TRES EN RAYA
Verónica Malo Guzmán.
Una vez más, el avión llegó a la mañanera. Aterrizó, como siempre lo hace, cuando los temas en verdad importantes comienzan a resultar demasiado espinosos para tratar en la misma, o cuando “los otros datos” simplemente no terminan de cuadrar.
Así, esta semana volvimos a escuchar a López Obrador mencionar al avión TP-01 y ahora se aventó a decir que no se vende porque es tan lujoso que a cualquiera “le da pena” que se sepa que es dueño de una aeronave así. ¡Ternurita! Las razones son otras. Los pretextos también.
Cuentan “las lenguas aéreas” que el envío del avión José María Morelos y Pavón a su rutinario mantenimiento se tuvo que adelantar. El motivo, por demás está decirlo, no es que necesitara servicio. Respondió, en cambio, a la pronta llegada a México de Kamala Harris, Vicepresidente de los Estados Unidos. La petición de nuestro vecino país del norte es tener su centro de operaciones en el hangar presidencial, el cual requiere vacío.
Volviendo al TP-01 y su triste destino, ayer venció el primer periodo de la licitación a través de la UNOPS para tratar de encontrar una empresa que realice la promoción y publicidad para la venta de la aeronave. No se encontró ninguna. Serán cuatro meses más de búsqueda de una empresa idónea y, una vez que se encuentre, se anunciará el avión para su venta de manera formal.
A dicha empresa se le pagará un mínimo del 0.03% del valor mínimo de la venta del avión, más una “comisión de éxito”, lo que se puede volver un número gigante que disminuirá el monto neto obtenido por su venta.
Mientras tanto, el avión languidece sin ser usado. Tan solo su mantenimiento ha tenido un costo de 400 millones de pesos anuales; un servicio que, nos guste o no, se requiere pagar.
Con lo cual, renace la pregunta: ¿cuánto más nos significará adecuar el avión y poderlo utilizar ante las contingencias naturales? Para desastres causados por el clima, o sismos que suceden todos los años; o bien para trasladar de forma segura a soldados o desplazados por huracanes, inundaciones, etcétera.
Se tiende a olvidar, también, que el dueño del avión no es López Obrador, y que como tal, se podría darle un uso distinto a tenerlo varado en el hangar presidencial.
Claro, usarlo para otros menesteres tendría un costo extra, pero dado que ya existe el costo hundido antes mencionado, podría promediarse al usarlo en cosas necesarias que de todas formas se gastan. Incluidos —pero no limitado a— los viajes del presidente AMLO, de periodistas y comitivas diversas.
Pero esto último no va a pasar jamás porque, sabemos, el avión presidencial es la primera y última bandera de la “austeridad” lopezobradorista. Digo, hasta el famoso Jetta blanco se convirtió en múltiples SUVs blindadas. Una historia de la calabaza en versión 4T…
Pero no, en lugar de pensar en su reconversión o venderlo como un avión comercial (a un precio más bajo), se insiste en tenerlo de pretexto. El pretexto más caro que ni Obama, ni Biden, ni Putin, ni ningún otro presidente ha tenido. Esa autoridad que se siente “dueño” del avión presidencial, prefiere tenerlo parado que poner tan caro artefacto a devengar su costo.