*Asesina el marido, la ex pareja, el jefe, el padre; no son mentes especialmente complejas, pero tampoco ajenas a la realidad, estrangulan violan y mutilan dentro de una sociedad que invisibiliza a las víctimas…
Desde la mano izquierda
Claudia Almaguer
SemMéxico, En este mes de mayo la detención de un presunto feminicida de 72 años de edad en el municipio de Atizapán, Estado de México ha conseguido atraer toda la atención mediática que no han tenido las 311 mujeres víctimas que van en este año por feminicidio cuyos casos están dentro de las carpetas de investigación iniciadas en el país desde el mes de enero hasta abril, de las cuales 48 corresponden a esa entidad federativa.
Al saberse del operativo para asegurarlo, se han realizado varias entrevistas a las autoridades, por ejemplo, alguna por ahí versa acerca de una agente de policía que hizo labor encubierta, aunque hasta ahora no sepamos si la Fiscalía en cuestión aplicó protocolos para salvaguardar la integridad de la investigadora.
Pero no es lo único, también algunas personas dedicadas a realizar técnicas de perfilación criminal son parte de los reportajes, explicando elementos de la conducta en la infancia que van desde haber padecido estrés, baja autoestima, ser resultado de un embarazo no deseado, sentir desesperanza o tener cambios de humor, hasta extremos de lesiones orgánicas como daño cerebral, esquizofrenia o psicosis. De acuerdo a estos planteamientos un adulto “feminicida serial” puede presentar compulsividad, un pobre autoconcepto, señales de haber pedido ayuda profesional, abuso de sustancias, indiferencia y lo que se denomina: “introyección de una falsa construcción social de la mujer” es decir, ser un machista.
Sin embargo, dejemos para otra ocasión el apuro de que la Criminología no sepa deshacerse de Lombroso, es que tampoco las autoridades ni los medios consiguen librarse de sus taras histriónicas y amarillistas para gestionar los asuntos y en lugar de investigar seriamente, de buscar construir la argumentación jurídica adecuada, de hacerse de los datos de prueba necesarios, han acabado dando fama a un hombre, aportando a la fantasía colectiva del “monstruo”.
Y ¿Cuál es el problema de nombrarlo así? ¿Acaso pretendemos negar que sus actos son execrables? ¿No es cierto que asesinar y mutilar, que tirar cuerpos de mujeres como si no fueran nada es horroroso?
Por supuesto que sí.
Lo que preocupa de enajenarlo de su naturaleza humana es que entonces no nos pertenece, no es resultado directo de una socialización en la que se enseña a los hombres que las mujeres deben permanecer subordinadas o pagar el precio. Porque efectivamente es gravísimo que asesinen impunemente y precisamente a las mujeres de modos que casi siempre implican una imposición de sufrimientos previos a la privación de la vida, pero la misoginia, no es elemento accesorio sino esencial, colectivo y compartido. En los contextos del feminicidio como fenómeno criminal, la sombra del asesino serial es la excepción.
Cuando en 2018 el Instituto Nacional de Estadística y Geografía dio a conocer sus datos sobre la violencia machista señaló que de las mujeres que han enfrentado violencia por parte de su esposo o novio, a lo largo de su relación de pareja (19.1 millones), en el 64.0% de los casos se trató de violencia severa y muy severa. Para ese momento se calculaba tan solo en el ámbito de estos agresores conocidos que 4 millones de mujeres estaban en una situación de riesgo inminente.
Además, ese año registró la mayor cantidad de mujeres asesinadas en el país en los últimos 29 años (3,752), de las cuales 30 de cada 100 fue estrangulada, ahorcada o sofocada, quemada, golpeada con algún objeto o herida con un arma punzocortante.
Cuando la Dra. Julia Monárrez elaboró su dictamen sobre el feminicidio sexual sistémico para el caso del Campo Algodonero, estableció en la comisión de un solo hecho, la representación de todos los elementos de una relación desigual: “la superioridad genérica del hombre frente a la subordinación genérica de la mujer, la misoginia, el control y el sexismo”.
Por consiguiente, igual asesina el marido, la ex pareja, el jefe, el padre y no son mentes especialmente complejas, pero tampoco ajenas a la realidad, estrangulan violan y mutilan dentro de una sociedad que invisibiliza a las víctimas, o las mira para culparlas, en tanto a ellos los compadece, o los ensalza volviéndolos personajes fuera del mundo real. Pero si en México lo común es ser violento o feminicida.
A más ver.