** Gente como uno :
/ MÓNICA GARZA /
El aumento de niños migrantes en México creció exponencialmente desde el inicio del año pasado. Este 2022 es prácticamente nueve veces superior, según lo reportado por el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia.
El panorama para ellos resulta desolador, porque llegan a un México que ha demostrado que cuida muy poco a sus niños, mucho menos lo hará con los extranjeros.
Niños hondureños, salvadoreños, guatemaltecos o haitianos, llegan aquí absolutamente vulnerados, a veces ya huérfanos, o enfrentados a la deportación con un final incierto.
Pero otros, los que sí se quedan, en su mayoría lo harán para enfrentar un peor escenario, el de no existir para nadie una vez que caen en manos del crimen organizado.
Lo han denunciado sin descanso organismos nacionales e internacionales, como la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, que sostiene que el crimen organizado tiene control territorial en México, lo que hace que las personas migrantes, sobre todos niños y mujeres jóvenes, caigan en manos de la delincuencia con fines de trata, esclavitud y explotación sexual.
Sin papeles ni registro, los niños para la delincuencia son prácticamente desechables, la más barata carne de cañón para el negocio de la trata, que aquí se ha triplicado en los últimos 15 años.
“Pero es central insistir en que esto no sucede sin la participación activa de funcionarios mexicanos de gobierno, del Instituto Nacional de Migración, de las policías municipales, y las autoridades locales. Estamos hablando de una red de macrocriminalidad”, me aseguró Juan Martin Pérez, Coordinador de la Organización Tejiendo redes de Infancia en América Latina y el Caribe.
Hasta 5 mil millones de dólares al año, es lo que el crimen organizado puede exprimir del jugoso negocio que para ellos representa la crisis migratoria, que quedó evidenciada el 9 de diciembre pasado, con la muerte de los 56 migrantes que viajaban hacinados en la caja un tráiler que volcó en una vía de Chiapas, donde sobrevivieron 10 menores de edad.
Eso significa que el riesgo de muerte, a un niño migrante no lo está esperando en la línea fronteriza con los Estados Unidos, se la puede encontrar muchísimo antes, casi a cada paso que da.
De enero a octubre de 2021, el gobierno mexicano realizó 48 mil 707 detenciones de migrantes de entre 0 y 17 años, lo que significa un aumento del 402.5 % con respecto a los detenidos en 2020.
Las restricciones implementadas por el gobierno mexicano han obligado a los migrantes a planear sus recorridos por rutas más peligrosas, en las que por supuesto incluyen a sus niños.
En México hasta 250 mil niñas, niños y adolescentes están en riesgo de ser reclutados o utilizados por grupos delictivos en el país y entre ellos se cuentan muchos migrantes en total indefensión.
Hasta la mitad de estos menores avanzan sin sus padres, de acuerdo a lo reportado por UNICEF. Viajan sin documentos, en un limbo jurídico y social que aprovechan los cárteles para hacer su reclutamiento forzado.
Es una circunstancia “ideal” para las células criminales, quienes encuentran “soldaditos” sin voluntad ni dueño, para esclavizarlos en laboratorios, fabricación de drogas y explotación sexual. Niños invisibles.
Entre el 1 y el 7 de diciembre del 2021, la Red por los Derechos de la Infancia en México contabilizó 4 mil 328 desapariciones de menores y en la cifra negra se encuentran los niños migrantes.
Y a esos ¿quién los está buscando? Si sus padres apenas sobreviven, tan atemorizados como las mismas familias locales, que buscan a sus desaparecidos pidiendo a la delincuencia permiso y clemencia:
“Porque son los que mandan, lo están demostrando con los hechos, cada día hay más desapariciones y cada día matan más personas enfrente de los gobiernos”, como me dijo esta semana en entrevista Cecilia Flores Armenta, líder de las madres buscadoras de Sonora.
Y así tenemos a miles de niños extranjeros huyendo en territorio mexicano, de las autoridades que los persiguen, de la delincuencia organizada y del virus de la Covid-19…
Pero ahí siguen caminando de la mano de la muerte, para los niños migrantes cada día es un volado…