/ Héctor Calderón Hallal /
Fue exactamente la tarde-noche del 13 de febrero del 2020, en Palacio Nacional. En los umbrales del clásico ‘Día de la Amistad’ de aquel año.
El Gobierno de la República, en un inusual evento –según el estilo del presidente López Obrador- habría dispuesto una recepción… a su modo: folclórica, tradicional, aunque dirigida a la plutocracia empresarial de este país.
El motivo: promover la adquisición ‘voluntaria’, mediante compromiso de los asistentes, de billetes para participar en el Sorteo Especial de la Lotería Nacional, anunciado para el siguiente mes de septiembre de aquel año, en el que se rifaría –por primera y única vez en la historia universal, de un avión jet Boeing 787, de la línea Dreamliner, habilitado para ser el transporte presidencial (TP-01) del Poder Ejecutivo del Gobierno de la República.
Las razones de esa acción contundente de gobierno, han sido de sobra difundidas: en aras de la ‘austeridad republicana’.
Pues aquella tarde-noche, el vetusto inmueble, otrora Casona de Moctezuma, se había cubierto de gala para recibir –inusualmente, se reitera- a lo más álgido del sector emprendedor mexicano. La gente que hace que funcionen los gobiernos de este país –que son los que gastan el dinero recaudado- gracias al pago (puntual o a empujones) de sus impuestos.
Cada cornisa de las enormes paredes, cada bloque del viejo edificio, habría sido testigo esta vez, así como en el pasado, de un evento ciertamente histórico. Como lo fue en los improvisados y nerviosos actos del gobierno de Santa Anna; o en los austeros pero sobrios eventos de Juárez; o en los que estaban envueltos de glamour y bonanza del General Díaz… ahora eran testigos mudos de la historia y el tiempo, en la época del autoproclamado gobierno de la ‘Economía Moral, con Estado de Bienestar’… ¡Y fúmale!.
Difícilmente se podría asegurar que todos los asistentes, sin excepción habrían acudido con ingenuidades a este evento.
El Consejo Coordinador Empresarial (CCE) dirigido ya por el regiomontano Carlos Salazar Lomelín (aunque en Monterrey se firma como ‘Lomelí’ sin ‘n’), reelecto en el cargo desde el pasado 15 de abril, habría sido el principal promotor de este ‘encuentro’; el padre de la idea de hecho.
La cercanía de Salazar Lomelín con el aun influyente Jefe de la Oficina Presidencial y asesor para asuntos cupulares empresariales, Alfonso Romo, habría sido determinante para que la concurrencia haya sido numerosa y de lo más granado: líderes de las diferentes cámaras y grandes magnates mexicanos, incluido el ingeniero Carlos Slim, Germán Larrea y Benjamín Salinas, de los que se recuerdan.
Ninguno de ellos, ni el propio presidente del CCE, se insiste, ‘comen tierra’ cuando no están a la vista de los papás; no son precisamente ‘niños de pecho’ tampoco. Sabían o intuían desde el primer momento en que vieron el menú, consistente en tamalitos de chipilín chiapaneco y su tarro de chocolate, en que el platillo traería aparejada una sorpresa.
La incógnita no tardó mucho en despejarse: casi al instante en que muchos de los comensales se disponían a quitarle la hoja de plátano a los tamales, el anuncio venía del propio presidente.
“Lej estamoj presentando también un menú de opciones para ju colaboraciónj… una ‘carta-compromiso’ con pagos de 20, 50, 100 o 200 millones de pesos… para que nos ayuden a que salga el avión en la rifa, para que demuestren que son compartidos con el esfuerzo que está haciendo el pueblo de México por alcanzar un estado de igualdad…”.
Asistentes y testigos presenciales, revelan que muchos de los empresarios fingieron no atragantarse con el bocado de tamal; aunque otros de plano, prefirieron ‘hacerse de la boca chiquita’ y no probaron el tamal … ni el atole siquiera.
