*Del 9 al 24 de octubre decenas de familias de personas desaparecidas, provenientes de diferentes partes del país, se reúnen en Morelos para buscar a los seres queridos de todos. En esta sexta edición, los brigadistas se han puesto nuevos objetivos, entre ellos: la identificación forense, así como la sensibilización a las autoridades y fuerzas de seguridad.
/ Por Aranzazú Ayala y Efraín Tzuc para el proyecto A dónde van los desaparecidos*/
Juan Carlos Trujillo está parado en medio de un grupo de más de cien personas que se alistan para ir a la catedral de Cuernavaca, a la misa con la que arrancará la VI Brigada Nacional de Búsqueda de Personas Desaparecidas. “Hoy tenemos más del doble de personas desaparecidas (que hace 15 años), entonces algo estamos haciendo mal, necesitamos pensar y replantear de qué manera vamos a poder organizarnos”, dice el activista michoacano que busca a cuatro de sus hermanos desaparecidos.
La Brigada Nacional de Búsqueda de Personas es un evento colectivo que impulsa, desde 2016, la Red de Enlaces Nacionales, agrupación compuesta por más de 160 organizaciones de familiares que buscan a sus desaparecidos en 26 estados del país.
Después de cinco brigadas realizadas en Veracruz, Guerrero y Sinaloa, ahora es el turno de Morelos, un estado que vio nacer, en 2011, lo que hasta ahora es la lucha más grande de víctimas de la violencia en México: el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad (MPJD).
La sexta brigada llega con nuevos retos. En palabras de Juan Carlos Trujillo no sólo es buscar a las personas desaparecidas —porque en su caminar han logrado dar con cinco cuerpos y más de 4 mil 500 restos óseos—, también es saber qué pasa con los hallazgos, una vez que los entregan a las autoridades forenses; pensar cómo detener la violencia y corrupción de las autoridades y reconstruir el tejido social que heredarán las generaciones que nacieron en esta ola de violencia.
Este 2021 ha sido un año complicado: la brigada tuvo que posponerse algunos meses a causa de la pandemia por la Covid-19. Al final logró realizarse en Morelos donde, desde hace tiempo, las familias de personas desaparecidas solicitaron la intervención de sus compañeros buscadores por la creciente violencia y la crisis forense que se tiene en la entidad, provocada por la negligencia de las autoridades: tan sólo en este estado, 391 cuerpos que llegaron a las morgues desde 2006 no habían sido identificados al cierre del 2019 y, a la fecha, poco más de mil personas están desaparecidas.
Nuevas problemáticas, nuevos ejes
En cada Brigada Nacional los familiares en búsqueda trabajaban bajo varios ejes: la búsqueda en campo para localizar fosas clandestinas; el sensibilizar a la comunidad sobre la grave crisis humanitaria de las desapariciones; la búsqueda de personas en vida, entrando a centros de reclusión y rehabilitación, y el trabajo con autoridades municipales que frecuentemente reciben las primeras llamadas de auxilio ante una desaparición.
Ahora la Red de Enlaces Nacionales incluyó un eje de trabajo sobre identificación forense, con el que buscan compartir entre las familiares cómo dar seguimiento a los hallazgos de los cuerpos y restos que recuperan en las fosas clandestinas.
“Hemos visto que en México no sólo desaparecen a las personas una vez, las desaparecen dos o tres veces. Estamos encontrando y entregando cuerpos a las autoridades. Hemos encontrado la realidad del país y se han abierto muchas grietas, pero el problema es que los siguen dejando sin identificar y no se entregan a sus familiares”, lamenta Juan Carlos Trujillo.
La Fiscalía de la entidad se ha caracterizado por una opacidad a la hora de rendir cuentas sobre el número de cuerpos pendientes por identificar, de acuerdo con el informe “La crisis forense en México: más de 52 mil personas fallecidas sin identificar”, del Movimiento Nacional por Nuestros Desaparecidos de México.
Juan Carlos recuerda que la primera batalla de las familias es por las cifras que las instituciones de procuración de justicia tratan de minimizar, cuando no de ocultar. “Es un problema que no se reconoce; y el problema que no es reconocido no puede ser atacado”, dice.
En Morelos los colectivos de búsqueda saben bien de esto: en 2016 y en 2017, la Fiscalía ya no pudo ocultar las fosas que cavó de manera irregular en los municipios de Jojutla y Tetelcingo, para dar salida a los cuerpos que saturaban sus morgues. Al menos 32 de los casi 200 cuerpos encontrados en estas fosas fueron enterrados con tal descuido que los datos que permitirían asociarlos a sus expedientes se perdieron o borraron con el tiempo.
