«FRIDAYS FOR FUTURE FUE LA PROTESTA GLOBAL MÁS IMPORTANTE DE LA HISTORIA DE LA HUMANIDAD»
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Para Jane Fonda (Nueva York, 1937), el silencio nunca ha sido una opción. Ya en su juventud, durante la Administración de Eisenhower, en los años 60, la hija del famoso actor Henry Fonda y la ‘socialité’ Frances Seymour Brokaw se unió al Movimiento por los derechos civiles de Estados Unidos y recorrió el país dando conferencias contra la guerra de Vietnam en los 70. Más tarde, a inicios de los 2000, marchó contra la guerra de Irak, y ayudó a llevar al Congreso las demandas de las trabajadoras domésticas y agrícolas bajo el amparo del movimiento ‘#MeToo’. Ahora, la veterana actriz lidera el ‘Fire Drill Fridays’, un grupo de protesta que, hasta antes de la pandemia, cada viernes –como guiño a la revuelta estudiantil liderada por Greta Thunberg– se congregaba frente a las escalinatas del Capitolio, en Washington, para protestar contra la crisis climática. Una acción que la ha llevado, a sus 83 años, a ser arrestada en numerosas ocasiones por desobediencia civil. Sin embargo, su prolífica carrera como activista política no ha logrado ensombrecer una brillante (y galardonada) trayectoria en Hollywood. Muchos la recuerdan todavía por revolucionar el mundo del ejercicio a través de sus populares vídeos de aeróbic en los años ochenta, pero lo cierto es que Fonda ha protagonizado algunos grandes éxitos del cine, como ‘Barbarella’ (1968), ‘Danzad, danzad malditos’ (1969), ‘Klute’ (1971) o ‘Juventud’ (2015). Como reconocimiento a su larga y sólida carrera cinematográfica, Fonda recogió el premio Cecil B. DeMille en la pasada ceremonia de los Globos de Oro, donde no dudó en mandar un mensaje a la industria del cine para exigir una mayor diversidad.
«Hagamos un esfuerzo para que todo el mundo pueda alzarse y tenga la oportunidad de que su historia se escuche y se vea. Seamos líderes», pidió en su discurso en los Globos de Oro. ¿A quién le dedica el premio?
Sin duda, a todos aquellos millones de jóvenes militantes que hace unos años se sintieron inspirados por Greta Thunberg y decidieron tomar las calles para exigir más acción climática. Para mí, esa fue la protesta global más importante de la historia de la humanidad.
Usted ha tomado también las calles para protestar contra la inacción climática. ¿Cree que la desobediencia civil es necesaria en la lucha contra la crisis climática?
El futuro de la civilización depende de cómo abordemos la crisis climática: de si somos capaces de hacer lo que la ciencia nos indica y reducir las emisiones de CO₂ a la mitad de aquí a 2030, y a cero a mediados de siglo. Ya tengo casi 84 años y, para lo que me queda de vida, mi atención estará puesta en la lucha contra el cambio climático. Creo que no hay batalla más importante. En cuanto permitan volver a protestar, yo saldré a invitar a la gente a que se sume a los actos de desobediencia civil para movilizarnos contra el cambio climático. No me puedo quedar de brazos cruzados.
¿Cree que llegaremos a tiempo para frenar el cambio climático?
Si nos lo tomamos en serio, sí. Si no resolvemos la crisis climática, todo lo demás será irrelevante. Los científicos están convencidos de que lo podemos lograr, pero necesitamos a mucha gente exigiendo que eso se ponga en práctica. Todas las crisis están relacionadas entre sí: la violencia, la desigualdad, la injusticia, el racismo… De no haber crisis climática no estaríamos en medio de una pandemia. Y, si no actuamos, esta no será la última. Cuando se derrita el hielo de la Antártida, es probable que se liberen patógenos para los que no tenemos inmunidad. Cuando el planeta se siga calentando, los mosquitos y los insectos migrarán, trayendo nuevas enfermedades con ellos. Hablo de algo que está pasando ahora. Por eso yo no me quiero dormir en los laureles: soy un personaje público y tengo un altavoz para llegar a mucha gente, la mayoría mujeres de cierta edad que somos, además, el grupo demográfico que más crece. Tenemos la valentía y vivimos un promedio de cinco años más que los hombres, por lo que somos un grupo muy poderoso en términos de marketing. Durante años, sentimos que la narrativa femenina se había quedado afuera, y eso es algo negativo tanto para las mujeres como para los hombres. Si la mitad de la historia no cuenta, todos perdemos.
