ÍNDICE POLÍTICO.
FRANCISCO RODRÍGUEZ.
Hasta hace muy poco la gran ambición de las castas políticas mexicanas era convertir al país en un protectorado maquilador. Sin embargo, las factorías acosadas por la ambición de los gobernantes que se cebaron con el derecho de piso abandonaron la frontera norte y se fueron hacia el sur del planeta buscando mano de obra más barata. Y la encontraron.
El fracaso del modelito exportador de la maquila fue un hecho al comprobar que no protegíamos ninguna iniciativa de empleo. Como complemento de lo anterior, la invasión prohijada por el TLC de productos agropecuarios, manufactureros y tecnológicos extranjeros, arrasaron con lo que quedaba del país. Ningún modelo acompañaba ya a la sobada transición democrática del país. No quedaron ni pelos de aquel sueño guajiro.
Se desperdició la ubicación geoestratégica del país en relación con un llamado mercado común norteamericano. Las ambiciones desatadas de los caballerangos salinistas convirtieron el proyecto en una fuente de moches para vender esa oportunidad comercial y geográfica a los patrones orientales y europeos de la industria automotriz.
El sueño salinista: imitar el autoritarismo de los Tigres Asiáticos
El embate brutal de las políticas de locomotora económica provenientes del norte del Continente, de Europa Occidental y de la Cuenca del Pacífico acabaron de barrer con un sistema político erosionado por el desplome de la estructura industrial y la cerrazón de la política, vencida por los intereses de los mandarines mexicanos.
El sueño salinista del protectorado maquilador se basaba en imitar el esquema autoritario y despótico de los Tigres Asiáticos, sustentado en una férrea concertación de los gobiernos con sus ejércitos, en las políticas corporativas gerenciales, la sujeción de los salarios obreros, el absoluto predominio de creencias religiosas antiquísimas. Era la ambición de poder de quien creyó ser Carlos Primero de México.
Si se entregaba el país, siquiera que fuera a cambio de algo
De repente, el salinismo se dio cuenta de que no contábamos con ninguna corporación parecida a las que transaban con las economías del cuadrilátero asiático y, por cierto, no porque su administración no lo hubiera querido concretar, sino por una cuestión elemental de idiosincrasia que los locales nunca entendieron, como casi todas.
Jamás se impuso el menor criterio nacionalista para sustentar la aplicación de un modelo de protectorado maquilador en las fronteras con Estados Unidos, como era el sistema Shelton, aplicado en los países maquiladores de Europa Oriental, África y América Latina, consistente en aportar a las factorías extranjeras domiciliadas en México, así como…
… la mayor cantidad de insumos nacionales, más la participación de los trabajadores locales en condiciones salariales dignas, con acceso al manejo operativo de las empresas, para tener la esperanza de un poco de conocimiento en favor del futuro inmediato. Si se estaba entregando el país, siquiera que fuera a cambio de algo, usted sabe.
A cambio de moches, los gobernadores dieron y cedieron todo
Pero no. Fue todo lo contrario. Los presidentes de la República y los gobernadores de los Estados maquiladores del Norte y del Altiplano mexicano se fueron encima de los moches, como usted ya lo sabe. Para acrecentar sus estipendios les dieron a las empresas extranjeras toda clase de facilidades y concesiones graciosas a cargo del patrimonio nacional.
Terrenos regalados, infraestructura sin costo, agua potable y para usos industriales sin freno, posibilidad de contaminación de los mantos freáticos sin responsabilidad ni reparación alguna, bajísimos salarios, mano de obra esclava, exenciones fiscales, ayuda incondicional para el mercadeo interior de la producción automotriz. Y cero barreras arancelarias para la exportación indiscriminada hacia el exterior.
Asimismo, cero impedimentos para importar los insumos del exterior, mismos que, si se hubieran producido en México, habrían generado empleos y derramas económicas para el mercado nuestro. Pero no. Se impusieron el moche y las ambiciones de convertirse en el paraíso maquilador. Los moches rompieron el saco y el sueño se acabó.
La lucha contra el narco, lucha contra los propios gobernantes
México ya no pudo ser el protectorado maquilador con el que soñaban el salinismo, el zedillato, el foxismo y hasta el calderonismo depredador. Para establecer su sello personal, al beodo Felipe de Jesús Calderón Hinojosa se le ocurrió tran$ar con los gringos su reconocimiento como Presidente electo en una cochinada electoral, a cambio de comprometerse en una lucha fratricida contra el narcotráfico.