En esta ocasión, durante las dos semanas que durará la brigada, los familiares también acudirán a los Servicios Médicos Forenses (Semefos) para revisar sus archivos, con la esperanza de reconocer una prenda, un tatuaje, una cicatriz o cualquier otra seña que pueda dar alguna pista para devolver la identidad a alguien.
Recuperar la humanidad
Si bien las brigadas iniciaron pensando en la búsqueda de cuerpos en fosas y terrenos, así como en el cabildeo con autoridades municipales y estatales, año con año han ido ampliando sus ejes de trabajo que responden a las necesidades que se van encontrando.
Desde la quinta brigada, realizada en febrero de 2020 en Papantla, Veracruz, se implementó el eje de intervención, sensibilización y humanización a instituciones y cuerpos policiacos. Esto para que los policías municipales, que en muchos casos son los primeros en responder ante una desaparición, se sensibilicen y entiendan la gravedad de la desaparición de una persona.
“Son una parte súper importante para nosotros porque han sido de las instituciones más vulnerables, más atrapadas por el hoy crimen organizado, el exnarcotráfico”, dice Juan Carlos Trujillo.
Además de tratar de intervenir directamente con las autoridades locales, otra parte fundamental es lo que llaman “recuperar al ser humano perdido entre la violencia”, es decir, romper la normalización que se ha instalado en la sociedad, a partir de la llamada guerra contra el narcotráfico declarada por el expresidente Felipe Calderón al final del 2006.
El saldo de esta estrategia de seguridad militarizada preocupa a la Brigada Nacional, no sólo porque detonó un incremento exponencial en los homicidios, los hallazgos de fosas clandestinas —que hoy suman más de 4 mil 800— y las desapariciones que casi alcanzan la cifra de 100 mil, también porque es esta violencia el único contexto que conocen cientos de miles de niños y jóvenes.
“Hay niños que tenían cinco años cuando esto inició, hoy tienen 20, y están normalizando la violencia, y creo que ese problema nos va a afectar el día de mañana, en un futuro de manera muy directa”, explica el activista.
Por eso, esa es la principal apuesta de la brigada: ya no sólo buscar cuerpos, sino hacer algo para que las nuevas generaciones detengan esta crisis.
Con estos nuevos objetivos, la VI brigada inició el pasado domingo con una misa donde las familias compartieron su palabra y testimonios en la catedral de la capital de Morelos. Durante la celebración religiosa, los sacerdotes pidieron a la sociedad sensibilizarse, empatizar y, sobre todo, solidarizarse con quienes buscan a un familiar.
Después de la misa los cerca de 80 brigadistas, los familiares de personas desaparecidas y personas solidarias —como en la Brigada se les llama a quienes no tienen a un familiar, ausente pero dan su tiempo para acompañar a quienes sí— provenientes de Guerrero, Morelos, Ciudad de México, Veracruz, Estado de México, Sinaloa, Sonora, Baja California, Puebla, Tlaxcala, Zacatecas e Hidalgo realizaron una breve marcha hasta el zócalo de Cuernavaca.
La caminata de la VI brigada terminó justo frente al memorial de las víctimas de la violencia: una pared flanqueada por un barandal y cubierta de fotografías, fichas de búsqueda, cruces y pañuelos. Una ofrenda viviente que parece no tener fin: hay nombres de hombres, mujeres, rostros de adolescentes, de quienes han sido asesinados y también de quienes siguen sin aparecer, no sólo de Morelos sino de otros lugares del país.
Frente a ese lugar, familiares de personas desaparecidas tomaron el micrófono para que se escucharan sus relatos sobre la violencia que han enfrentado y su lucha por encontrar a quienes faltan.
“No venimos a buscar culpables, venimos a buscar a nuestros corazones”, recordó Tranquilina Hernández, que busca a su hija Mireya Montiel Hernández, desaparecida en 2014. Mientras, dos mujeres pegaban una nueva ficha de búsqueda en el memorial. La violencia no ha cesado.
A casi diez años de las protestas masivas que dieron vida al Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, en el que se conocieron por por primera vez varias de las madres que iniciaron y continúan con estas brigadas de búsqueda, el estado de Morelos las recibe de nueva cuenta, pero esta vez son ellas, las madres, quienes buscan reavivar algo al estado y a sus compañeras de lucha: la esperanza de encontrar a sus desaparecidos.
“Morelos vio mucho a las familias, a las víctimas de la violencia contra el narcotráfico y creo que hoy es momento de que, con su gratitud y su experiencia, las familias buscadoras de otras partes del país puedan devolverle algo al estado”, finaliza Juan Carlos Trujillo.