primero que dijimos antes de iniciar la contienda electoral, ninguna de los dos lineamientos se cumplieron. A ver cómo les va.

 

Ni viendo aprenden, del ‘nuevo régimeng’.

 

Autor: Héctor Calderón Hallal

@pequenialdo