Jorge Fco. Cabral Bravo.
Con solidaridad y respeto a Ricardo Ahued Bardahuil.
Le comentó, México debe bajar el volumen de la estridencia política para que la nueva alineación de gobiernos y congresos se ponga a trabajar.
No es cosa menor, hoy estamos con la certeza de que, a pesar del clima de polarización política, en 2024 tendremos nuevamente elecciones federales organizadas por el INE. También sabemos que cualquier deseo hipotético de reelección presidencial está descartado. Finalmente, al menos en el papel se mantendrá intacto el sistema de pesos y contrapesos, incluida la existencia de órganos autónomos.
También es buena noticia que haya sido elevado el grado de aceptación (silencioso) de los resultados por parte de los candidatos (a pesar de las autoproclamaciones de victoria). Habrá varias elecciones que serán impugnadas y no descartemos que haya incluso anulaciones. Pero la alta conflictividad poselectoral que se anticipaba no se presentó.
(La mala noticia es que, si Morena hubiese perdido varias gubernaturas y la mayoría absoluta en la Cámara de Diputados quizá la reacción del presidente y Morena habría sido diferente. Seguimos siendo rehenes de quienes ganan y por cuánto). Las buenas noticias se acompañan de algunas malas noticias.
¿Funcionó la Alianza va por México?
Los partidos de la Alianza va por México no sólo han sobrevivido durante 3 años en un ambiente inhóspito, sino que lograron crecer, y lograr su objetivo principal.
La respuesta a esa pregunta es un rotundo sí.
La Alianza arrancó dentro de un entorno político electoral que no generaba muchas expectativas. Después de la elección de 2018, la oposición en México se encontraba derrotada no sólo en lo electoral, sino que también parecía no tener capacidad de organización ni de articulación de un discurso propio. Se percibía una crisis de liderazgos políticos y de ausencia de mística propia. En encuestas de opinión los ciudadanos réproba van a los partidos de oposición y no tenían casi presencia mediática.
Sin embargo, la conformación de una Alianza electoral entre los tres partidos “tradicionales”, con todo y sus diferencias ideológicas y los desencuentros personales de sus líderes, tal vez logró comunicar a cierta parte de los electores la importancia de impedir aún más el fortalecimiento y la continuidad de una agenda de reformas impulsadas por el gobierno con las que no están de acuerdo. Es posible que la formación del Alianza haya transmitido a esos electores inconformes un sentido de urgencia que de forma separada esos tres partidos no hubieran podido comunicar.
La Alianza fue un éxito porque los tres partidos políticos que la conformaron van a aumentar el número de diputados federales que tienen hoy.
La Alianza también puede apuntarse programático, a pesar de sus diferencias ideológicas.
En otro contexto, si usted me permite le comentó la esperanza es un asidero moral para no caer en el desaliento, perder la serenidad, es confiar en que algo sea logrado. El Ejecutivo Federal inspiró la esperanza de que un gobierno diferente lograría el desarrollo del país. Tras alternancias PAN-PRI con modestos crecimientos, una globalización que amplio desigualdad entre grupos sociales y regiones, una corrupción ofensiva, un distanciamiento de partidos con sus bases, se pensó que un cambio podría ser la solución.
Esta esperanza persiste, lo hemos visto en las elecciones. No se habla de resultados, ni de caída del PIB, cierre de empresas, desempleo, violencia, crimen organizado, femicidios o corrupción renovada. La agenda presidencial de bombo y platillo, vamos bien, grandes obras, petróleo como palanca, electricidad sin renovables, aeropuerto Santa Lucía, polariza y divide para rechazar críticas o evaluaciones. Acusa que no dejan que su proyecto avance.
No se habla con la verdad, ni la queremos, porque perder la esperanza duele, frustra, ¿y qué queda entonces? Es interesante entender los resultados electorales. Morena, como se apuntaba, primera fuerza, con Gubernaturas y la mayoría de los votos, en contiendas reñidas. Perdió la mayoría de las alcaldías en la Ciudad de México. Y tras derrumbe en línea 12 y pérdida electoral, se descarrilaron proyectos presidenciales. No será tan fácil tener opciones que garanticen triunfos en el 2024.
El saldo yo lo definiría como un empate, se rescató la constitucionalidad en el Congreso. Morena ganó gubernaturas, la participación fue copiosa, corrió el dinero, la violencia no se generalizó, la Ciudad de México adquiere nuevo rostro de pluralidad, los Congresos locales se integran según fuerzas locales. El Ejecutivo Federal cesó sus ataques contra el INE, y no ha tocado al TEPJF, aún no llegamos a esa etapa, que puede darse. Pero el Presidente no es un buen ganador tampoco.
Está contento. Conocía los riesgos, operó con todo y ganó.
Porque puede gobernar vía leyes, sin reformas constitucionales, dependerá de la SCJN decidir en diversos asuntos. Cuenta con mayor base institucional. Y puede intentar alianzas si son necesarias para impulsar proyectos. Aunque esa opción su prioridad, como lo demuestra el anuncio del secretario Arturo Herrera al BANXICO.
La oposición también ganó. Creció su presencia, más allá de triunfos y derrotas, dio la batalla muy activamente, aún con desventajas. Logró recomponer contrapesos al frenar la mayoría calificada en la Cámara de Diputados, ahora deberá mantenerla, primer caso el BANXICO. El PAN fue el más exitoso.
Ha sido, pese a rupturas internas, el opositor más consistente frente a la 4T. El PRI que estaba por desaparecer con muy bajas preferencias electorales, logró reagruparse y competir. El PRD no perdió su registro, logró varias diputaciones, alcaldías.
Su triunfo se reflejó en los mercados. Hubo mayor conciencia de la necesaria participación y de que la política es interés de todos. Recupero presencia en la Ciudad de México y su activismo en las alcaldías, en la caja de resonancia nacional, tendrá un fuerte impacto.
Este empate refleja la esperanza por un mejor país, mejores gobiernos y más participación social. Como evolucionen se determinará por resultados. El Ejecutivo Federal puede ser muy eficaz en las urnas, pero gobernar es más que ganar elecciones.
Habrá seis Gobernadoras, cifra histórica.
Sólo ha habido siete en nuestra historia.
Lo paradójico es que los partidos políticos, a los que muchos desprecian, de los que se desconfía, que cuentan con cuadros impresentables en diversos cargos, serán los que tendrán la tarea de reorganizar la participación ciudadana. Sus burocracias deben dar paso a nuevos valores, mujeres y hombres, formar sus cuadros y, sobre todo, emprender nuevas prácticas, unirse a las causas de la sociedad, apoyarlas y lograr conseguir sus metas.
La representación política de la sociedad enfrenta un nuevo reto, una nueva etapa, una nueva esperanza. Su voz en la que debe contar, no los intereses particulares, si es que los propios partidos quieren permanecer. Estamos pues ante un empate que abre nuevas opiniones para mejorar nuestra democracia, cerrar brechas de desigualdad y retomar el activismo de diversos grupos, mujeres y sus derechos, niños y sus necesidades, ancianos y sus ciudades, hombres y sus nuevos roles.
Es la sociedad la que debe empoderarse.
Así continuará la esperanza.
Recuerde, porque si las elecciones son caras en México se debe, en buena medida, a que la burra no era arisca: se deben multiplicar los esfuerzos de monitoreo, vigilancia y fiscalización de partidos y candidatos. Hay una ciudadanía que cree en el INE. Y eso no es cualquier cosa en este país.