Prosa aprisa.
Arturo Reyes Isidoro.
Una semana después las aguas poselectorales tienden a calmarse. Persisten todavía resultados por definir, aunque son los menos, y la contienda continuará en los tribunales y no dudo que algunos triunfos puedan ser revertidos si la oposición sustenta bien sus reclamos con todas las evidencias que posee de las irregularidades que se cometieron y que quedaron grabadas en fotografías, en videos, en audios, en testimonios periodísticos.
Pero no se modificará la cuantía abrumadoramente mayoritaria que obtuvo Morena tanto en diputaciones federales y locales, como en presidencias municipales. La geografía política se ha modificado, tiñéndose casi toda de guinda, y territorialmente Veracruz está en manos de morenos, algunos auténticos y creo que la mayoría de utilería, priistas, los más, y panistas, a quienes jalaron, por su experiencia y conocimiento de las buenas y las malas artes de la política, para que contendieran bajo sus siglas y para que les enseñaran y los ayudaran a ganar al costo que fuera.
Conforme han pasado los días, he platicado con actores políticos que contendieron bajo las siglas de Morena o de sus partidos aliados y me han confirmado lo que aquí he venido comentando en el sentido de que sustentaron su triunfo en dos ejes: los programas sociales del presidente y lo que ellos llaman una política “de contención” contra la oposición, que no fue otra cosa más que todos los abusos y atropellos contra aspirantes muy bien posicionados a los que hicieron desistir por medio de amenazas usando hombres encapuchados y armados, que en su mayoría no eran de la delincuencia organizada, contra candidatos bien aceptados por el electorado a los que metieron a la cárcel con cualquier pretexto; quemando vehículos, destruyendo viviendas, disparando contra casas de campañas y casas de candidatos, con saldos de muertos y heridos, y un largo etcétera.
Les he agregado un eje más, que, por supuesto, aceptan, tan decisivo como los otros dos: el uso, sin límite, de recursos públicos para planchar todo lo que fue necesario, para comprar y poner a su disposición y bajo sus órdenes a todo el aparato electoral tanto el controlado por el INE como por el OPLEV, para operar el día de las elecciones incluyendo la compra de votos, todo tan a lo bestia por lo cuantioso que los propios priistas, que fueron y son maestros en la especialidad, están asustados porque ellos nunca se atrevieron a tanto y porque nunca se había visto lo que acabamos de ver.
Dudo que a muchos de los que ganaron su distrito o su municipio, hasta pensaría que a la mayoría, los eligieron los veracruzanos porque realmente se identifican con ellos, por sus buenos resultados como gestores (en el caso de los diputados que repiten), incluso por su buena imagen (golpeadores de mujeres, cínicos que han declarado públicamente que no leen ni lo que aprueban en el Congreso local o que tienen a su familia en la nómina y que han denunciado que lo mismo pasa en el gobierno del Estado y en la judicatura, etc.). Una buena cantidad ganó porque iban en paquete, porque los metieron en el mismo saco, porque vendieron en remate manzanas podridas revueltas con otras en buen Estado pero que la clientela compró porque a cambio les dieron efectivo en sus monederos.
Pero ahora, eso es lo cierto y con lo que hay que tejer el futuro político, tienen ya casi todo el pastel en la mesa, grandote y apetitoso, y la pregunta es si hay un solo dueño, si uno solo se lo apropiará, o si alguien reclamará la rebanada más grande, porque nunca falta, ni en las mejores familias, el goloso, el que quiere la mejor tajada, la mayor cantidad posible incluyendo todo el merengue. No se debe olvidar que Morena es una melcocha de tribus, de todos contra todos, y como han resultado excelentes alumnos del priismo, aplicaron en principio un principio tricolor, una regla no escrita, de gran valor, de los priistas: unámonos, derrotemos al enemigo de enfrente, y ahora pueden completar lo que sigue y falta: y después nos seguimos rompiendo la madre entre nosotros.
Hay que dejar que las cosas terminen por asentarse. El poder político despierta ambiciones y transforma, hasta el grado de enloquecer a los hombres. Los que están, los que repiten o los que llegan, los dos primeros hace mucho que dejaron de ser aquellos modestos aspirantes a reivindicadores sociales, que hablaban de austeridad y que hoy se mueven en lujosísimas camionetas blindadas, millonarias, seguidas de convoyes de siete u ocho más, llenas de hombres armados, que comen y departen en los restaurantes más caros, que descorchan vinos carísimos que dejan en ridículo a Fidel Herrera Beltrán con sus Vega Sicilia (el delegado federal Manuel Huerta se cuece aparte: viaja en una modesta camioneta con un chofer y solo dos personas más).
Decía líneas anteriores que muchos ganaron porque iban en paquete, pero creo que se sería injusto si no se hacen las excepciones que hay. El caso más significativo es el del senador con licencia, Ricardo Ahued, quien ganó la alcaldía de Xalapa. En su caso sí, los habitantes de la capital votaron por su persona, no por su partido. Creo que harán bien sus votantes en mantenerse unidos en torno a él, pues en círculos de morenos creen que tendrá presiones y hasta posibles conflictos porque de palacio de gobierno o algunos diputados (quién sabe por qué mencionan más a Rosalinda Galindo Silva) intentarán imponerle a sus incondicionales en los distintos cargos del ayuntamiento, aunque no sean lo mejor. No más hipólitos (rodríguez herreros) claman los xalapeños.
La función casi está terminando. Finalmente, las dos capitales del Estado, Xalapa y Veracruz, tienen nuevas autoridades que asumirán dentro de seis meses. Xalapa, asiento de los tres poderes, ha quedado en manos de Morena, y más que de Morena, de Ahued. El puerto jarocho lo administrará una estrella emergente, una jinete que tomó las riendas de la candidatura a poco más de la mitad del río y supo y pudo salir con éxito: Patricia Lobeira. Finalmente, hubo alternancia. Aunque de la misma familia, con el paso del tiempo se hablará de Paty Lobeira, ya no de su esposo ni de su suegro, ni de su cuñado. Las mujeres son inteligentes y ella puede cambiar muchas cosas si opta por la unidad, si se aleja de la pendencia que tienen sus familiares con los del palacio de gobierno en Xalapa, si ve a sus competidores no como enemigos sino como contendientes, si jala a colaborar con ella a muchas mujeres valiosas que hay en el puerto, si gobierna para todos.
De llegar a ser exitosa, a ver si no despierta celos entre su parentela política. Porque puede suceder con ella como en esos equipos de futbol en que de pronto el titular del conjunto se lastima y tiene que abandonar la cancha y meten en su lugar al reserva, al canterano, que estaba en la banca y resulta toda una grata sorpresa porque juega tan bien o mejor que el estrella al que sustituyó y hasta se gana la titularidad. Paty debe escuchar y haber escuchado en familia miles de cosas sobre el poder. Debe estar entre emocionada e intrigada con lo que le espera. No sabe lo que le espera en la conducción del municipio más importante (junto con Xalapa) de uno de los estados más importantes del país. Cuidado con que le guste y le pique el gusanito de la política, con que le agarre el gusto, con que baje al pueblo cual moderna Evita Perón, luche por los más desfavorecidos, logre la empatía con el pueblo más vulnerable y se convierta en la líder que desde la década de los años 20 del siglo pasado, con María Luisa Marín, del Movimiento Inquilinario (no sé por qué está en el olvido), no ha tenido el puerto.
Por ahora, dejemos que se acaben de calmar las cosas.