EXCLUSIVO PARA HOMBRES.
POR YAZMÍN ALESSANDRINI.
Definiendo a las cosas bellas o estéticas, a la manera de San Agustín, se puede decir que “la belleza es el esplendor del orden” y esta definición se confirma cuando somos capaces de apreciar todo aquello que resplandece y sobresale. Y en las reglas de ética y urbanidad, esto se vincula intrínseca y estrechamente a la convivencia interpersonal, las cuales tienen en la estética un componente sumamente dominante. Y cuando se trata de actos públicos, el hombre debe anteponerlas como requisito moral.
También puede deducirse entonces que esa estética que arrastramos desde los pensadores clásicos, es inherente a los dos atributos aludidos: la ética y la urbanidad. Así entonces, la política como materia universal utiliza –desde ayer y hasta hoy- la diplomacia como forma de interrelación entre los estados y sus príncipes.
La estética es casi un sinónimo de la propiedad (ser propio). Es atender a la circunstancia con decoro. Vestir con propiedad –que no necesariamente con lujo- es la mejor manera de ser congruentes entre nuestra parte espiritual y la corporal; se puede decir que es una forma de mostrar a los demás que los queremos, que los valoramos, que los apreciamos, pero sobre todo que respetamos a aquellos con los que convivimos y la circunstancia que nos vincula. Las características del vestuario delinean afirmación o negación de la autoestima de la persona. Todo esto contribuye a tener una mejor convivencia.
Un ejemplo: Todo dignatario o diplomático comisionado debe atender a ser propiamente funcional y estético. Así comunica con más fuerza y pertinencia el afán de la misión que representa. Por lo tanto, hay que procurar ser congruentes al momento de tratar de empatar nuestro lenguaje corporal, con nuestra expresión oral y los atuendos que elegimos utilizar.
Asimismo, se asume como un mensaje muy estructurado y frecuente que una persona que se presenta en público vistiendo a su capricho y no sometiéndose a las exigencias de las costumbres recibidas, no sólo muestra poco aprecio de sí misma, sino que hace alarde de menosprecio hacia los demás y a la institución que pueda en un determinado momento representar.
La forma de vestir refleja en lo individual la personalidad de cada individuo; a partir de ésta se puede apreciar el buen gusto, la estridencia, la provocación, la elegancia. La psicología dice que la ropa conlleva a una búsqueda de identidad o de diferenciación de los demás, así como de una forma de identificarse con cierto grupo social.
Abordar este tema en esta ocasión lo detonó la feroz crítica que recibió a través de las redes sociales, la titular de la Secretaría de Economía, Tatiana Clouthier Carrillo, tras haberse reunido en Washington, Estados Unidos con su homóloga estadounidense, la secretaria de Comercio Gina Raimondo, con quien abordó diversos temas. La señora Clouthier publicó a través de Twitter una foto, la cual fue motivó de escarnio para que los internautas criticaran la “informalidad” de la funcionaria, en relación a la vestimenta de Raimondo. Y no sólo criticaron su atuendo, también se le fueron a la yugular para comentar, entre otras cosas, que no está capacitada para ocupar el puesto que se le confirió.
Definitivamente, cuando nos vestimos estamos manifestando cierto deseo específico para comunicar algo. La propiedad para vestir se inscribe en un conjunto de normas de observancia general que, para fines de actos públicos y con categoría diplomática, deben ser observados por todo actor con representación pública o con nivel ejecutivo.
Y no olviden que todos los sábados a la medianoche los espero en su programa “Exclusivo Para Hombres”, que se transmite por Telefórmula (por favor chequen su sistema de cable predilecto para verificar la nomenclatura de los canales).
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