**Sin tacto.
/ Por Sergio González Levet /
Desde antes de su llegada al poder, los morenistas han tenido una relación difícil, tensa, cuando no alejada por completo con los medios de comunicación. Al igual que los panistas cuando lograron arribar a Los Pinos en el año 2000, tampoco pudieron entender la singular relación que hubo siempre entre los reporteros y los políticos.
Véase bien: los azules pensaron que compraban a los periodistas y por su parte los morenos solamente han querido cooptarlos.
Ni unos ni otros alcanzaron a entender la simbiosis entre la comunicación y el poder, la dialéctica entre una potestad simbólica y otra fáctica.
Por eso tantos desencuentros y tantas pugnas con los medios, sobre todo en los actuales gobiernos de Morena.
En Veracruz, por ejemplo, en el Gobierno de Cuitláhuac García Jiménez la relación con la prensa no existe, o está circunscrita a los escasos medios que se atreven a publicar sólo elogios respecto de una administración que está siendo seriamente cuestionada.
No por nada al frente del área de comunicación social está un jovenzuelo que se dedica únicamente a cobrar sus quincenas a cambio de un trabajo que no realiza: no dirige, no establece una estrategia de difusión, no establece contacto con los periodistas, no informa y menos forma opinión.
La oficina del chaval está dedicada a difundir unos cuantos boletines mal redactados, y la línea editorial se sustenta malamente en el elogio desmedido hacia el jefe y hacia la falsedad.
La comunicación social para un gobierno que se toma en serio debe ser una política pública fundamental, una política de Estado.
Un gobernante que no interactúa con los medios -como no lo hace enfermizamente el mandatario jarocho- está destinado a cometer y repetir sus mismos errores.
Bien decía don Fernando Gutiérrez Barrios que la prensa es el espejo del poder, y he ahí la razón por la que las actuales autoridades estatales no se quieren asomar a los medios que dicen la verdad, para no tener que ver sus propias figuras deformes, su desaliñada imagen, sus grotescos gestos.
De ahí el alejamiento, el mal trato, la discriminación: del temor, de la baja autoestima
De ahí igual que la simpatía popular -y electoral- tiene que ser comprada con dádivas disfrazadas de programas sociales.
Urge una difusión real de las acciones gubernamentales, y también que el Gobierno escuche la crítica constructiva y fundamentada, ésa que lo hará tratar de ser mejor…
sglevet@gmail.com