Prosa aprisa.
Arturo Reyes Isidoro.
Anunció el presidente López Obrador que “llueva, truene o relampaguee” se reanudarán las clases presenciales a finales de agosto, casi ya dentro de un mes.
¿Qué razones da? Que mantener cerradas las escuelas “ya fue bastante”, que “esto no es bueno”.
Durante su anuncio, redujo la resistencia a que hay una negativa sistemática de la oposición. “Como en todo lo que proponemos, nuestros adversarios siempre dicen ‘no’”.
Pidió prepararse para regresar a clases porque “nada sustituye las clases presenciales”.
Lo cierto es que se trata de una decisión muy polémica que tiene dividido al país, como prácticamente está dividido en todos los asuntos públicos de la vida nacional.
Creo que el presidente se equivoca. La resistencia que existe no proviene de la oposición política ni mediática, sino de los padres de familia que no quieren poner en riesgo la vida de sus hijos, una actitud humana totalmente comprensible.
Porque también llueva, truene o relampaguee, la tercera ola de Covid-19, su ola de contagio, tiene de nuevo llenos los hospitales, no obstante que muchos contagiados ya estaban vacunados.
Mimético como es del presidente, en el estado el gobernador Cuitláhuac García Jiménez lo replicó (no podía ser de otra forma).
Dijo que será el 30 de agosto, que caerá en lunes, cuando se regrese a clases presenciales en Veracruz.
Argumentó que existen razones pedagógicas, “que obligan a los docentes a hacer el uso presencial de los estudiantes”. Dijo algo obvio: si no se hace podría haber retrasos significativos.
Pero mencionó: “Vamos a arrancar con los que asistan” y volvió a decir otra obviedad: “Ya los padres serán responsables de la educación de sus hijos. Nada más les comento que después, cuando esos niños crezcan y quieran acceder a grados superiores y no tengan la formación que debieron tener por mantenerse ausentes del aula, sus padres tendrán que ser responsables de esa situación”.
¿Acaso los padres no lo saben, no están conscientes de ello?
Me parece bien que se arranque con los que asistan, esto es, que el retorno sea voluntario, con los niños, adolescentes y jóvenes cuyos padres crean, estén convencidos que sus hijos no corren ningún riesgo o que tengan la seguridad de que no les va a pasar nada.
La resistencia que existe no es casual. En junio pasado en la Ciudad de México intentaron el regreso a clases presenciales, pero cinco escuelas tuvieron que cerrar de inmediato y volver a las clases virtuales por el rebrote que se presentó en varios niños. Un mes antes, en mayo, en Campeche también habían tenido que dar marcha atrás luego de que una maestra dio positivo.
Lo que las autoridades educativas deben dejar muy claro es que los derechos de los niños a regresar a las aulas cuando sus padres estén convencidos de que no corren riesgo están a salvo, pero sería muy preocupante que quisieran obligar a hacerlo.
Creo que si se arranca con los que quieran regresar voluntariamente y no pasa nada servirá para crear confianza y motivar el regreso masivo. Pero si se da un caso, uno solo de contagio, estará más que justificada la resistencia.
De todos modos creo que conscientes de que sus hijos sufrirán algún retraso, muchos padres van a asumir la responsabilidad de ello pero preferirán que sufran algún retraso en sus estudios o pierdan un año del ciclo escolar a que pierdan la vida.
Hubiera estado bien que tanto el presidente como el gobernador hubieran dicho también que, en todo caso, para quienes les hagan caso y envíen a sus hijos a la escuela, si se llegan a contagiar ellos asumirán la responsabilidad.
Para los que acepten regresar a clases, ¿ya están adaptadas todas las escuelas del estado con divisiones de acrílicos para que los niños, los adolescentes y los jóvenes no solo guarden la sana distancia sino mantengan el aislamiento necesario que los proteja?
¿En todas las escuelas se cuenta no solo con gel antibacterial, con tapetes y líquidos sanitizantes, sino también con termómetros y oxímetros para monitorear a los estudiantes tanto a su ingreso como a su salida de clases?
¿Han actualizado los números telefónicos de padres o tutores para localizarlos de inmediato si advierten algún síntoma que pudiera indicar contagio?
Creo que no se trata de que regresen a clases como si nada, sino que por la misma situación de emergencia que prevalece implica decisiones de mayor envergadura y de mucha responsabilidad.
Deseemos que quienes opten por el sí, sus hijos no lleguen a enfrentar algún problema de salud. Respetemos a quienes se mantengan por el no.
En forma voluntaria, sin transgredir la ley
Soy de la opinión que la autoridad debe tratar de convencer para lograr algún objetivo, pero no imponer su voluntad violando la ley ni algún derecho humano de nadie.
Sucedió con el polémico caso de los magistrados del Tribunal Superior de Justicia, a los que se pretendía orillar a que se bajaran su sueldo, que está normado por la ley.
Al final, el lunes pasado el gobernador publicó en sus cuentas de las redes sociales que 21 de 33 lo habían hecho, una cosecha nada mala, sin duda un logro importante, pero creo que lo interesante fue que no se obligó al resto.
Quienes accedieron están en todo su derecho de incluso trabajar gratis; quienes no, de reclamar lo que consideran legalmente suyo.
Cuitláhuac García tal vez pudo obtener más, pero le faltó el oficio político de sus antecesores.
En lugar de encargarle a la presidenta del Tribunal que hablara con todos y los convenciera, él debió haber operado el asunto en forma directa y discreta.
¿Qué hacían priistas y panistas? Llamar uno por uno a los magistrados, o de dos en dos o de tres en tres, y reunirse con ellos en forma privada en la Casa Veracruz donde les planteaban su petición, les argumentaban la necesidad, les pedían su apoyo y si lo obtenían se los agradecían personalmente. Pero platicado, dialogado, con mutuo entendimiento.
Venga de donde venga, el dinero nunca apesta
La joven filóloga y escritora Irene Vallejo, colaboradora en el diario Milenio, publicó ayer un breve texto sobre el dinero que me llamó la atención.
Recordó que se decía que el emperador Vespasiano daba trabajo a sus colaboradores más rapaces, con la intención de condenarlos cuando se enriquecían y apoderarse de sus rapiñas.
¿Es que acaso no sigue sucediendo? ¿Es que no ha habido la sospecha de gobernantes que, según, han hecho decomisos de sus antecesores y no se ha sabido dónde ha ido a parar el producto en efectivo que les han devuelto?
Pero la escritora narró la anécdota más famosa de Vespasiano, referente a una tasa que impuso sobre la orina, producto que era muy codiciado por los curtidores de pieles que lo usaban para tratar el cuero, y por los lavanderos, que lo empleaban para limpieza por su contenido en amoniaco.
Escribió que un día un hijo del emperador le recriminó por sacar dinero de las letrinas. Entonces Vepasiano le colocó bajo la nariz una moneda de oro producto de aquel impuesto y le preguntó cínicamente si olía mal. “El emperador sabía que, aunque venga de las alcantarillas, el dinero nunca apesta”.
Que lo digan tantos políticos veracruzanos que han pasado por el poder y que con dinero sucio, de las más negras y sucias alcantarillas, han amasado sus fortunas. Y así lo seguirán haciendo muchos, ¿o alguien lo duda?