No negociar con el dictador

 

/ Jorge Ramos Ávalos /

Siempre es peligroso negociar con un dictador porque su único propósito es quedarse en el poder. Y hará todo lo necesario para conseguirlo. Todo.

Por eso es una mala idea que Estados Unidos negocie con el dictador Nicolás Maduro para obtener petróleo venezolano. Las ventajas son mínimas y a corto plazo. ¿Cuánto puede bajar el precio de la gasolina en Estados Unidos? Y las consecuencias para los más de 28 millones de venezolanos son enormes: más represión, menos libertades y el alejamiento de una posible salida democrática.

El pasado 8 de marzo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, prohibió todas las importaciones de gas y de petróleo de Rusia. Es una fuerte sanción por su invasión a Ucrania. Esto significa que Estados Unidos dejará de importar unos 600 mil barriles diarios de petróleo ruso. Y eso, por supuesto, aumentará el precio de la gasolina.

Estas son malas noticias para el gobierno de Biden, que ya está enfrentando la peor inflación en los últimos 40 años. Pero la urgencia y las ganancias rápidas son malas consejeras. Estados Unidos está buscando cómo compensar la pérdida de esos 600 mil barriles de petróleo ruso. Y cometió el error de buscar a Venezuela con ese propósito.

Una delegación de Estados Unidos viajó a principios de este mes a Caracas para reunirse con Maduro y, de acuerdo con cinco fuentes de la agencia de noticias Reuters, discutieron el posible levantamiento de las sanciones estadounidenses al petróleo venezolano. Ni Maduro ni la Casa Blanca quisieron confirmar esta información y, aparentemente, no llegaron a ningún acuerdo de inmediato. Pero poco después de esa reunión fueron liberados dos de los ocho estadounidenses que se encontraban encarcelados en Venezuela desde el 2017.

Tras años de tensiones y acusaciones mutuas entre Estados Unidos y Venezuela, el acercamiento del gobierno de Biden a Maduro es patente. Hay que recordar que las sanciones y presiones estadounidenses a la dictadura de Maduro tienen como objetivo el promover un cambio democrático y proteger, en lo posible, el respeto a los derechos humanos.

La dictadura de Maduro es brutal. Casi seis millones de venezolanos han dejado su país debido a la violencia, inseguridad, falta de comida y de medicinas, según la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados. Hasta el 14 de marzo había 241 prisioneros políticos, de acuerdo con Foro Penal. La censura es casi total y las últimas elecciones han sido manipuladas por el gobierno.

No tiene ningún sentido alejarse de un dictador para acercarse a otro.

Pero la pregunta sigue siendo, si Estados Unidos ni siquiera reconoce a Maduro como Presidente, ¿qué fueron a hacer a Caracas tres altos funcionarios del gobierno de Biden? Las arepas en Miami son tan ricas como las de Venezuela. No hay que irse tan lejos.

Lo que está buscando Maduro es muy sencillo: que Estados Unidos lo reconozca como Presidente legítimo de Venezuela. “Tenemos una relación de negocio petrolero con los Estados Unidos de 100 años”, dijo Félix Plasencia, el ministro de Relaciones Exteriores de Venezuela. “Nosotros no los hemos sacado a ellos del negocio. Ahora quieren regresar. Bueno, si aceptan que el único y legítimo gobierno de Venezuela es el que lidera el presidente Nicolás Maduro, bienvenidas las empresas petroleras estadounidenses y europeas”.

Pero ni Estados Unidos ni Europa deben reconocer a Maduro como Presidente. Ni por todo el petróleo de Venezuela. Él es, simplemente, el tirano de turno.

En un momento en que el presidente de Ucrania, Volodymyr Zelensky, nos ha demostrado la importancia del liderazgo moral en una crisis, Estados Unidos no puede ceder a la tentación de negociar con un dictador por petróleo y sacrificar el futuro de millones de venezolanos.

Tristemente, tras la visita de la delegación estadounidense a Caracas, se repitió por todos lados la famosa frase atribuida al exprimer ministro británico Lord Palmerston: “Las naciones no tienen amigos ni enemigos permanentes, solo intereses permanentes”.

Estados Unidos aún está a tiempo de corregir. Y a pesar de las enormes presiones que está causando la guerra en Ucrania, no se puede criticar a un dictador para negociar en lo oscurito con otro. Hasta en las guerras hay una línea moral que nunca se debe cruzar.