Con ojos de escrúpulo y desconfianza, prefirieron hacer un lado sus viandas de tamales y permanecer atentos al mensaje… como quien “descubre una cucaracha… o un pelo en el tamal”.
Después del anuncio, el sonido metálico de tenedores sobre las vajillas se redujo considerablemente… casi al nivel de cero. Los asistentes permanecían atentos a lo que decía López Obrador, confirmando y adaptando una vez más un ejemplar del refranero popular mexicano: “Entre poderosos te veas”.
O como le dijo el alacrán al sapo en aquella fábula… “Es parte de mi naturaleza”.
Desde su campaña política, el presidente –entonces candidato- y sus seguidores, han mostrado interés en castigar de algún modo a la clase emprendedora, a los particulares, pues según su idea, vinculada íntimamente con los gobiernos a los que asocia con el neoliberalismo, todos los particulares sin excepción se beneficiaron de su relación “mezquina, pútrida” con los gobiernos del PRIAN (sus adversarios políticos); por lo quwe se advierte que hay un claro, deliberado afán por no alentar de ninguna forma su actividad empresarial.
Sean grandes, medianos, pequeños o micro, los empresarios de México no tuvieron la mínima consideración de parte del presidente López Obrador durante la pandemia, para poder sostener los empleos que generan… mucho menos para sostenerse como agentes activos, no obstante, la pequeña y mediana empresa significa el 70 por ciento en promedio aproximadamente de la planta laboral y fiscal mexicana.
De los empresarios y consumidores cautivos este gobierno solo quiere obtener los medios para seguir financiando –hasta donde le alcance, porque esa bolsa tiene fondo- sus programas de corte asistencial-electoral.. está visto.
No tiene una idea clara, mínima, ni él ni su equipo cercano, de que toda forma de riqueza, para distribuirla, antes hay que crearla, hay que generarla. El dinero que distribuye entre ‘los pobres, los marginados, los que nunca tuvieron una oportunidad’, viene de los impuestos que cobra a la gente que genera esa riqueza, con su trabajo o con su actividad empresarial. Y esa “mina” también se puede agotar, si no hay políticas que incentiven la creación de modelos económicos que consoliden los ciclos productivos y de consumo entre la población mexicana.
La ‘feliz’ noticia de que este martes por la mañana, se reunió el presidente del Consejo Coordinador Empresarial (CCE), Carlos Salazar Lomelín, con el presidente López Obrador en Palacio Nacional de nuevo, en una especie de reedición de aquella ‘fatídica noche’ del ‘pelo en el tamal’, nos revela dos posibles atributos de nuestra clase empresarial: la infinita fé que tiene en los políticos mexicanos –sobre todo si son, como AMLO, de izquierda y cuyas acciones y dichos se orientan casi siempre contra el afán empresarial… o de plano, en la muy escasa memoria de largo plazo de que disponen las cámaras que los agrupan y sus dirigentes, que reaccionan ilusionados y con la ‘misma fé del primer día’ al toque de las campanas de Palacio: ¡A comer,… ya están los tamalitos servidos!
“En un ambiente de cordialidad, conversaron sobre los planes y prioridades del CCE para el 2022, así como de las opciones de colaboración entre el sector público y privado para lograr una pronta reactivación de la economía. #CCEconMéxico”, reza el comunicado oficial.
¿Será que preparan ya la comida del “amor y la amistad” entre empresarios y el Gobierno de la 4 T para el próximo San Valentín?
Nadie ya podrá tragarse una invitación parecida. Los empresarios son gente muy madura e inteligente; curtida en todos los menesteres de la diplomacía por necesidad misma en su trato interpersonal con consumidores y proveedores.
Difícilmente a los empresarios -ni a sus dirigentes- se les puede ‘chamaquear’ tan fácilmente… porque ya no son ‘niños de pecho’; de febrero del 2020 a la fecha… muchos ‘pelos en el tamal’ han aparecido.
Digo… ¡Por favor!
Autor: Héctor Calderón Hallal
@pequenialdo
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