**Prosa aprisa /
/ Arturo Reyes Isidoro /
Me voy de puente.
Lector, te dejo descansar. Tomo el puente por el Día de Muertos, me voy de puente, pues, aunque sea para salir a tomar el café sin ninguna prisa ni presión por el tiempo, que a quienes escribimos y publicamos con regularidad siempre nos anda correteando.
Pero advierte una cosa, para significar lo cambiante de la realidad: cuando nos volvamos a encontrar en este espacio el próximo miércoles estaremos reajustando y readaptando nuestro organismo al nuevo horario, el de invierno. Imagínate, puente y con una hora más para descansar. Que lo disfrutes.
Para entonces –para entrar en materia– ya solo faltarán trece días para que el gobernador Cuitláhuac García Jiménez rinda su Tercer Informe de Gobierno, y en quince más cumpla tres años al frente de su gran responsabilidad, con lo que llegará exactamente a la mitad de su administración. De ahí comenzará su cuenta regresiva.
En él también, cuánto cambio se ha operado: tres años después ya no se reconoce en su persona a aquel militante y activista que caminaba por las colonias de Xalapa repartiendo un periodiquito que le servía para estar cerca de la gente; a aquel muchacho con huaraches, pantalón de mezclilla, una camisita blanca de manga corta y un morralito al hombro, paliacate rojo como distintivo.
Viéndolo hoy luciendo en ocasiones como un verdadero catrín, movilizándose en una camionetota de lujo de más de un millón de pesos, con varias capas de blindaje, seguido por un convoy de más camionetotas y protegido y rodeado por un círculo de seguridad de al menos veinte guaruras, que lo mantiene aislado y alejado del pueblo, cuesta trabajo reconocerlo.
Sin duda, y cómo negarlo, es el más vivo ejemplo del aspiracionista que criticó el presidente Andrés Manuel López Obrador en junio pasado, aunque yo no lo incluiría en el resto de la definición que dio: “individualista y sin escrúpulos morales”, partidario de que “el que no transa no avanza”. De esto último, no lo creo, de lo primero sí. Tenía y estaba en su derecho de lograr nuevos estadios de progreso en su vida personal, que los alcanzó, hasta el más alto. Qué bueno, por él.
Entiendo, y al menos por eso no lo critico, que se proteja por los riesgos a los que lo expone la responsabilidad que le dieron los veracruzanos, incluso, que, por más que lo niegue, viva rodeado de lujos, algo muy difícil de evitar cuando se llega al poder (la foto que se tomó hace poco comiendo en el mercado Coatzacoalcos de esa ciudad es puro show porque en Xalapa lo he visto comiendo y despachando en el restaurante más caro, por horas), pero no se explica, entonces, la proclama inicial de que era diferente y que no iba a hacer ni a imitar a priistas y a panistas que han llegado a la gubernatura.
Creo que a nadie le importa, y menos a él, lo que yo piense de él, pero sigo creyendo que, en el fondo, no es un mal hombre, lo que, sin embargo, pasa a un segundo plano cuando como gobernante permite, porque no creo que no lo sepa o no se dé cuenta, los abusos de sus colaboradores, los actos de corrupción que cometen, los atropellos, las arbitrariedades, las violaciones a la ley y a los derechos humanos, la repetición de las malas prácticas políticas que caracterizaron a priistas y a panistas como beneficiar a sus familiares, y más.
El próximo miércoles ya estaremos en noviembre y Cuitláhuac a punto de rendir su Tercer Informe. Lo hará en un hermoso recinto, el Teatro Netzahualcóyotl de Tlacotalpan, remodelado para tal ocasión, un recinto de lujo al que solo entrará una élite, la de su gobierno y cercanos a sus afectos e intereses, pero no el pueblo, que tendrá que conformarse, en todo caso, con salir a aclamarlo a la calle como en los mejores tiempos del priismo, o, antes, del porfirismo, o del conservadurismo, pues. A su paso solo faltará la lluvia de papel picado multicolor.
Ni siquiera anunció que dará informes por regiones, como algún tiempo lo hicieron gobernadores del PRI, que aparte de Xalapa iban a una sede en el norte, a otra en el centro y a una más en el sur del estado (sería el colmo, y no me extrañaría que lo hiciera, que el diputado federal Sergio Gutiérrez tomara su texto y fuera a cacarear sus “logros” por todos los rincones de Veracruz).
Hay que esperar a lo que diga, aunque no se espera nada más allá de lo que ya ha dicho.