La maldad y (la bondad)

Historia de domingo

                                              Por Raúl Ruiz

La red social de Facebook censuró el video.

“Este video podría mostrar contenido violento o gráfico”,argumentó en su razón para quitarlo.

No era para menos:

Se trataba del momento en que José Martín V.S. (por disposición legal no se pueden revelar los apellidos hasta llegada la sentencia si así fuera) golpea con un “bat” en la cabeza a una empresaria de la Plaza Ley del Mayo de Navojoa.

El golpe es despiadado y cobarde:

Ella de espaldas, luego de mostrarle los “bats”, recibe el golpe del delincuente y cae sobre el mostrador.

El ladrón, sin inmutarse, entra hasta el fondo de la tienda, recoge lo que parece ser una maleta y una computadora y luego huye.

La escena es impresionante.

Y lo es no sólo por el brutal golpe, sin misericordia hecho a una mujer indefensa que actúa de buena fe al recibir a un supuesto cliente que la agrede, sino por la serenidad con que actúa el agresor.

El hecho desató el repudio de toda la ciudadanía de Navojoa, pero también de otros confines del país y el extranjero que recibieron o tuvieron acceso al video.

Ella, Elvia Ochoa Cejudo, una mujer ejemplar, madre de familia, esposa, empresaria y con una larga trayectoria profesional antes de abrir su negocio, aparecía agredida por un ser desprovisto de piedad y sentimientos.

Es cierto, Facebook, por sus políticas internas de no fomento a la violencia, lo censuró, pero ya circulaba a toda velocidad y de forma viral en otras vías.

El sentimiento de solidaridad con la víctima, su familia y sus amigos mostró una vena de generosidad y apoyo moral que debe destacarse y reconocerse.

“… Estoy muy consternado”,escribió Héctor Manuel Ramírez al dirigirse a Raúl Fernando González, el hijo de Elvia.

Ese fue el sentimiento generalizado tras el ataque.

Y hubo otro, igualmente valioso, que vale la pena rescatar y fomentar:

El llamado a unirse espiritualmente alrededor de la familia para buscar conectar las energías personales con una causa realmente dolorosa.

“Dios es grande mi niño y su misericordia infinita, confiemos en su amor y en su poder. Todos unidos en oración…”, invitó Ana Bedolla, otra amiga de la familia.

Ya para entonces las redes se habían inundado de la fe de una comunidad creyente.

Luego vinieron las solicitudes de apoyo:

Sangre de la que fuera para una operación que se sabía riesgosa, larga y de pronóstico reservado.

Todos a través de las “benditas redes”:

El enojo, el reclamo de justicia, el asombro, la solidaridad y la fe.

Todo eso circuló a alta velocidad por las redes y dio frutos:

El agresor, acosado por la denuncia ciudadana, fue detenido en Cajeme, su lugar de residencia.

La sangre llegó sin problema y a tiempo.

Y la salud de la afectada mejoró.

Un sentimiento comunitario alrededor de una buena causa se había generado y, lo mejor de todo, había dado resultados.

 

¿Por qué tanta maldad?

Immanuel Kant, el célebre filósofo Prusiano (ahora Rusia), concluyó que el “El Hombre por naturaleza es malo”.

Aseguraba que la propensión a esta conducta era detonada por el ambiente social.

Por el contrario, su colega, aunque no contemporáneo, el suizo Juan Jacobo Rousseau, aseguraba que el hombre es bueno por naturaleza, pero que actúa mal forzado por una sociedad que lo corrompe.

Hay un gran debate filosófico en este campo.

La neurolingüística, una de las ramas de la sicología aplicada que más seguidores ha ganado n los últimos años, sostiene que cuando el cerebro humano tiene que escoger entre el mal y el bien, siempre elegirá el bien.

Es, dicen los teóricos de esta corriente sicológica, una condición natural del cerebro humano y apelan a “quitar” los malos momentos de la vida de las personas para sustituirlos con renovados que los lleven a tener paz y tranquilidad.

Pero sobre todo apelan a que el objetivo final de su vida sea ser felices.

 

La maldad personificada 

En los actuales tiempos hay mucha maldad.

La sociedad se nos ha descompuesto y nosotros con ella.

Hay muchas razones y muchos argumentos para justificarlo: Que la pérdida de valores, que el exacerbado consumismo, que la desintegración de las familias, que la tecnología abrazadora que desplazó los verdaderos espacios de los humanos, la pérdida del ser sobre el tener.

En fin.

Lo que el jueves pasado vimos todos en los videos cuando José Martín “N” ataca, sin ningún remordimiento o fibra de sentimiento a Elvia Ochoa no es más que un reflejo de lo que está ocurriendo en la sociedad.

El hecho de que el incidente haya sido registrado en un video que posteriormente se difundió despertó nuestros sentimientos encontrados.

Pero como esos hechos, por más que ahora nos asombremos, ocurren todos los días y a todas horas.

Ahora la diferencia fue la sobre exposición.

Pero lo bueno de todo esto es que hubo algo que detonó nuestra solidaridad, generosidad, coraje para exigir justicia y alentó nuestra fe.

Demostramos que existe y las tenemos.

Mostramos, con hechos, que somos capaces de detonarlas, de multiplicarlas al juntarlas y de concretar hechos a favor de nuestra comunidad que es una buena manera de mostrar que somos buenas personas.

Immanuel Kant confirmó con José Martín “N” que es cierto: Tenemos una propensión a la maldad que se detona por circunstancias sociales, de ambiente social (hay que revisar la vida de este odiado, pero a la vez enfurecido sujeto).

Al final es una víctima más.

Pero, para nuestra fortuna, Juan Jacobo Rousseau, también confirmo su tesis con todos los demás:

Existen las personas buenas, generosas y deseosas de ser felices.

Hagamos que siempre sea la tesis de Rousseau, el legendario suizo, la que se imponga y multiplique.

Eso hará que nuestros domingos de reflexión sean más felices y placenteros.

 Publicado en diario La Verdad.