Martha Anaya
Corría el año 2003. Andrés Manuel López Obrador era jefe de Gobierno del Distrito Federal. Una mañana de entonces, ingresó a su despacho Carlos Navarrete, secretario general del PRD.
Platicaron de varios temas. Entre ellos, las buenas noticias que venía una iniciativa para acotar los poderes del presidente.
López Obrador le dijo que no, que era preferible no acotar el poder del presidente: “Si de por sí ya cuesta trabajo (gobernar así)…”, apuntó.
AMLO enfiló hacia la ventana y ahí se quedó, silencioso, mirando hacia afuera… Navarrete se le acercó. Quedaron codo a codo. Entonces, Andrés Manuel, con la mirada puesta en el Palacio Nacional, le dijo:
“Desde ahí se puede transformar el país… Esto (el gobierno del DF) es como una presidencia municipal”.
La anécdota nos la narra el propio Navarrete para ilustrar y tener bien clarito que estamos en un “cambio de régimen” –hacia uno “absolutamente presidencialista”– y que López Obrador llegó a la Presidencia a “transformar”.
Se conocieron en 1988 –acompañó a Andrés Manuel en su campaña por la gubernatura–, compartieron actividades partidarias en distintos momentos, hasta que diferencias sobre la Reforma Energética los distanciaron en 2008.
Aquellos tiempos de trato, más el análisis propio de un apasionado de la política, llevan a Navarrete a ver en López Obrador –en lo que Daniel Cosío Villegas llamó el estilo personal de gobernar– a un presidente que “¡no se parece! a ninguno de sus antecesores, sino una mezcla de ellos”.
Y enumera esas características:
–Andrés Manuel es un hombre que practica la austeridad de Juárez, su tozudez y su inflexibilidad.
-Sintetiza las habilidades de Porfirio Díaz para conocer y someter las almas de los hombres.
-Tiene la osadía inicial de Madero (de convocar a un gran movimiento).
-La sensibilidad social de Lázaro Cárdenas. Su cercanía con la gente y su genuina preocupación por los desposeídos.
-Tiene la maña política de Ruiz Cortines (a quien estudia y valora en privado).
-La grandilocuencia de Echeverría (todo es histórico, una hazaña).
Y algo que ninguno de los presidentes tuvieron:
Por un lado, “una visión religiosa del ejercicio del poder” (esta parte, en opinión de Carlos Navarrete, es “la más riesgosa” en AMLO, pues él está convencido de traer “una misión de Dios y, por tanto, sólo a él rinde cuentas”).
Y por otra, “disfruta como pocos el ejercicio del poder: “Lo siente, lo vibra, lo disfruta” y por él es capaz de sacrificar todo.
GEMAS: El Heraldo de México cumple hoy dos años. Dos años intensos, extraordinarios, en los que nos toca vivir cambios profundos en el país y en la relación entre el poder y los medios. ¡Felicidades a todo el equipo… y a seguirle!