Democracia Eficaz.
El López Obrador vociferante de sus conferencias mañaneras se diluye frente al López Obrador timorato que se esconde detrás de una consulta frívola.
Luis Carlos Ugalde
En lugar de combatir frontalmente la corrupción del pasado, López Obrador se ha refugiado en un artilugio cristiano para ‘perdonar’ a los pecadores que tanto ha criticado, salvo que el pueblo decida otra cosa.
Todo empezó durante la campaña presidencial de 2018 cuando dijo -en el entorno de una entrevista de televisión- que él iba a perdonar a los corruptos de otros gobiernos para evitar un “pantano de confrontación” y dejar atrás el pasado.
El argumento es falaz e irresponsable. Falaz porque meter a la cárcel a los corruptos no significa confrontación -al contrario, significa construir paz y justicia siempre y cuando se siga el debido proceso.
Irresponsable porque el presidente está obligado a cumplir la ley y, salvo el indulto a reos en ciertas circunstancias, López Obrador no está facultado para emitir perdones: combatir la corrupción es un asunto legal, no moral.
El López Obrador vociferante de sus conferencias mañaneras se diluye frente al López Obrador timorato que se esconde detrás de una consulta frívola en lugar de tomar las acciones pertinentes para procesar a quienes hayan delinquido en el pasado.
¿Qué ocurrirá a la mañana siguiente cuando la mayoría de los votantes haya expresado que sí quiere que se ‘esclarezcan’ las decisiones de actores políticos que pudieran constituir delito de corrupción?
¿A quién denunciará el presidente López Obrador? ¿Cuáles serán los indicios para hacerlo? Y si tal evidencia existe, ¿acaso no habría que denunciar a López Obrador por obstrucción de la justicia, ya que sabiendo que hay delito que perseguir ha sido omiso en la denuncia?
¿Qué ocurrirá con los expresidentes Salinas, Zedillo, Fox y Calderón cuyos eventuales delitos ya han prescrito?
Pero quizá el resultado más paradójico será que la consulta no será vinculante porque votará menos de 40 por ciento de la lista de electores.
Para que sea válida, deben votar -aproximadamente- 37.4 millones de personas de la lista de 93.5 millones de electores. Si los 16.7 millones que votaron por Morena hace tres semanas lo hicieran ahora, se alcanzaría una tasa de 17.8 por ciento. Si se suman a los votantes del PT y del Verde, la tasa alcanzaría 22.5 por ciento. Así que se requiere convencer a poco más de 16 millones de personas adicionales para que la consulta sea válida.
(La tasa de votación del 6 de junio fue de 52 por ciento después de meses de campaña y de un sentido enorme de relevancia para amplios segmentos de la población).
Y entonces López Obrador estará el 2 de agosto igual que ahora: sin un mandato contundente del pueblo para ‘enjuiciar’ a sus predecesores. Y entonces la frivolidad de la consulta será más evidente: haber gastado más de 500 millones de pesos para un ejercicio inconcluso.
Cabe aclarar que la queja del presidente López Obrador en contra del INE por la falta de promoción es achacable al Congreso de la Unión que legisló para que la publicidad de la consulta empiece hasta el 15 de julio. Asimismo, la instalación de tan solo 50 mil casillas, menos de la tercera aparte de aquellas instaladas el 6 de junio, es fruto de la falta de recursos que la Cámara de Diputados asignó a este ejercicio.