#PorSiTeLoPerdiste #Marcaje a periodistas

Desde hace años, el círculo cercano a Andrés Manuel López Obrador más beligerante y violento, surgido de la prensa y dedicado a buscar la aniquilación social de medios y periodistas, ha estado embarcado en una estrategia de daño reputacional porque, desde que era jefe de Gobierno de la Ciudad de México, descalificarlos era la mejor forma de minimizar sus críticas o hacerlos irrelevantes. Como presidente, López Obrador verbaliza lo que fue un plan de largo aliento, diseñado o fortuito, cuando utiliza la palabra “irrelevante” para señalar su peso en la opinión pública, o afirmar que nadie les hace caso, porque nadie los lee ni los oye.

La realidad es que no lo piensa así, sino al contrario. Medios, periodistas e intelectuales se han convertido en un obstáculo para su agenda política, muchas veces impulsada por sus filias y fobias, y por lo tanto, en sus enemigos. Su fallido ejercicio semanal del top ten de las mentiras fue la respuesta más primitiva para enfrentar la crítica.

El top ten, una idea original del vocero presidencial, Jesús Ramírez Cuevas, tiene clientes frecuentes, periódicos y periodistas a quienes tratan de contrastar con medias verdades, mentiras flagrantes y juicios de valor rudimentarios sobre la información, su jerarquía periodística y el análisis.

Para ser “irrelevantes”, como califica a medios y periodistas el Presidente, son bastante relevantes en su acontecer diario y les dedica bastante tiempo de sus horas de trabajo.

Pero entre ese grupo de “relevantes”, que le quita el sueño a algunos en Palacio Nacional e incomoda a muchos otros, se encuentra un selecto grupo al cual, desde mayo, Ramírez Cuevas le ha dedicado una atención especial, extraordinaria para los estándares de la Presidencia mexicana, recuperando –seguramente sin que se acuerde– lo que hizo Emilio Chuayffet, cuando era secretario de Gobernación en el gobierno del presidente Ernesto Zedillo, al ordenar el seguimiento de ocho columnistas políticos.

Ramírez Cuevas creó un grupo de seguimiento de objetivos, periodistas e intelectuales, cuyo común denominador es ser críticos de López Obrador y, se puede argumentar, son personas cuya voz es escuchada con atención en grupos empresariales.

Este seguimiento no tiene nada que ver con el grupo de columnistas políticos y de negocios que son sujetos al espionaje telefónico gubernamental, como se ha denunciado varias veces en los últimos meses. No obstante, cuando menos dos de quienes figuran en el reducido bloque que le incomoda sobremanera a Ramírez Cuevas –probablemente reflejando las frustraciones y ansiedades de su jefe–, también tienen intervenidos sus teléfonos.

El grupo lo integran María Amparo Casar, Federico Reyes Heroles, Jesús Silva Herzog y Carlos Loret. Todos tienen colaboraciones regulares en periódicos, y conducen noticieros, como Loret, o son colaboradores frecuentes en varios de los programas de radio más influyentes en México.

Loret es el único periodista de tiempo completo y quien, del gremio, el que más exaspera al Presidente. Tanto, que ha trascendido de Palacio Nacional que es al único al cual se llega a referir con obscenidades. Es también a quien las granjas en las redes vinculadas a Palacio Nacional atacan más que a nadie, salvo Chumel Torres, que es comediante, no periodista, pero que como Loret, permanentemente los tiene en jaque con rápidas reacciones a los gazapos del Presidente y los suyos.

Loret emprendió la aventura política-periodística en el medio digital Latinus, donde el músculo más sólido que muestra es la investigación sistemática sobre la corrupción del círculo cercano al Presidente, familiar y profesional.

En su columna en El Universal, Loret se dedica la mayor parte de las veces a criticar al Presidente. Casar, Reyes Heroles y Silva-Herzog no tienen la contundencia explícita de Loret, pero tienen la pluma, la consistencia intelectual y la profundidad en su análisis comparado, para encontrar con puntualidad en las acciones de gobierno, las políticas públicas de López Obrador y su gestión coloreadas de puntos de vista personales, y actos antidemocráticos, populistas y autoritarios.

Al Presidente le molestan las categorías que se hacen de él en este sentido, y a veces responde directamente. Reyes Heroles y Silva-Herzog han sido señalados ocasionalmente por nombre en la mañanera, y López Obrador ha sido cuidadoso de no ensañarse nunca con ellos. Q

uizá por el respeto que le tiene a sus padres, Jesús Reyes Heroles y Jesús Silva-Herzog Flores. Casar, quien también ha sido señalada tangencialmente por nombre, pero por proximidad, es a quien más ataca regularmente.

Casar preside la organización Mexicanos contra la Corrupción y la Impunidad, fundada por Claudio X. González, y a la que renunció en julio del año pasado, que se ha dedicado desde el sexenio de Enrique Peña Nieto a investigar lo que su nombre describe. González por cierto, también es uno de los integrantes adicionales de ese bloque del que Ramírez Cuevas quiere saber todo.

El vocero presidencial integró un equipo para darle seguimiento a ese grupo, para lo cual contrató a un profesional que estaba fuera del gobierno. El seguimiento que se le encargó fue no sólo de lo que publican o dicen en prensa, radio y televisión, sino también que registraran todas sus declaraciones y sus presentaciones en seminarios o invitaciones para hablar con diferentes grupos.

El método que se pidió siguiera es como realizan los medios sus coberturas periodísticas, donde se tienen fuentes de información –en este caso las personas–, y se reporta todo lo importante que hacen. Esto, hay que subrayar, no es espionaje. El seguimiento tiene otro sistema, todo lo encuentran en actos públicos, y no se utilizan recursos subrepticios o ilegales para darles la cobertura deseada.

No está claro qué pretende encontrar Ramírez Cuevas con este seguimiento personalizado. Todo lo que dicen en conferencias y seminarios lo publican o lo dicen. No hay dobles discursos. Tampoco se conoce el avance de ese grupo, su vigencia o qué tipo de información, si alguna, le hayan dado al Presidente. Lo que sí quedó de manifiesto es que medios, periodistas e intelectuales, son relevantes y sí les hacen caso.