El activismo no es algo que le venga de ahora: ya se sumó a diversas causas cuando todavía no era frecuente que una actriz de Hollywood se posicionase políticamente. ¿Afectó eso a su carrera?
Hubo quien criticaba que lo hacía porque era hija de Henry Fonda, blanca y procedente de una clase social privilegiada. Muchos creían que por eso podían asustarme y conseguir que me callara. Me insultaron y menospreciaron para que nadie me hiciese caso, pero nunca presté mucha atención. Al revés, cuanto más me atacaban, más decidida estaba a demostrarles que solo por ser la hija de una estrella y por haber tenido una infancia privilegiada no iban a poder alejarme de lo que yo sabía que era lo correcto.
¿De dónde viene su despertar político?
De la época en la que viví Francia, donde conocí a [los artistas] Simone Signoret e Yves Montand, ambos muy progresistas y muy militantes. Ellos me ayudaron a comprender que podía ser actriz sin renunciar a luchar por lo que creía. Vivir en otro país también me ayudó a entender lo que es ser estadounidense. Ojalá todos los congresistas en Estados Unidos viviesen fuera por un tiempo; te ayuda a comprender que somos un país joven, pero con una cultura de varios siglos de antigüedad, con todas las luces y sombras que eso conlleva. Si tuviese que resumir, en Francia aprendí mucho sobre el amor, sobre ser estadounidense y sobre lo que significa ser mujer.
¿Qué supuso para usted el inicio del #MeToo, ese terremoto que destapó los abusos en Hollywood?
Cuando empecé, claro que hubo hombres que hicieron cosas inapropiadas. Incluso llegaron a despedirme porque no quise acostarme con mi jefe. Sin embargo, afortunadamente, yo nunca me topé con un depredador, pero muchas mujeres sí lo hicieron. Y ese es el motivo por el que apoyo el movimiento que ha surgido en Hollywood (y en todo el mundo) para acabar contra la cultura de los abusos. Creo que está recordando a los hombres cosas tan básicas como que no nos interesa verles el pene solo porque les excite. Ya no pueden hacer lo que se les ocurra. Otra cuestión, ligada más o menos al #MeToo, es que muchos estudios empiezan a tener claro que es de justicia pagarle lo mismo a hombres y mujeres.
En los últimos tiempos ha habido una especie de polarización interna dentro del feminismo. ¿Por qué cree que existe esa falta de unión?
Creo que no ocurre tanto como a la prensa le gustaría que pasara. Al final, la polarización es más interesante que el hecho de que todo el mundo se lleve bien. Todavía vivimos en una sociedad patriarcal. Por eso las mujeres están condicionadas a competir de la misma manera en que lo hacen los hombres. Muchas mujeres sienten que para llegar a la cima tienen que luchar como los hombres, pero deben darse cuenta de que nosotras competimos y lideramos de una manera distinta: lo hacemos de forma circular, sin hacer una distinción entre arriba y abajo. A los hombres, en cambio, les gustan las jerarquías, por eso algunas mujeres les imitan. A mí me criaron para competir. Yo solía ser muy competitiva y trataba a las demás con fiereza. Sin embargo, cuando volví de Francia, durante una visita a una base militar en Texas, la mujer al frente de la cafetería me trató con una calidez inesperada. Para mí fue como ver por una cerradura el mundo por el que yo estaba luchando. Esta mujer logró que yo me sintiera cómoda y me di cuenta de que lo más importante es cómo los demás te hacen sentir y cómo haces sentir a los demás. Esa experiencia cambió completamente la forma en que veía a mis amigas. Creo que de eso trata el movimiento feminista.
¿Cómo ha influido su activismo en su carrera como actriz?
Desde que empecé en el mundo del activismo he tratado de hacer películas que ayudaran a la audiencia a entender lo que estaba pasando en el mundo. Sin embargo, también he buscado obras que hiciesen que los espectadores sintieran algún tipo de conexión con gente muy diferente a ellos. Danzad, danzad, malditos –un drama existencial sobre la Gran Depresión– fue la primera película que hice que trataba sobre una realidad social, y actuar en ella tuvo un gran impacto en mí, cambió mi manera de pensar. De vez en cuando también he hecho comedias: todos necesitamos reírnos. Pero he evitado todas aquellas que ridiculizaran, subestimaran o insultaran a las personas.