Se desató una locura infernal, pues los narcos no eran otros que los mismos gobernantes. Era una guerra contra sí mismos. En contra de todos aquéllos a quienes el mismo gobierno, desde la Secretaría de Gobernación delamadridista les habían abierto franquicias a raudales para operar en todo el territorio nacional. Si no lo creen, pregúntenle a Manuel Bartlett Díaz.
Para EU ya es más rentable el narco que los Golpes de Estado
Obviamente, la famosa guerra contra el narcotráfico, causante hasta la fecha de ya más de medio millón de ejecutados, asesinados, despedazados, desparecidos, torturados y encarcelados, fue ganada por el flanco rudo de la Administración, el asociado con todas las organizaciones delincuenciales estadounidenses, las verdaderas propietarias del negocio.
Desde el Departamento de Estado, el Pentágono y la DEA, la CIA, hasta la más chiquita oficina del FBI o de la Border Patrol y otras agencias más están todos a la cabeza del negocio más redituable del mundo, por encima de la trata internacional, el contrabando de autopartes y medicinas o el negocio de los Golpes de Estado, tan devaluados por la historia. Ahora, los golpes se dan desde las oficinas burocráticas al servicio del narcotráfico.
La “cultura” narca se cuela por todas las rendijas de la sociedad
Es escandalosa la proliferación de los grupos de banda norteña que arrasan con el mercado nacional y extranjero de la música. Los Tigres del Norte, desde hace quince años abarrotaban hasta las plazas españolas de Salamanca y Madrid. Es realmente vergonzoso cómo ha caído la cultura nacional en manos de estos vándalos musicales.
Pero no sólo eso. Las expresiones del folclor mexicano exacerbado por las series de televisión o vía streaming se han atiborrado de expresiones dantescas: el ajuste de cuentas, el reacomodo de posiciones, las nuevas rutas del contrabando, las influencias de las familias, el derecho de piso, las venganzas al interior de las familias de delincuentes por el control de las regiones, la implicación cómplice de todos los gobernantes en un negocio que finalmente es sólo suyo y de nadie más.
El negocio es de los que creen que mandan. Bueno, mandan siempre y cuando tengan la complacencia de los verdaderos carteles que se encuentran en las oficinas financieras y en los aparatos de dominio de los gabachos, eso lo sabe usted y todo el mundo. Pero en la medida en que los mandarines mexicas se acoplen a sus designios, todo es miel sobre hojuelas para su pretendida permanencia en el poder.
Sólo una honrada lucha Vs. la corrupción interna puede funcionar
Políticos y narcos se confunden entre sí. Se funden en abrazos y no en balazos. Y la errónea gran ambición de ser un protectorado maquilador acabó en convertirnos en un rancho de narcos, donde el circulante monetario, la dirección de los negocios, el nivel de precios de comestibles y productos, la posibilidad de trabajo y ascenso, la cultura nacional, responden a mandos del narcotráfico y de la complicidad directa del aparato gubernamental.
Y así, francamente no se puede. Ya no hay salida. Sólo una frontal e inteligente y honrada lucha contra la corrupción interna puede funcionar ante este aquelarre. Una noche de brujas en la que han convertido a lo que antes era un país nacionalista, con cierta formación educativa y planta de trabajo en crecimiento.
Nadie está seguro. Ni siquiera los militares más encumbrados
Un rancho de narcos. Donde los capataces tienen el derecho para ejecutar a cualquier simple peón que pretenda alzar la voz. Donde tienen también el derecho de cortar de tajo cualquier aspiración política de algún gobernante honrado. Donde ellos mandan, porque están armados, y tienen las licencias gubernamentales que se requieren para operar sin miramientos.
Delincuentes que asesinan candidatos a cargos de elección popular. Que lanzan cabezas humanas a las casillas donde se emitiría el voto. Que se roban las urnas. Que amenazan a los electores. Que son dueños ya de una enorme porción del país, mientras el “caudillo” se instala en el “abrazos, no balazos” y saca a ondear la bandera blanca cada ocasión que irá a las “plazas” bajo el control del crimen. ¿Sociedad?
Ya nadie está seguro. Ni siquiera los militares más encumbrados, gobernadores, sicarios y toda la parentela de la complicidad ya no concilian el sueño. El tan temido mal humor social, es sólo de ellos. Los cargos en la prisión de Brooklyn hacia todo el sistema son realmente escandalosos.
¿No cree usted?
Índice Flamígero: “Esta masacre (la de Reynosa, el pasado fin de semana) ocurrió porque hubo connivencia de diversas autoridades con los asesinos ¿Hasta dónde llegan las complicidades? Lo ignoro, pero las investigaciones tendrían que involucrar a todos los funcionarios estatales y federales que pudieron haber reaccionado y no lo hicieron”, escribió apenas el especialista Alejandro Hope. Y tiene toda la razón.
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