¿Diría que hay alguna película que la represente?
No una, sino que son tres las películas que he protagonizado con las que me siento profundamente identificada. La primera es Klute, con la que gané mi primer Óscar; la segunda es El regreso, que refleja las heridas de la guerra de Vietnam; y la tercera es En el estanque dorado, en la que trabajé con mi padre, que falleció cuatro meses después del estreno.
En Jane Fonda en cinco actos, un documental sobre su trayectoria, dice haber crecido a la sombra de un monumento nacional, refiriéndose a su padre. ¿Qué recuerdo guarda de él?
A día de hoy, mi padre está muy presente en mi vida. Recuerdo que, cuando estaba escribiendo mis memorias, me llamó la hija de Martin Luther King. Le pregunté si, cuando era niña, su padre la sentaba en su regazo para hablarle sobre las cosas importantes de la vida. Me dijo que no, y yo le dije que a mí me había pasado lo mismo: mi padre no me enseñó nada. Al menos –le dije–, ella tenía los sermones de su padre y yo las películas del mío. En casa no hablaba mucho, era un hombre distante. Venía de una generación de hombres que no querían mostrar sus emociones y tampoco le gustaba que otra gente se emocionara delante de él. Fue a través de la pantalla como mi padre me enseñó valores como la justicia o la igualdad.
«No dejaré de incurrir a la desobediencia civil para invitar a la lucha contra el cambio climático»
«Ha habido muchas revoluciones en el último siglo, pero quizás ninguna tan significativa como la revolución de la longevidad», proclamaba en una charla TED. ¿Tiene miedo al envejecimiento?
He escrito dos libros sobre envejecer y es algo que he estudiado profundamente porque, cuando algo me asusta, me gusta conocerlo bien. No quiero idealizar el envejecimiento, pero creo que debemos cambiar la mirada sobre la edad. He pasado años investigando, estudiando y entrevistando a gente, y lo sorprendente es que el envejecimiento es lo que hace que la vida tenga sentido. Cuando hablamos de hacernos mayores, en realidad hablamos sobre llegar al final de la vida y luego morir. Es importante tener eso claro, porque nadie quiere llegar al final con muchos arrepentimientos sobre sus espaldas. Creo que tal vez el propósito de la vejez sea poder cambiar nuestra relación con el pasado. Debes preguntarte cómo quieres estar al final de tu vida. Además, una de las grandes cosas de vivir mucho tiempo es que aprendes muchas lecciones de vida. Para mí, una de ellas es la importancia de mantener el interés por las cosas. Por naturaleza soy muy curiosa y me paso el tiempo leyendo e intentando entender a la gente. Eso es lo que me mantiene joven.
La edad, sin embargo, parece ser un factor determinante en Hollywood. ¿Cómo ha lidiado con el edadismo de la cuna del cine?
La industria en la que trabajo alimenta el ego: debes ser hermosa y perfecta todo el rato. No obstante, cuando te acercas al final de tu vida –y yo aún espero vivir unos 10 o 15 años más–, te das cuenta de que todas esas cosas son menos importantes que tener personas en tu vida que realmente te quieran, que te hayan perdonado tus errores, a las que quieras y hayas perdonado. Todo eso será lo que, cuando revises tu vida, haga que sientas que todo tuvo sentido y que puedas responder la pregunta de por qué estamos aquí. Necesitamos tener significado en nuestras vidas, si no sufrimos. Yo pasé 30 años de mi vida de una manera bastante frívola y hedonista, pero cuando empecé a militar por causas sociales encontré un propósito que me hizo feliz.
¿Qué batallas le quedan por librar?
En general, en Estados Unidos todavía tenemos que luchar por la enmienda de derechos igualitarios para que finalmente los derechos de las mujeres formen al completo parte de la Constitución. Pero la mayor batalla es la lucha contra el cambio climático. Y aquí creo que las mujeres somos la clave para resolver la crisis. Mira todos aquellos países que tienen a mujeres líderes, o en donde la mitad de los integrantes del parlamento son mujeres; allí es donde se suelen aprobar resoluciones y leyes más eficaces para luchar contra la emergencia climática. Creo que estimular a las mujeres para que tomen posiciones de liderazgo es crítico para la supervivencia del planeta. Yo lucharé por eso hasta el final.
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